El Metro, una larga deuda con Ios madrile?os
El Metro madrile?o est¨¢ a punto de perder su condici¨®n de empresa privada y de pasar a ser patrimonio p¨²blico. Este cambio ha sido calificado por Carlos Mendoza, presidente del consejo de Administraci¨®n del Metro, como socializaci¨®n. Se supone que el Metro es un transporte que, por circular por interferencias, deber¨ªa ser r¨¢pido, seguro, c¨®modo y eficiente. Nada m¨¢s lejos de la verdad; el Metro madrile?o es sumamente inc¨®modo, relativamente lento y exageradamente inseguro.Aunque dar datos que corroboren lo antedicho puede ser masoquismo, no est¨¢ de m¨¢s el se?alar que, por ejemplo, en hora punta el donde s¨®lo caben dos no caben tres es ampliamente vulnerado por este medio de transporte, alcanzando cotas excelsas en lo que a grado de ocupaci¨®n se refiere, con casos tan extremos como el del suburbano.
En cuanto a seguridad, a¨²n est¨¢ muy reciente la serie de accidentes sufridos en un brev¨ªsimo lapso de tiempo, y que levantaron un sinn¨²mero de especulaciones acerca de su curiosa coincidencia con el per¨ªodo previo a la nacionalizaci¨®n. Como no hay mal que por bien no venga, si nos fijamos en las palabras del se?or Pool -director del Metro- acerca de que, como la estad¨ªstica demuestra, cada a?o se produce un m¨ªnimo n¨²mero de estos percances, con los que hace poco se produjeron suponemos agotado el cupo de accidentes para los pr¨®ximos a?os.
Se puede estimar en un mill¨®n largo de personas las que tienen acceso directo al Metro, lo cual supone aproximadamente un tercio de la poblaci¨®n madrile?a. Este porcentaje relativamente bajo se debe fundamentalmente al trazado de la red que presta sus mejores servicios a la zona central de Madrid, como demuestra el hecho de que la mitad de sus estaciones sean interiores al segundo cintur¨®n (las Rondas), y las tres cuartas partes interiores a la autopista de La Paz.
La escasa afici¨®n de los responsables de Metro a ampliar su campo de actuaci¨®n a la periferia madrile?a, se ve agravada si observamos los resultados obtenidos cuando lo ha hecho. En primer lugar, hay que citar la enigm¨¢tica estaci¨®n de Las Musas, final de la l¨ªnea VII, que se encuentra situada en el centro de un descampado con el consiguiente trastorno a los hipot¨¦ticos usuarios. Aunque, ?quien fuera due?o de uno de los solares que forman ese descampado!
Por otro lado, hay que mencionar la desviaci¨®n que sufri¨® el trazado de la l¨ªnea que se destinaba a servir al barrio del Pilar. La l¨ªnea, que en principio iba a tener una estaci¨®n en el propio barrio, ha desviado su recorrido hasta que la mencionada estaci¨®n ha ido a caer en el barrio de Altamira, zona noble perteneciente al mismo promotor del barrio del Pilar. El calendario que corresponde el plan de ampliaci¨®n redactado en 1968 y revisado y retrasado en 1974; es el siguiente:
Alfonso XIII-Esperanza: Diciembre 75. Cuatro Caminos-Pac¨ªfico: Julio 76; C. Lineal-Canillejas: Enero 77. Pac¨ªfico-Oporto: . Enero 77. Fuencarral-N. Ministerios: Julio 77. H. Oria-Pavones: Julio 77.
Es in¨²til se?alar que ninguno de tales tramos ha sido abierto al p¨²blico. Pasado febrero del 77 y que tampoco parece que lo vayan a ser las previstas para este pr¨®ximo verano. Pero es que, adem¨¢s, se sabe que Obras P¨²blicas, ha terminado la infraestructura ; (t¨²neles, estaciones, etc¨¦tera) de m¨¢s de diez kil¨®metros de estas l¨ªneas, sin que la empresa del Metro los haya puesto en servicio. As¨ª nos encontramos con la penosa realidad de que miles de madrile?os carecen de metro, simplemente porque la empresa no cumple sus compromisos.
Un negocio bajo tierra
La Compa?¨ªa Metropolitano de Madrid se constituy¨® en 1917 con un capital de diez millones de pesetas (el Banco de Vizcaya el 50% y el Rey Alfonso XIII el 10%), con el objeto de construir y explotar el ferrocarril metropolitano. El Estado apoy¨® el proyecto y otorg¨® a concesi¨®n por un per¨ªodo de 99 a?os. La Compa?¨ªa, como toda sociedad an¨®nima, nac¨ªa con ¨¢nimo de lucro, y su fin l¨®gico, por tanto, era la obtenci¨®n del m¨¢ximo beneficio. Es precisamente en este punto, el beneficio econ¨®mico que exige el capital privado, donde tienen su origen los males del Metro como servicio p¨²blico.No es casualidad que el Metro haya sido un buen negocio durante a?os. Como tampoco lo es el que la red, insuficiente desde todo punto de vista, se reduzca pr¨¢cticamente al centro de Madrid y tenga una estructura radial.
