Los subnormales tienen derecho a ser hombres
En Espa?a hay m¨¢s de 350.000 subnormales, un 1 % del total. En 1974 hab¨ªa 509 centros con capacidad para unas 44.000 plazas, que en estos cuatro a?os se han incrementado en un 16 % anual. En estos centros, y en r¨¦gimen de internado -menos de la mitad-, media pensi¨®n -casi el 50 %- y externado -un 10 %- se recoge algo menos del 25 % de los subnormales necesitados de atenciones especiales -si es que alguno no las necesita: oficialmente se supone que la mitad no necesita especial atenci¨®n-, y siempre en edades comprendidas entre los seis y los dieciocho a?os, esto es, en la edad escolar. Los centros suelen ser mixtos, lo cual no supone coeducaci¨®n, y la correspondencia espa?ola es de diecisiete ni?os por cada maestro: la recomendada es siete. S¨®lo un 8 % de las plazas son gratuitas. El reparto geogr¨¢fico y socioecon¨®mico de estas plazas estatales desfavorece, seg¨²n el informe aparecido en la revista Siglo Cero. de marzo-abril de 1976, a las regicines m¨¢s deprimidas, mientras el riesgo de subnormalidad es abismalmente m¨¢s alto en las capas menos dotadas econ¨®mica y culturalmente. Subnormalidad y pobreza se relacionan de manera ¨ªntima.
Alfredo Fierro: ?La rentabilidad da la clave de la marginaci¨®n del subnormal?
Alfredo Fierro, sic¨®logo y licenciado en Derecho, es director de publicaciones de la Federaci¨®n de Asociaciones Protectoras de Subnormales, especialmente interesado en las relaciones entre subnormalidad y sociedad, tema central de este libro que es casi un manifiesto. Tras diez a?os de dedicaci¨®n a este tema, dijo a EL PAIS: ?Hay una correspondencia directa entre subnormalidad y todos los dem¨¢s subs: suburbio, subdesarrollo, subcultura. Es algo que se da en todas las clases, pero en las menos dotadas, especialmente en las capas subproletarias, con mucha mayor incidencia y mucho mayor riesgo. En Espa?a no hay estudios, pero s¨ª hay impresiones en la pr¨¢ctica. y los estudios en USA lo demuestran cient¨ªficamente. ??La deficiencia mental, que es un retraso en las funciones de maduraci¨®n del individuo, se consolida en el proceso evolutivo es decir, hasta los catorce o diecis¨¦is a?os. El subnormal, puel, se hace, aun cuando haya intervenci¨®n de causas gen¨¦ticas de anomal¨ªas cromos¨®micas o accidentes en el embarazo o en el parto, es decir, aunque puede haber una base en el nacimiento, el tratamiento familiar y social hacen al subnormal. ?
?Por eso yo hablo de un proceso de subnormalizaci¨®n, que a veces interviene en las mismas causas cong¨¦nitas -falta de atenci¨®n e informaci¨®n-, y sobre todo, en el mundo, pobre en est¨ªmulosque suele rodear al subnormal, y adem¨¢s, en su marginaci¨®n.?
?Por otro lado, subnormalidad es, ya, una definici¨®n social. Cada sociedad decreta qui¨¦nes van a ser sus subnormales, que lo son en funci¨®n de sus propias estructuras. En la sociedad capitalista, ¨¢onde los valores fundamentales son el lucro y la rentabilidad, los subnormales son aquellos que son incapaces de un trabajo lucrativo para ellos y para un pair¨®n. E ay, adem¨¢s, ese especial horror a la diferencia, a los individuos distintos del hombre-tipo -que es el rentable econ¨®micamente- el tab¨² que separa al sujeto distinto. Una forma de defensa de una concepci¨®n del hombre y la sociedad, que es hist¨®rica: de hecho, el concepto de subnormalidad no aparece hasta el siglo pasado. Antes estaba unido a otros s¨ªndromes. Hasta el siglo XVIII coincid¨ªan prisi¨®n, manicomio, asilo y jaula de subnormales. Foucault muestra c¨®mo la sociedad crea a sus marginados y luego los separa, los encierra. Los persigue. ?
?Por eso creo que el trabajo que he tratado de llevar adelante en este libro rebasa los l¨ªmites de Is subnormalidad, para entrar en otros campos de marginalidades. Si te fijas, la clave de todas las minor¨ªas marginadas es la misma: su ser de no rentables. De no explotables.?
?Y claro, mi opini¨®n es que estos grupos, precisamente por su no necesidad en el aparato productivo, tienen muy escasa capacidad reivindicativa. De ah¨ª se deriva en mucho su situaci¨®n. La soluci¨®n es elemental y ret¨®rica: hay que conseguir una sociedad m¨¢s justa. Pero el problema sigue: ?c¨®mo? Yo har¨ªa una llamada a los trabajadores, a los explotados, porque son los llamados a engrosar el grupo de los marginados. Y s¨®lo un gesto solidario por su parte puede salvarles. ?
