La gran ciudad, margina
Ahora, cuando parece que en algunos sectores de la Administraci¨®n empieza a notarse cierta concienciaci¨®n respecto a la problem¨¢tica del minusv¨¢lido con alguna que otra disposici¨®n respecto a ?barreras arquitect¨®nicas? (con intenci¨®n de suprimir algo de lo mucho que obstaculiza la marcha lenta del deficiente); ahora, digo, cuando se procura, de alguna manera, alcanzar cierta unidad entre los que sufren deficiencias f¨ªsicas y mentales, para, de esta forma, dejar o¨ªr su voz -con tanto que decir-; ahora, en fin, cuando parece que un centro t¨¦cnico, el SEREM, empieza a intensificar su labor, promoviendo la construcci¨®n de centros, aportando ayuda t¨¦cnica y asistencial, en la calle, por cualquier sitio, se veja y margina al minusv¨¢lido. Ocurri¨® no hace mucho en un bar madrile?o. El due?o no quer¨ªa que un grupo de minusv¨¢lidos permanecieran all¨ª. No quer¨ªa servirles. Argumentaba que la presencia de esos minusv¨¢lidos podr¨ªa apartar de su establecimiento a los dem¨¢s clientes.Ha ocurrido ahora, recientemente, en el Metro de Madrid. A los minusv¨¢lidos, seg¨²n expresi¨®n de alg¨²n empleado, no se les pod¨ªa considerar viajeros, personas, sino bultos. Esto ya nos parece demasiado.Ahora, cuando se va tomando conciencia de la existencia de este problema, tan complejo, pero con posibles soluciones si un d¨ªa se afronta con sinceridad, en la calle, en un bar, en el Metro, por la actitud de unos vecinos que no quieren, se instale un taller para subnormales adultos en los bajos del edificio donde habitan; ahora, por todo esto, vemos que apenas s¨ª se ha conseguido nada. El minusv¨¢lido es la marginaci¨®n, es un residuo social. Todo el mundo pi,de, y algunos consiguen algo. Los binusv¨¢lidos tambi¨¦n vamos a pedir, tenemos que pedir, porque ya no basta el consuelo y la sonrisa beat¨ªfica de la se?ora caritativa que te acompa?aba una vez al a?o al Santuario de Lourdes. Vivimos en la tierra, necesitamos pisar y exprimir un poco la tierra . Como todos los seres humanos, como todos los hombres.Alg¨²n d¨ªa estudiaremos a fondo lo dispuesto'por las Naciones Unidas y el Consejo de Europa respecto a la acci¨®n que deben seguir todos los pueblos civilizados respecto a sus minusv¨¢lidos. Hoy no quiero m¨¢s que llamar la atenci¨®n sobre cosas, no gratas, ciertamente, que han sido noticia en, los ¨²ltimos tiempos.Valdr¨ªa la pena apuntar, como, contraste, el eco favorable que tuvo? no hace mucho, la exposici¨®n sobre proyectos, de supresi¨®n de barreras arquitect¨®nicas, en el Colegio de Arquitectos de Madrid, as¨ª como la mesa redonda que, aprovechando la citada exposici¨®n, tuvo lugar all¨ª, con dos ponentes, ambos minusv¨¢lidos -el arquitecto, se?or Cabezas Conde, y quien esto firma, escritor- Sirva, siquiera, como. compensaci¨®n, dado el eco favorable que la exposici¨®n y el coloquio tuvo, tanto en los medios arquitect¨®nicos, jur¨ªdicos_o, sipiplemente, entre el hombre de la calle, respecto a todo lo,negativo que abunda, con ese freno que se le pone al minusv¨¢lido, ignor¨¢ndole o vej¨¢ndole, cuando,- como cualquier persona, quiere vivir, integrarse en la sociedad-, trabajar, ser ¨²til.Me llegan constantemente llamadas y escritos de protesta, a la vez que diferentes grupos de minusv¨¢lidos me citan para ruedas de prensa y para una posible manifestaci¨®n callejera. Todo ser¨¢ poco, por cuanto que, pese a las buenas intenciones de algunas pocas gentes y de algunas poqu¨ªsimas entidades, el minusv¨¢lido es todav¨ªa, en nuestro pa¨ªs, como algo que molesta, algo que quiere ignorarse, lo mismo que el poderoso, para vivir m¨¢s tranquilo, ha querido marginar e ignorar siempre la miseria y la pobreza: que no viv¨ªa lejos de ¨¦l.
Por los que tropiezan conjantas cosas, valgan estas palabras m¨ªas que son simple esbozo de un medio grito que, dese¨¦ hace muchos a?os, se me escapa, a¨²n sin fuerza, de la garganta.
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