Reflexiones para despu¨¦s de una guerra
Lo malo que tienen las guerras es que, cuando acaban, hay que hacer recuento de los contendientes que han salido vencedores y de los que han resultado vencidos. En la de los tractores, que parece ya terminada o a punto de terminar al menos en su primera fase, el balance de resultados es positivo en el sentido de que se han producido varios ganadores y casi ning¨²n perdedor. Ello es m¨¢s de lo que algunos implicados en el conflicto pudieron esperar a lo largo de este.La m¨¢s clara victoria corresponde a todos los agricultores espa?oles. Por primera vez en muchos a?os han sido capaces de demostrar que tienen capacidad de respuesta ante la injusticia, que se hallan unidos, que son sensatos en sus luchas y que no son f¨¢cilmente manejables a trav¨¦s de falsas promesas. Quieren hechos porque ya no se f¨ªan s¨®lo de los buenos prop¨®sitos.
Hay que hacer aqu¨ª un inciso sobre la extracci¨®n de las personas que aparcaron sus tractores en las carreteras. La gran mayor¨ªa de ellos eran peque?os y medianos agricultores aut¨®nomos que son los m¨¢s perjudicados por el abandono en que se halla el sector. Las zonas del pa¨ªs en que predominan grandes propietarios, que explotan sus tierras con trabajo ajeno, no se unieron a la huelga, aunque a la larga se beneficiar¨¢n de la movilizaci¨®n llevada a cabo. Este hecho exige otro an¨¢lisis aparte y basta ahora se?alarlo.
En cuanto a las fuerzas sindicales que s¨®lo hace unos meses empezaron a actuar, la guerra sostenida significa una muestra definitiva de su fuerza potencial. Es cierto que el movimiento puede calificarse, en general, de espont¨¢neo pero hay que reconocer que en bastantes provincias los agricultores han respondido matem¨¢ticamente a los llamamientos de la coordinadora. Se puede deducir de los hechos acaecidos que cuando se defienden intereses comunes y no existen personalismos partidistas ni segundas intenciones, el campesino conf¨ªa en sus l¨ªderes y va con ellos hasta el final. Creemos que as¨ª lo ha entendido la coordinadora y ah¨ª est¨¢, sin duda, la clave de su triunfo.
Tambi¨¦n ha resultado vencedora en la crisis la idea -sostenida ya por ciertos altos cargos del Ministerio de Agricultura- de que las C¨¢maras Agrarias, al igual que ocurre en Francia y otros pa¨ªses, deber¨¢n perder cuanto antes su car¨¢cter sindical y reivindicativo para convertirse en ¨®rganos de tipo profesional de apoyo a los agricultores con estructura interna plenamente democr¨¢tica. Ha llegado la hora del retiro para los personajes verticalistas -aut¨¦nticos caciques en los ¨²ltimos a?os- que nada tienen ya que ofrecer bajo su pretendida alternativa. ?apol¨ªtica?. No existen deseos de revancha contra ellos pero deben comprender que apuntarse al futuro a base de consignas de lucha ?a toro pasado? es una posici¨®n insostenible. Toda la estructura sindical de la dictadura, y lo que ella representa, es la gran perdedora de esta guerra.
En cuanto al Gobierno, cabe decir que, tras unos comienzos desafortunados, ha sabido mantener una posici¨®n dif¨ªcil jugando la carta peligrosa de no herir la susceptibilidad de ninguno de los implicados en el conflicto y de no provocar hechos irreversibles. Sin embargo, la decisi¨®n de no recibir a la comisi¨®n negociadora elegida mientras no se retiren los tractores, ha estado a punto de producir reacciones violentas de dif¨ªcil arreglo. No parece que la estrategia seguida debiera repetirse en el futuro.
En la nota ofrecida a los medios de comunicaci¨®n despu¨¦s del ¨²ltimo Consejo de Ministros se propone un marco de convivencia a las diferentes fuerzas implicadas, pero ello s¨®lo puede llevarse a la pr¨¢ctica acelerando la implantaci¨®n de libertades sindicales plenas y recogiendo, esta vez de verdad, las reivindicaciones del sector. Hay que transferir al campo lo que le ha sido extra¨ªdo durante d¨¦cadas y si ello no se traduce pronto en programas tangibles y estos no se negocian sin complejos con representantes libremente elegidos, no habr¨¢ posibilidad de implantar esa nueva convivencia. En este sentido, el Ministerio de Agricultura podr¨ªa tambi¨¦n verse beneficiado por la crisis si en el futuro sabe convertirse en defensor de los intereses del campo sin subordinarlos, como hasta ahora, a pol¨ªticas desarrollistas de gran espectacularidad pero de dudosa eficacia. Para desempe?ar esa funci¨®n y para que los campesinos vuelvan a confiar en el Ministerio del ramo es importante que este negocie, cuanto antes, con todas las fuerzas implicadas y no solamente con sindicalistas oficiales que poco o nada representan ya.
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