La exposici¨®n
El recorrido de la exposici¨®n deja en el aspecto (y en la solapa) del visitante el tinte o sello o contrase?a del inevitable made in USA. Visitarla es como residir por un instante en Nueva York, aunque las angostas salas de la Fundaci¨®n Juan March disten mucho de hacernos recordar la generosidad espacial del Modern Art Museum. Un breve trayecto por el coraz¨®n de Manhattan (frente al Central Park), a trav¨¦s de un montaje convencional y no exento de errores.Comenzar¨¦ por ¨¦stos; que luego no ha de haber parquedad en el elogio. Dije y digo que las salas de la March re¨²nen condiciones muy relativas para la disposici¨®n y exposici¨®n de obras y colecciones de una cierta envergadura. La libre apertura y el derroche espacial que exige una muestra como la que ahora cuelga de sus muros deja al descubierto su propia insuficiencia, incrementada por la sensaci¨®n de agobio que de sus poco altivos techos se desprende.
?Por qu¨¦ no se decide la Fundaci¨®n a revestir las paredes del espa?ol¨ªsimo y neutral enjalbiego? Con ello se hubiera evitado, por ejemplo, que las obras de Morris Louis, entonadas en sienas obscuros, se confundan con el marr¨®n de fondo, o que las evanescencias aurorales de Rothko terminen por disiparse en la contumaz insistencia de tal color, al amparo, por si fuera poco, de una luz mortecina. ?No hay un lugar m¨¢s apropiado para el soberbio cuadro de Newman, que no parece sino dispuesto como el biombo que separa de la sala noble los servicios?
Complexi¨®n hist¨®rica
Por lo dem¨¢s, y en la misma medida en que en otras ocasiones mi cr¨ªtica a la empresa fundacional fue (como suelen decir los dolidos) negativa, adquiera ahora el comentario, todo el cariz positivo de la alabanza; que es muy de agradecer la presencia, in vivo, de esos mism¨ªsimos cuadros tantas veces admirados en las l¨¢minas e ilustraciones de textos y manuales. Una m¨¢s que encomiable exposici¨®n, bien nutrida y llegada con el don de la oportunidad (no menor a la de aquella otra m¨¢s restringida que, a finales de los a?os cincuenta, tanto influy¨® en el cambio de nuestra sensibilidad y en los designios de El Paso).
Actitudes contrapuestas
?Que realmente se trata de dos exposiciones? Tanto vale decir que ello origina confusi¨®n como afirmar que de su confluencia acierta a d¨¢rsenos una m¨¢s amplia visi¨®n, en sentido hist¨®rico y en capacidad complexiva. Expresionismo abstracto y pop-art son, ciertamente, dos actitudes contrapuestas, pero hist¨®ricamente consecuentes, formulables en t¨¦rminos dial¨¦cticos, aparte de que su planteamiento al un¨ªsono puede llevarnos a aquilatar sus or¨ªgenes y a dar noticia cumplida del tan cacareado trasplante de la vanguardia de Europa a tierras de Am¨¦rica.Los nombres del bien representado Rauschenberg y del solitario Pollock tal vez sirvan, por s¨ª mismos, de puntos referenciales, viniendo a centrarse en la obra de Rothko y de Newman las mejores consecuencias, o las m¨¢s influyentes en la pr¨¢ctica del actual neo-abstraccionismo, que, por fortuna, no deja de tener pros¨¦lito entre nuestros j¨®venes pintores trasunto fidedigno de lo que de un tiempo a esta parte acapara las atenciones de otros sectores europeos.