J. L. Aranguren: ?Son un espejo implacable de nuestra sociedad?
El profesor Aranguren, catedr¨¢tico de Etica en la Universidad de Madrid, que participar¨¢ en la -presentaci¨®n del libro, habl¨® a EL PAIS sobre las implipaciones sicomorales del problema. Dijo el profesor: ?Yo puedo darle una visi¨®n de no especialista, pero de afectado por el problema. Nosotros tenemos un hijo subnormal. En realidad, es el ¨²nico que conozco, no me he dedicado a estudiar el tema que por otro lado, estudia tan bien Fierro en este libro que tiene mucho de manifiesto, y por tanto, de apelaci¨®n moral. ??Creo que hemos pasado de una ¨¦poca de ocultaci¨®n, de los subnormales -sobre todo por parte de la peque?a burgues¨ªa- a otra, en la que se f¨®menta la excesiva dependencia hacia sus padres o hacia instituciones tutelares. Se empieza a ver tambi¨¦n el car¨¢cter, peligroso por una parte, de considerarlos como eternos ni?os: parece que no crecen, y esto tiene mucho de gratificador, especialmente para sus madres. Es una forma insospechada de gratificaci¨®n, sobre -todo en los casos en que existen frustraciones sociales -esas que marcan a todas las mujeres- profegionales o incluso familiares. ?
?Pero el problema es que el subnormal tiene que realizarse como hombre. El es el caso l¨ªmite de nuestra injusticia, voluntaria o no, y un espejo implacable de nuestra sociedad, que muestra las imperfecciones de su rostro. Su misma existencia es una denuncia extremosa de toda marginaci¨®n. Por otro lado, creo que e hombre subnormal es ajeno a este mundo ferozmente competitivo Tiene su propia esfera, semejante a quien vive en un espacio po¨¦tico. El suyo es un espacio que la sociedad tiende a suprimir. Como suprime el esp¨ªritu de fiesta y burla, de juego, que est¨¢ tan acentuado en ellos.?
Gonz¨¢lez M¨¢s: ?Amnist¨ªa mundial para los subnormales?
Rafael Gonz¨¢lez M¨¢s, m¨¦dico, lleva mucho tiempo dedicado,con amor e imaginaci¨®n, al adiestramiento y maduraci¨®n de subnormales. Dice a EL PAIS: ?Rechazo la actual escolaridad de los subnormales, y todo el sis tema educativo que se sigue con ellos. Es una jaula, una reja. Mi idea es distinta: yo no creo que el subnormal pueda ser normal, igual que los normales. Pero tiene que ser s¨ª mismo, y tiene que tener su libertad, su dignidad, su inde pendencia. Por tanto, hay que dar medios distintos para un ser dis tinto. Hacen falta t¨¦cnicas espec¨ªficas para que puedan alcanzar el prodigio de su propio techo. Por eso yo hablo de adiestra miento y maduraci¨®n, que le ayuda a conseguir su propia per tenencia, su identidad personal y social. ??El mundo, la ciudad, las calles y la tele, todo est¨¢ hecho por y para listos. Y al hombre subnormal se le coloca en una situaci¨®n m¨¢s pat¨¦tica que la de los animales del zoo. El est¨¢ encerrado en un zoo de obligaciones y de prohibiciones. No va solo a la calle, no puede viajar solo, es un ni?o perpetuo, al que los listos no pueden dar las libertades que ellos tienen por eso, por listos. ?
?Y lo prodigioso es que el hombre subnormal puede aportar tanto como todos los dem¨¢s. Hay que comunicarse con ellos de otro modo. A lo mejor mirar un poco, no hablar, empujarse algo. Ahora es un ser radicalmente infeliz. Yo pedir¨ªa una amnist¨ªa mundialpara los subnormales, amnistiarlos de esos colegios especiales feroces, del no te toques ah¨ª, no mires, no salgas, no cojas eso... Y quiz¨¢ nos tengamos que amnistiar todos, por nuestro delito de injusticia y miedo. ?
?Adem¨¢s, con un trato adecuado, surgen los ancestros, un mundo cultural de ritmo muy antiguo, un lenguaje infinitamente po¨¦tico, referido a otro mundo con otra lengua, con otros valores y otra cultura. Por ejemplo, un viejo que conoc¨ª, Josecito, que vio la mar en Huelva una vez, me la defini¨® como "es un azul muy grande, que espejea". A mi, me pareci¨® Juan Ram¨®n.?
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