La democracia no llega a Madrid
Para los franceses, la batalla pol¨ªtica m¨¢s interesante del momento en su pa¨ªs es la campa?a para la elecci¨®n del alcalde de Par¨ªs. Ning¨²n otro hecho concita iguales controversias y pasiones. Los resultados del plan econ¨®mico de Barre, las divisiones en las fuerzas que ostentan el poder, son temas que han quedado oscurecidos ante el arrollador entusiasmo puesto por Jacques Chirac, antiguo primer ministro del Gobierno de Giscard d'Estaing, para conseguir la alIcald¨ªa de la capital gala y demostrar, al mismo tiempo, la importancia pol¨ªtica del cargo.La contemplaci¨®n de este hecho sugiere no pocos elementos de meditaci¨®n aqu¨ª, en Madrid, la capital espa?ola, donde, al menos por el momento, no nos va a ser posible contemplar ni participar en fen¨®menos de liza pol¨ªtica como los parisienses. Mientras todos los espa?oles han alcanzado en muy pocos meses niveles de politizaci¨®n muy estimables, que les van a permitir la elecci¨®n de sus representantes para la Administraci¨®n y el Gobierno del Estado, los madrilenos, tambi¨¦n espa?oles, no van a poder hacer lo mismo con el m¨¢ximo gobernante de la primera ciudad espa?ola.
No deja de ser una paradoja que, cuando desde las m¨¢s altas instancias oficiales se reconoce la soberan¨ªa popular y, es m¨¢s, se apela a ella para que todos colaboremos en la conducci¨®n del pa¨ªs, sigan existiendo restricciones para que una comunidad mucho m¨¢s reducida que la nacional, y, por supuesto, con problemas m¨¢s concretos y espec¨ªficos, no pueda decidir libremente quien puede mejor solucionar aquellos. Las cartas especiales de Madrid y Barcelona encorsetan esta posibilidad; y la situaci¨®n se mantiene a¨²n despu¨¦s de la entra.da en vigor de la nueva ley de R¨¦gimen Local, que sigue confiriendo al Jefe del Estado la ¨²ltima decisi¨®n sobre la persona que ocupe las alcald¨ªas de Madrid y Barcelona. Si de lo que se trata, con muchos esfuerzos, es de conseguir la democracia, los madrile?os nos vamos a quedar en la'mitad del camino en lo que al gobierno de la ciudad concierne.
Es preciso se?alar, no obstante, que tampoco hacen gran cosa los partidos pol¨ªticos por denunciar estas incongruencias, ni por ocuparse de resoverlas. Salvo alusiones menores, no se conoce que ninguno de los grupos del actual espectro pol¨ªtico espa?ol haya pensado en incluir soluciones con cretas al problema de la representatividad de los alcaldes de Madrid y Barcelona en sus programas, Muchos de los actuales l¨ªderes de los partidos aspiran, honestamente, a ejercer el poder como presidentes, ministros, subsecretarios y dem¨¢s. No hay nadie que, hasta el momento, se haya presentado ante sus futuros electores como aspirante a la alcald¨ªa de Madrid. Y no puede ser porque ser administrador supremo de la capital de. una naci¨®n sea algo poco importante. Aqu¨ª, los alcaldes de Madrid y Barcelona han sido siempre m¨¢s importantes que algunos ministros. Y no hace falta volver al ejemplo franc¨¦s, donde todo un ex primer ministro lucha en los barrios, en las f¨¢bricas, en los medios de informaci¨®n, por ser alcalde de Par¨ªs. Es evidente que, ahora mismo, tanto la Administraci¨®n como los partidos pol¨ªticos tienen temas m¨¢s gen¨¦ricos, de trascendencia m¨¢s general en los que ocuparse, siempre pensando en la normalizaci¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs. Pero con las elecciones a la vista, es posible que vaya siendo hora de llamar la atenci¨®n de Gobierno y Oposici¨®n sobre la circunstancia que comentamos: la ciudad donde se est¨¢ fraguando una nueva era de Espa?a, donde se van a decidir la circunstancias de las primeras, elecciones democr¨¢ticas de los ¨²ltimos cuarenta a?os, donde tienen sus sedes los partidos que m¨¢s han luchado por la democracia, tiene unas estructuras de gobierno no democr¨¢ticas. Es un contrasentido.
Y una ¨²ltima consideraci¨®n. Despu¨¦s de ocho lustros de no tener m¨¢s pol¨ªtica que la oficial, todo en este pa¨ªs es hoy Pol¨ªtica, con may¨²sculas. Esa pol¨ªtica ha de llegar a una ciudad como Madrid, llena de problemas. Y si la situaci¨®n econ¨®mica, la institucionalizaci¨®n de las regiones, o la plena incorporaci¨®n espa?ola al mundo occidental se ha de hacer mediante formulaciones pol¨ªticas en las que participen. todos los espa?oles a trav¨¦s de sus representantes libremente elegidos, no habr¨¢ otra soluci¨®n que trasladar id¨¦nticas f¨®rmulas a esta ciudad si alguna .vez se quiere llegar a hacerla simplemente habitable. Creo, por tanto, que a Madrid le ha llegado tambi¨¦n la hora de la democracia.
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