La colonizaci¨®n del campo
El cambio que parece haberse producido en la pol¨ªtica de regad¨ªos en el sentido de orientar los esfuerzos estatales hacia el apoyo a las transformaciones promovidas por la iniciativa privada ha tenido consecuencias de diversa ¨ªndole dentro y fuera de la Administraci¨®n agraria.Pasando por alto una serie de dificultades en la puesta en pr¨¢ctica de las medidas arbitradas la mayor¨ªa de dichas dificultades hay que achacarlas al complicado mecanismo dise?ado para la concesi¨®n de cr¨¦ditos en el que las Cajas de Ahorro figuran como intermediarios financieros entre el IRYDA y los propios beneficiarios-, conviene resaltar que el cambio de orientaci¨®n antes citado ha servido para poner de manifiesto cu¨¢l podr¨ªa ser la verdadera funci¨®n a desempe?ar por el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario, que ha quedado, por el momento, hu¨¦rfano del contenido que en a?os pasados le conced¨ªan sus grandes planes de transformaci¨®n en regad¨ªo. Nos referimos a una nueva funci¨®n colonizadora del medio rural.
Hablar de ?colonizaci¨®n? puede parecer un retroceso a actividades m¨¢s propias del lejano Oeste americano o del antiguo organismo de Regiones Devastadas que de la realidad de un pa¨ªs que se considera como d¨¦cima potencia industrial del mundo y que ha conocido un desarrollo espectacular en a?os pasados. Pues bien, aun siendo conscientes de ello, o quiz¨¢ precisamente por eso, hay que reafirmar que una nueva colonizaci¨®n es necesaria en Espa?a y que su planteamiento es urgente si no se quiere que los acontecimientos vayan, una vez m¨¢s, por delante de las medidas de pol¨ªtica.
Pi¨¦nsese en Arag¨®n, con una Zaragoza que monopoliza un elevad¨ªsimo porcentaje de la poblaci¨®n y de los recursos financieros de la regi¨®n; Pastilla, con esa locura de ciudad que es Madrid y dos peque?os monstruos como Valladolid y Burgos; zonas enteras de Galicia y Extremadura aisladas del proceso de desarrollo; extens¨ªsimas zonas de monta?a, etc¨¦tera. Todas ellas son ejemplo de una desertizaci¨®n progresiva que significa un despilfarro de recursos que dif¨ªcilmente puede seguir manteniendo la econom¨ªa nacional. A?¨¢dase a ello la continua amenaza de colapsos urbanos que se respira en ciertos n¨²cleos de poblaci¨®n, agravada por la absorci¨®n de mano de obra industrial llegada en verdaderas avalanchas durante los ¨²ltimos a?os.
Que sea rural y no agraria
Una pol¨ªtica colonizadora de nueva planta se impone; la ordenaci¨®n del territorio, incomprensiblemente postergada en Espa?a, debe presidir las acciones que se propongan. Adem¨¢s, dos premisas han de ser tenidas en cuenta para una verdadera colonizaci¨®n rural. La primera de ellas es que sea realmente rural y no agraria. La confusi¨®n de ambos conceptos est¨¢ superada en los pa¨ªses civilizados, como la muestra, por ejemplo, el hecho de que en Estados Unidos haya un 4 % de activos agrarios y un 25 % de activos rurales; es decir, si se puede fijar un ¨®ptimo de activos agrarios, dadas las condiciones de la producci¨®n primaria, ser¨¢, posible establecer el ¨®ptimo correspondiente de activos rurales de acuerdo con las condiciones geo pol¨ªticas del pa¨ªs. Y deber¨¢n arbitrarse las medidas de fijaci¨®n de la poblaci¨®n ofreciendo el medio de vida y el habitat apropiado para ello.
La segunda condici¨®n es que los criterios colonizadores sean diferenciados. No parece aconsejable plantear una misma pol¨ªtica para el Pirineo de Huesca que para una comarca de C¨¢ceres, por ejemplo. Conviene, sin embargo, referirse a un viejo criterio general que se ha mantenido como b¨¢sico en todas las colonizaciones agrarias: ¨¦stas han constituido tradicionalmente un mecanismo de redistribuci¨®n de la propiedad del suelo agr¨ªcola.Hoy parece m¨¢s operativo que el criterio imperante sea la distribuci¨®n del uso del suelo en favor de los nuevos colonos y sus herederos, que ostenten en usufructo indefinido las tierras puestas a su disposicion mientras se comprometan a cultivarlas convenientemente. Ello permite manejar de forma estable y flexible un fondo de tierras recuperado para la producci¨®n a la vez que se act¨²a sobre la infraestructura rural para que este medio de vida resulte atractivo a los nuevos o antiguos pobladores.
En el per¨ªodo inmediatamente posterior a la guerra civil, un decidido grupo de ingenieros j¨®venes puso en marcha un programa colonizador superando las numerosas dificultades que puso a su paso un r¨¦gimen reaccionario. Si ello fue posible entonces, mucho m¨¢s f¨¢cil deber¨ªa ser llevar a la pr¨¢ctica una nueva colonizaci¨®n del tipo de la que aqu¨ª se esboza en el marco de un Estado progresivo como el que ya se anuncia.
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