Los gitanos
Aqu¨ª somos todos muy de derechas de toda la vida y rezamos el rosario todo el rato, a cien nobis por hora, como dir¨ªa Alvaro de Laiglesia (que me env¨ªa su ¨²ltimo libro), pero a una se?orita la echan del colegio porque va a tener un ni?o y en algunos colegios madrile?os no se admiten ni?os gitanos, seg¨²n me dicen. (Cada vez est¨¢ m¨¢s dif¨ªcil hacerse un porvenir.Me lo dijo don Joaqu¨ªn Costa cuando yo hac¨ªa la ruta del rom¨¢nico aragon¨¦s con el inolvidable Gaspar G¨®mez de la Serna, y paramos una tarde a merendar con el viejo regeneracionista y bailamos con ¨¦l unas jotas:
- Escuela y despensa, joven. Aqu¨ª lo que hace falta es escuela y despensa.
Bueno, don Joaqu¨ªn, pues sepa usted que lo de la despensa va fatal, con la nueva ca¨ªda de la peseta y el nuevo surtido de limacos que te entra en la leche, pero lo de la escuela a¨²n va peor, porque a las profesoras embarazadas las echan a la mism¨ªsima rue y a los gitanillos, churumbeles o ni?os cal¨¦s no los quieren en algunos colegios madrile?os.
- -Eso es el apartheid, don Francisco- dice el quiosquero.
A m¨ª se me ocurre que, si las gentiles profesoras embarazadas y los tiernos faraoncillos p¨¢rvulos son productos esp¨²reos del mundo docente y la EGB, podr¨ªamos reunirlos - en un kindergarten-ghetto. O sea, que las maestras pre?adas s¨®lo puedan dar lecci¨®n a los ni?os gitanos y que los ni?os gitanos s¨®lo puedan aprender las cuatro reglas de profesora ca¨ªda en el fango, el lodo y el arroyo de la vida misma.
-Ser¨ªa una manera de no dejar sin empleo a esas perdidas y no dejar sin instrucci¨®n a esos churumbeles- dice el parado.
Claro. Y, de paso, impedimos, que el profesorado est¨¦ril o simplemente al d¨ªa en sus procesos genitourinar¨ªos tenga que mezclarse con el profesorado gestante. Y que los ni?os cristianos que meriendan nocilla tengan que mezclarse con los ni?os infieles que meriendan chorizo de burro hecho por su pap¨¢ el gitano en el campamento, all¨¢ por Pe?a Grande. O, sencillamente, no meriendan.
Los gitanos y las madres solteras. He ah¨ª dos razas malditas -entre tantas- de esta sociedad nuestra que dice que no es racista. He hecho una encuesta por el barrio, en plan Metra-Seis, para darle cierto car¨¢cter cient¨ªfico a esta columna: le he preguntado a la gitana florista si sus ni?os van a los jesuitas, a los escolapios, a un jard¨ªn de infancia de Serrano o a un kindergarten sueco. Me ha dicho que sus ni?os est¨¢n a la recogida de carb¨®n en la v¨ªa del tren.
-Pero mujer, si los trenes ya no son de carb¨®n.
-Ah. Entonces por eso tardan tanto en volver. Se conoce que no encuentran carb¨®n.
Me parece que la democracia no es s¨®lo ese jaleo que se traen los pol¨ªticos de la derecha, de la izquierda y del centro, que dicen que son las dos Espa?as y luego te los encuentras siempre a todos juntos almorzando en los mismos restaurantes. S¨®lo se ponen de acuerdo a la hora de comer bien. Me parece que la democracia real empezar¨ªa por consentir a las se?oritas maestras que las embaracen todo lo que les d¨¦ la gana a ellas o a sus novios, y consentir a los ni?os gitanos, jud¨ªos, o simplemente pobres, que aprendan la gram¨¢tica castellana, que es tan hermosa y adem¨¢s est¨¢ hecha para todos, porque el abecedario, el amor y la orilla del r¨ªo son las tres ¨²nicas cosas en que no ha puesto la mano el Banco Espa?ol de Cr¨¦dito.
Antes de la guerra, cuando yo era as¨ª de peque?o, pero estaba ya hecho un pillete, como se dec¨ªa entonces, me juntaba con los escritores retroporno a decir picard¨ªas, y hab¨ªa uno de ellos, don Alberto Ins¨²a, que escribi¨® El negro que ten¨ªa el alma blanca, para demostrar al pa¨ªs, con cierto anticipo sobre Antonio Mach¨ªn, pero sin maracas,que tambi¨¦n suben al cielo todos los negritos buenos. Aquello emocion¨® mucho al personal, como luego Angelitos negros, porque quedaba claro que aqu¨ª no eramos racistas, y hasta Franco ten¨ªa una guardia mora. Los gitanos, mientras, segu¨ªan siendo nuestros pieles-rojas, y hoy es el d¨ªa que, en plena menstruaci¨®n democr¨¢tica, como dice de m¨ª Emilio Romero, los gitanos nos siguen dando un poco de asco. A lo mejor es que todav¨ªa no han pasado por la ventanilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.