Unas carretas, desastre nacional

Me consta que miles de veces se ha suplicado, miles de, veces se ha llevado gesti¨®n a todas las escalas, a todos los niveles, llorando, implorando, suplicando m¨¢s o tanta clemencia que un condenado a la ¨²ltima pena el remedio para estas carreteras que unen Puertollano con el resto de Espa?a, sea por donde sea, para ninguna parte ya se puede salir. Es cierto que a estas enfermas, durante ya treinta a?os, se les han venido poniendo calmantes, pero como a todo el mundo les ha llegado su hora, han muerto. Su muerte representa para Puertollano tambi¨¦n su propia muerte; para Ciudad Real, la muerte de su hijo mayor, y para Espa?a una de sus mejores familias, y que ello supone un duro golpe para el pa¨ªs. Ah¨ª est¨¢n de cuerpo presente estos cad¨¢veres que todo el mundo, si es capaz de llegar, puede ver con sus propios ojos.La m¨¢s grande industria de esta, al parecer, marginada provincia, se encuentra aislada. No pretendo hacer un drama ni levanto falsos testimonios. Todos los parecidos con la realidad son ciertos. Este callej¨®n sin salida est¨¢, adem¨¢s de ocasionando grandes da?os, haciendo derivar hacia otros lugares cualquier ampliaci¨®n de industrial o creaci¨®n de nueva planta posible. 'Muchos abandonaron ya y se marcharon; los dem¨¢s tendremos que hacer lo mismo.

Todos esos arreglos de que he hablado ha sido pan para hoy y hambre para ma?ana; concretamente todo este pan ha sido de los m¨¢s caros qu¨¦ han costado al pa¨ªs, nuestras haber invertido en ellos durante esa treintena de a?os ¨²nos treinta millones de pesetas anuales -puede aumentar o achicar la cifra quien sepa m¨¢s-, en conservar estas carreteras, ahora no nos quedar¨¢ otro remedio que volver al antiguo arriero y al carro y la mula, .para, con su andar, hacer nuevos caminos.