Es evidente que el mayor n¨²mero de desplazamientos se realiza en el Centro de la ciudad. De ah¨ª que cubriendo esta zona con cuatro o cinco l¨ªneas radiales y no muy largas, se puede recoger, sin una gran inversi¨®n, un buen porcentaje de los posibles usuarios.
La estructura radial ofrece la ventaja a la sociedad explotadora de que, con un mismo n¨²mero de kil¨®metros de red, pone m¨¢s puntos de la ciudad en contacto con el Centro, encubriendo de esta forma la carencia de l¨ªneas. Sin embargo, para el usuario, este trazado comporta much¨ªsimos inconvenientes, al ser necesario pasar por el Centro, para ir a cualquier otro lugar de la ciudad (aunque este se encuentre relativamente cerca de la estaci¨®n de origen), los viajes se alargan excesivamente -aut¨¦ntico despilfarro de tiempo- y la congesti¨®n de las l¨ªneas aumenta hasta llegar en las horas punta a l¨ªmites de hacinamiento intolerables. La inexistencia de l¨ªneas longitudinales y circulares que descentralicen los recorridos se debe a que dichas l¨ªneas, y por lo tanto, dichas inversiones, apenas aportan nuevos viajeros, o lo que es lo mismo, nuevos ingresos. Al fin y al cabo, la compa?¨ªa conoce a sus clientes y sabe que los usuarios del Metro, principalmente de la clase trabajadora, si no tienen una estaci¨®n cerca de su barrio, buscar¨¢n un autob¨²s o una camioneta que les acerque hasta el Metro.
Con todo esto, creemos que est¨¢ claro, c¨®mo puede ser negocio un Metro, como de hecho lo ha sido, para el capital privado. Los problemas para la compa?¨ªa explotadora comienzan al hacerse ineludible la ampliaci¨®n de la red. Entonces, aunque el Estado sufrague gran parte de las inversiones, como ocurre ahora, el capital opta por buscar otro sector m¨¢s rentable, y escapa con los beneficios acumulados a lo largo de los a?os. Abandona el transporte en manos del Estado y le exige una fuerte indemnizaci¨®n.
Negocio sobre tierra
Si es justo reconocer la audacia y visi¨®n defuturo de los ingenieros (Mendoza, Gonz¨¢lez, Echarte y Otamendi) que iniciaron la aventura del Metro, tambi¨¦n hay que reconocer que agudizaron su ingenio vinculando el negocio del transporte al negocio inmobiliario.Bajo los auspicios de la Compa?¨ªa Metropolitano de Madrid, en 1918 se crea la Compa?¨ªa Urbanizadora Metropolitana. Su funci¨®n era urbanizar y construir junto a las futuras estaciones del Metro. El gran negocio se puso en marcha con la avenida de la Reina Victoria, y la zona de casas unifamiliares (al final de la avenida) que hoy ocupan sanatorios, colegios mayores y residencias universitarias.
Un a?o despu¨¦s (1919) se inaugura la primera l¨ªnea del ferrocarril subterr¨¢neo que, casualmente, enlaza Cuatro Caminos con la Puerta del Sol. A?os m¨¢s tarde, la l¨ªnea II tendr¨¢ su terminal tambi¨¦n en Cuatro Caminos. La accesibilidad envidiable de aquellos terrenos supuso su r¨¢pida revalorizaci¨®n, aportando cuantiosos beneficios a la citada compa?¨ªa.
Siguiendo el proceso de tan floreciente negocio, en 1935 el grupo crea la Inmobiliaria Metropolitana. Entre las obras ilustres de esta sociedad destaca el haber construido la torre de Madrid en zona verde. En su haber se encuentra tambi¨¦n la destrucci¨®n del barrio de Pozas y la sustituci¨®n del c¨¦sped del Estadio Metropolitano por el muro de hormig¨®n que acaban de construir. Por todo ello, cabr¨ªa concluir diciendo que el Metro (empresa) no s¨®lo no ha cumplido el papel adecuado en la soluci¨®n del problema del transporte, sino que, adem¨¢s, ha obtenido y repartido beneficios a costa de sus maltrechos usuarios. En consecuencia, mas que ver cu¨¢l ser¨ªa el precio justo a pagar a los accionistas, habr¨ªa que echar cuentas sobre cuanto debe el Metro a los ciudadanos de Madrid, a los que lo han sufrido y a los que ni siquiera lo han podido padecer.
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