Una maniobra dilatoria
El pasado d¨ªa 17 se constituy¨® por fin la comisi¨®n para la redacci¨®n del plan de defensa del Patrimonio Art¨ªstico de Madrid, que hab¨ªa sido creada por orden ministerial de Educaci¨®n y Ciencia de 30 de diciembre de 1976 como paso previo a la incoaci¨®n de expediente de declaraci¨®n de conjunto hist¨®rico-art¨ªstico a favor de determinadas zonas de la ciudad. Tras esta inocua terminolog¨ªa administrativa, se esconde la historia de la asimilaci¨®n y posterior neutralizaci¨®n por el sistema de una iniciativa forjada por las instancias c¨ªvicas y culturales independientes y que, aparte de ofrecer un instrumento eficaz de protecci¨®n de los barrios m¨¢s caracter¨ªsticos, hubiera significado un serio obst¨¢culo a las apetencias inmobiliarias, por lo menos en el casco directamente afectado por la declaraci¨®n monumental que se ped¨ªa. En pocas palabras, y a ra¨ªz de la ola de demoliciones de edificios antiguos registrada a lo largo de la primera mitad del pasado a?o, fue tomando cuerpo la necesidad de que se elevara a la categor¨ªa legal de conjunto hist¨®rico-art¨ªstico lo que a¨²n quedaba de inter¨¦s en Madrid.Hactendo uso de la actual normativa sobre Patrimonio Art¨ªstico, que es, esencialmente, la ley de 1933 con un reglamento de 1936, bastar¨ªa la simple incoaci¨®n del expediente de declaraci¨®n de esa zona o zonas, una vez trazado su per¨ªmetro, para que todo proyecto de obras comprendido en su demarcaci¨®n, precisara de la aprobaci¨®n previa de la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico y Cultural. Esta simple medida, que se establece por orden ministerial y acaba confirmada por el correspondiente decreto de declaraci¨®n monumental, hubiera sido la primera e ineludible fase para la conservaci¨®n en bloque de todo el recinto hist¨®rico. Pues bien, lejos de utilizar esta v¨ªa, la referida direcci¨®n general prefiri¨® otra un tanto peculiar, la de establecer una comisi¨®n que redactara un informe sobre cuyas conclusiones se fijar¨ªan los l¨ªmites del casco hist¨®rico. Primer resultado negativo de esta soluci¨®n, el antiguo Madrid sigue jur¨ªdicamente desprotegido. Se pens¨® entonces por los sectores interesados en el ten¨ªa que el Ayuntamiento, por lo menos, negar¨¢ licencias de demolici¨®n en los barrios presumiblemente incluidos en el futuro casco, pero la sugerencia no ha prosperado.
Creada la comisi¨®n por orden de 20 de diciembre de 1976, BOE de 22 de enero, la preside el subsecretario de Educaci¨®n y Ciencia, con el alcalde de Madrid de vicepresidente primero y el director general del Patrimonio, de segundo. Aparte de otros dos representantes de Educaci¨®n y Ciencia, de dos m¨¢s del Ayuntamiento, de uno de Hacienda, de uno de Vivienda, de sendos de las Academias de Bellas Artes y de la Historia, s¨®lo dos t¨¦cnicos forman parte de esta inoperante comisi¨®n, por el Municipio, el arquitecto jefe de la zona hist¨®rico-monumental, Juan L¨®pez Ja¨¦n, que aportar¨¢ el minucioso inventario de elementos urbanos en que viene trabajando desde hace tiempo, y por el Ministerio, Fernando Chueca Goitia, autor de la perimetraci¨®n provisional del controvertido casco hist¨®rico.
Es decir, que se ha llegado a una alternativa ecl¨¦ctica o de compromiso, que, por una parte, parece afrontar el problema, pero que, por otra, lo demora sine die, supedit¨¢ndolo, adem¨¢s, a un organismo de funcionalidad dudosa. Faltan en la comisi¨®n representantes del Patrimonio Nacional (Corona) y de la Iglesia, cuyos intereses en esta ciudad son capitales. Y falta, por supuesto, aut¨¦ntico inter¨¦s en resolver la angustiosa situaci¨®n en que se debate el pobre patrimonio art¨ªstico de Madrid. Barrios enteros, como el de Malasa?a, entornos urbanos, como el de Castellana, Recoletos, Salamanca y G¨¦nova; zonas de la importancia de la plaza de Oriente y del mal llamado ?Madrid de los Austrias?, est¨¢n pendientes de una comisi¨®n que, por lo pronto, ha tardado mes y medio en constituirse -reunirse- y que cuenta a partir de ahora los tres meses que la orden fijaba de plazo para la redacci¨®n del informe final.
Con este ritmo dilatorio y con el paralelo, pero acelerado, del proceso destructivo de las inmobiliarias, ?qu¨¦ quedar¨¢ entonces a proteger? Acaba de suceder un hecho sintom¨¢tico: mientras que los servicios municipales competentes daban licencia para demoler la gasolinera racionalista de Alberto Aguilera, obra de Fern¨¢ndez Shaw, el benem¨¦rito comisionado se?or L¨®pez Ja¨¦n, en su otro servicio, tambi¨¦n municipal, prosegu¨ªa incansable la redacci¨®n del cat¨¢logo de edificios a conservar, en el que figura -c¨®mo no-, y con los merecidos honores la gasolinera de Alberto Aguilera.
S¨®lo una adecuada toma de conciencia colectiva, que promoviera desde las instancias c¨ªvicas y culturales una intensa presi¨®n sobre las instancias administrativas y decisorias, podr¨ªa poner las necesarias cortapisas a tan dram¨¢tica situaci¨®n. Los servicios monumentales del Ayuntamiento han solicitado de los ciudadanos su colaboraci¨®n a la hora de completar el frustrado cat¨¢logo, para que aporten cuantos datos o sugerencias estimen quepa recoger en ¨¦l. Habr¨ªa que extender esta labor cooperadora a un nivel de verdadera inspecci¨®n popular de la acci¨®n inmobiliaria, al tiempo que se estableciera entre los diferentes ¨¢mbitos del Ayuntamiento la imprescindible coordinaci¨®n administrativa.
Madrid ha sido, y es, m¨¢s importante en el plano hist¨®rico-art¨ªstico de lo que la Administraci¨®n parece creer. No permitamos que, despu¨¦s de cuarenta a?os de pol¨ªtica antimonumental, precedidos, a su vez, de los incendios de iglesias barrocas en 1931 y 1936 y de las lamentables consecuencias de los tres a?os de asedio en la guerra civil, vaya a convertirse Madrid en la leyenda de la ciudad sin nombre.
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