Arde Par¨ªs
HOY SE celebran en Francia elecciones municipales. M¨¢s de ochocientas ciudades francesas, de las cuales 148 con m¨¢s de 30.000 habitantes, van a elegir sus consejos municipales y sus alcaldes. Desde hac¨ªa varios meses las elecciones hab¨ªan cobrado la importancia que les daba el ser una especie de ensayo general antes de las legislativas de 1978. De sus resultados, se dec¨ªa, podr¨¢ obtenerse una radiograf¨ªa relativamente exacta de las intenziones pol¨ªticas de los franceses y una posible confirmaci¨®n de los sondeos de opini¨®n que apuntan la posibilidad de un triunfo de las izquierdas el pr¨®ximo a?o.De pronto, el anuncio de que Jacques Chirac se presentar¨ªa como candidato a la alcald¨ªa de Par¨ªs frente al ?elegido? presidencial, el ministro de Industria, Michel d'Ornano, desvi¨® el inter¨¦s de las elecciones, convirti¨¦ndolas en una pugna eiltre grupos de la mayor¨ªa presidencial. De hecho, la decisi¨®n de Chirac no tuvo nada de sorprendente si se examina con. cuidado su evoluci¨®n pol¨ªtica desde su dimisi¨®n como jefe de Gobierno, en el verano pasado.
Desde entonces parec¨ªa claro que Chirac no hab¨ªa roto con, el presidente de la Rep¨²blica para volver a ser un pol¨ªtico m¨¢s de la mayor¨ªa. Cuando en diciembre de 1974 Chirac se hizo cargo de la UDR, el partido mayoritarib de la Asamblea,su l¨ªnea pol¨ªtica estaba ya trazada. Los siete meses transcurridos desde que Giscard llegara a la Presidencia hab¨ªa convencido a la mayor¨ªa de los comentaristas pol¨ªticos de que el sucesor de Pompidou, no habiendo podido cambiar a su favor el signo de la mayor¨ªa, estaba irremediablemente condenado a enfrentarse con ellos o a d¨®blegarse.
La dimisi¨®n de Chirac, que hab¨ªa maniobrado para conseguir el apoyo de la UDR a favor de Giscard y en contra de Chaban Delmas, fue seguida en diciembre de 1975 de la transformaci¨®n de la UDR en RPR -Uni¨®n del Pueblo Franc¨¦s-, y de la elecci¨®n de Chirac como su presidente. Desde ese momento qued¨® claro a los ojos de todos que el, ?chiraquismo? constitu¨ªa una corriente destinada a hacer conseguir de nuevo la presidencia de la Rep¨²blica y la direcci¨®n natural de la mayor¨ªa, en una misma persona: Jaques Chirac.
Bajo su direcci¨®n, el gaullismo volv¨ªa a la tradici¨®n derechista y nacionalista que le era propia. S¨®lo el general hab¨ªa tenido dimensi¨®n hist¨®rica suficiente para no ser gaullista. Pero Chirac parece representar, con su deseo de aunar a toda costa legitimidad popular y autoridad, una vieja tradici¨®n francesa: el bonapartismo posterior a la, ca¨ªda del Imperio de Napole¨®n, y de,Eugenia de Montijo, y de los comienzos de la gran industrializaci¨®n francesa.
Desde ese mismo momento comenzaron a quebrarse los dos pilares en que desde 1958 se ha asentado la V Rep¨²blica: la autoridad indiscutible del presidente y la eficacia parlamentaria de la mayor¨ªa. Nada m¨¢s instalado en el El¨ªseo y antes de que acabara la luna de miel de sus famosos cien d¨ªas, los proyectos de Giscard empezaron a galvanizar la opini¨®n decidida de los gaullistas. El proyecto pol¨ªtico y social del antiguo ministro de Hacienda y dirigente de los republicanos independientes era bien sencillo. Consist¨ªa en eliminar la tensi¨®n producida por la bipolarizaci¨®n. Para conseguirlo ten¨ªa, por un lado, que romper -la uni¨®n de las izquierdas, atrayendo a socialistas y radicales hacia un di¨¢logo con el presidente y, por otro lado, mostrar que estaba dispuesto a eliminar algunas de las causas que hac¨ªan de Francia el pa¨ªs europeo con mayores desigualdades sociales. En ambos intentos fracas¨®. Miterrand prefiri¨® seguir al lado de los comunistas y los diputados gaullistas recortaron de tal forma el proyecto de ley de plusval¨ªas que al final todo segu¨ªa igual.
Desde entonces, los acontecimientos han seguido su curso natural. Las diferencias entre Giscard y los gaullistas son excesivas como para pensar en una posibilidad de acuerdo. Son diferencias sobre el funcionamiento de las instituciones, sobre la pol¨ªtica econ¨®mica y social, sobre Europa y la soberan¨ªa nacional... Y as¨ª se ha llegado, despu¨¦s de unaicampa?a llena de agresiones verbales entre los dos componentes de la mayor¨ªa, a la hora de las elecciones.
A¨²n cuando las izquierdas no se han visto libres de disputar -socialistas y comunistas estuvieron a punto de no ponerse de acuerdo en Par¨ªs-, el espect¨¢culo de la desuni¨®n ha estado a cargo de la mayor¨ªa. Hasta qu¨¦ punto este hecho haya podido influir en el ¨¢nimo de los votantes lo comprobaremos a partir de hoy; en todo caso, la aparici¨®n de los grupos de defensores de la naturaleza, o ecol¨®gistas, constituye un elemento pr¨¢cticamente nuevo que puede ser decisivo. Los ¨²ltimos sondeos de opini¨®n les conceden entre un 12 y un 15% de los votos. Quiz¨¢s no ,tengan todav¨ªa fuerza suficiente para devolver su pudor a la dulce Francia, pero acaso puedan inclinar la balanza a favor o en contra de Chirac o Giscard.
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