Dada¨ªsmo y surrealismo
?De qu¨¦ tiempo data, en realidad, la decadencia de Par¨ªs o la paulatina cesi¨®n, a Nueva York del terreno beligerante en aquello de orientar el arte nuevo y congregar a las aguerridas huestes de la vanguardia? Suele la opini¨®n comun referir el suceso a la d¨¦cada de los cuarenta, a la primera y feliz irrupci¨®n de la escuela de Nueva York, a la inmediata, y no menos feliz, de la del Pac¨ªfico... y a los nombres propios de Pollock, Kline, De Kooning, Rothko, Newman...?Pueril condescendencia y optimismo enga?oso! Tendr¨ªamos que remontarnos al a?o 1913 para asistir al risue?o espect¨¢culo dada¨ªsmo, desplegado por Duchamp, por Picabia, por Man Ray, en la macr¨®polis norteamericana y definitivamente aclimatada al mundo de sus calles y avenidas, no sin antes dar cuenta y pormenor de que todo ello ocurr¨ªa con tres holgados a?os (le antelaci¨®n a la constituci¨®n o cial de Dad¨¢ en la ciudad de Zurich (de atender a la letra chica y mala memoria de textos y manuales).
Otro tanto cabe decir en cuanto al surrealismo. Aquel principio fundamental de ir a la vida sin me diaciones y dejar en la obra, m¨¢s all¨¢ del despotismo de la raz¨®n, la exigencia del automat¨ªsmo que reclama el deseo, ?no hall¨® en los pintores neoyorkinos su versi¨®n m¨¢s certera y m¨¢s acorde con los postulados surrealistas? ?No convirtieron los Pollock, Kline, De Kooning..., en expresi¨®n libertaria lo que en el surrealismo europeo quedaba, pese a sus manifiestos y proclamas, en ingenioso academicismo?
Las mejores ense?anzas de Ernst y Masson, y los ejercicios autom¨¢ticos de Michaux y Raymond Roussel..., hab¨ªan de dar con sus traductores m¨¢s fieles, y m¨¢s congruentes, en los ya aludidos representantes del expresionismo abstraccionista de la escuela de Nueva York, hasta el extremo de que si la incipiente pr¨¢ctica del dripping corri¨® de cuenta del infatigable Max Ernst, hab¨ªa de verse llevada a ¨²ltimas consecuencias por obra y gracia de Jackson Pollock.
V¨ªnculo mediador
?A qui¨¦n sino a Rauschenberg corresponde el papel de v¨ªnculo mediador entre el viejo dadaismo, el expresionismo intermed lo y el naciente pop-art? Sus c¨¦lebres assemblages recogen, en efecto, el objeto cotidiano, al modo dada¨ªsta, la imagen publicitaria, que luego divulgar¨¢ el pop, y el libre desenfreno del inmediatamente anterior expresionismo-abstraccionista. Entre los Pollock, Kllne, De Kooning..., . y los Johns, Linchtestein, Olderiburg, Warhol..., el nombre de Rauschenberg viene a establecer aquel medio complexivo de que antes habl¨¦ y del que deja constancia equitativa esta aleccionadora exposici¨®n.No faltan en ella los asiduos practicantes del staining (Kenneth Noland, Morris Louis), destructores definitivos de la perspectiva renacentista y audaces reductores del hecho pict¨®rico a un simple, fen¨®meno en el plano..., ni los que, como Frank Stella, centran sus cuidados en la desituaci¨®n sistem¨¢tica del soporte para con la superficie.... ni quienes, como Olitsky, plantean el problema material de la pintura-pintura..., las morosas caligraf¨ªas orientales de Tobey. El plato fuerte, sin duda, que nos viene dado por los cinco soberbios lienzos de Mark Rothko, siendo muy de lamentar que el solitario cuadro de Newnian (cuya poco agraciada colocaci¨®n qued¨® ya apuntada) no acierte a completar suficientemente el ciclo de los gigantes americanos. En uno y en otro queda, sin embargo, la lecci¨®n de la nueva pintura, atenta tanto a sus exigencias intr¨ªnsecas como cargada, en su aparente elementarismo, de hondos, m¨²ltiples y universales significados.
Tal puede ser el resumen (o resumen de un restimen) de lo afortunadamente expuesto en las salas de la March. El incitante ir y venir a lo largo (y poco ancho y menos alto) de ellas le har¨¢ creer al visitante que por unos instantes recorre uno de los ¨¢mbitos (frente al Central Park) m¨¢s entra?ablemente neoyorkinos, o al menos, que de su solapa cuelga la etiqueta made in USA, consciente esta vez (y en el mejor sentido de la expresi¨®n) de que hay cosas genuinamente americanas.
Babelia
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