Gesti¨®n de la crisis/2
La postura de Izquierda Democr¨¢tica sobre el problema de la asignaci¨®n de recursos merece consideraci¨®n especial. El rechazo que este partido hace de los esquemas marxista y capitalista se traduce en una rara mezcla al margen de cualquier soporte te¨®rico comparable al de los modelos conocidos. Izquierda Democr¨¢tica pretende compatibilizar la propiedad e iniciativa privada para una parte de la actividad productiva con el control de los incentivos econ¨®micos -propiedad, beneficios, rentas salariales- y una planificaci¨®n ?semi-imperativa?.Las empresas privadas ser¨¢n respetadas si su dimensi¨®n es humana y tiene sentido social. El capital en estas empresas es un ?recurso ajeno? que se ?alquila? a otros por tiempo indefinido para que lo administren, despu¨¦s de haberse puesto de acuerdo sobre c¨®mo aplicar el dinero de los dem¨¢s. Para algunas inversiones se otorgar¨ªa al arrendador un seguro mixto de cr¨¦dito y rentabilidad. El valor social de tendencia es la sociedad sin clases.
Pero, claro, propuesto este esquema, hay que ponerlo a funcionar, y es entonces cuando se Ponen de manifiesto las limitaciones inherentes a la aceptaci¨®n de ideas y lenguaje ajenos, renunciando a las etiquetas ajenas. ?Qui¨¦n decide si la empresa tiene sentido social, dimensi¨®n humana y hay que respetarla? ?El Estado, acaso, o, si se prefiere, un partido o una coalici¨®n de partidos en, el Poder? ?Qui¨¦n saca ventaja al manejo de criterios tan imprecisos? ?Qui¨¦n presta su capital para un negocio con riesgos si el inter¨¦s es igual al de un dep¨®sito bancario en la banca nacionalizada que propone ID? Si no lo hace nadie, ?qui¨¦n impone la asignaci¨®n? ?Quiz¨¢ tambi¨¦n el Estado? ?En qu¨¦ se diferencia, pues, esta asignaci¨®n de recursos a la asignaci¨®n sovi¨¦tica? ?Qui¨¦nes soportan las p¨¦rdidas empresariales: los trabajadores, los arrendadores, las compa?¨ªas de seguros? ?Qui¨¦n garantiza la honestidad y la ausencia de corrupci¨®n en la administraci¨®n de los fondos de otros? ?El Estado, un partido pol¨ªtico, funcionarios p¨²blicos de alto nivel?
Francamente, creemos que, en estas condiciones, la econom¨ªa espa?ola se hundir¨ªa por inhibici¨®n de los titulares del capital y letargo de los gerentes. Y, en estos t¨¦rminos, la evasi¨®n de capitales encontrar¨ªa menos obst¨¢culos materiales y morales. Es conocida la buena voluntad de los l¨ªderes de ID, pero ciertamente este planteamiento econ¨®mico constituye un desaf¨ªo, tan inocente como grave, a la historia del pensamiento econ¨®mico, al trabajo cient¨ªfico de hombres que han dedicado su esfuerzo para dotar de un soporte te¨®rico v¨¢lido a los modelos econ¨®micos de uno y otro signo.
Los supuestos males del mercado libre
Los partidos de izquierda defienden sistemas econ¨®micos de corte socialista para solucionar los problemas planteados por las limitaciones del libre mercado. He aqu¨ª las que se denuncian como m¨¢s importantes: de un lado, incapacidad del mercado para lograr la cobertura de las necesidades generales y la justicia social, de otro, proclividad a las tensiones, los desequilibrios y la corrupci¨®n.
?Un mercado incapaz?
La planificaci¨®n, y el dirigismo se proponen como remedio a la incapacidad del mercado para lograr la satisfacci¨®n de los intereses generales y el logro de la equidad social, a pesar de que, como ya hemos dicho, las experiencias socialistas no llegan a tomar en consideraci¨®n los intereses generales del consumo -cantidad y preferencias-
El PSOE (r) es el partido que expresa esta postura con mayor rotundidad: la planificaci¨®n ha de lograr la coordinaci¨®n de las decisiones econ¨®micas ?con una supeditaci¨®n a la l¨®gica de los intereses generales y no a la l¨®gica del lucro privado?. De esta manera se espera que el Estado contribuya a corregir ?una sociedad extraordinariamente injusta?. Para un an¨¢lisis correcto de esta postura, que no es exclusiva de los socialistas, conviene separar los dos extremos del razonamiento: preocupaci¨®n por el inter¨¦s general y m¨¦todo propuesto para lograrlo. Respecto al punto primero, hay que denunciar abiertamente la maniobra socialista enfocada a atribuirse en exclusiva la inquietud y preocupaci¨®n por las necesidades generales como postulado ideol¨®gico y dial¨¦ctico. La diferencia entre los sistemas econ¨®micos socialistas y los de libre mercado no estriba en que el primero se mueva por razones de prioridades generales y el segundo no. La orientaci¨®n hacia el bien com¨²n es inherente al modelo de econom¨ªa social de mercado.
La diferencia entre ambos modelos se reduce a un problema de procedimientos, puesto que la configuraci¨®n de las pol¨ªticas se opera por caminos radicalmente distintos: dirigismo y supresi¨®n de la propiedad, de la libre iniciativa y de los incentivos en el modelo econ¨®mico socialista, versus competencia, propiedad privada y aceptaci¨®n de los est¨ªmulos econ¨®micos en el modelo de econom¨ªa libre. En este ¨²ltimo, las ganancias de un grupo no implican p¨¦rdidas del mismo importe para otros, aunque los partidos de izquierda utilicen el argumento contrario demag¨®gicamente. No quieren entender que la cuesti¨®n en este debate no es enfrentar sistema de mercado a necesidades colectivas, sino concluir si el binomio propiedad privada-beneficio consigue una din¨¢mica y un clima social capaz de contribuir a la cobertura de los deseos, las necesidades generales y el bienestar colectivo en mayor medida que el binomio dirigismo estatal-propiedad p¨²blica. El an¨¢lisis comparativo entre los niveles de las dos Alemanias, entre Francia y Rumania, entre Holanda y Cuba o entre Suiza y Albania es elocuente.
Desequilibrios y precios inestables
Record¨¢bamos tambi¨¦n lo frecuentemente que los partidos de izquierda propugnan el dirigismo econ¨®mico argumentando su capacidad para resolver los desequilibrios y la inestabilidad de los precios. Pero no se olvide que una cosa es la verificaci¨®n de esas limitaciones y otra muy distinta que puedan atribuirse con car¨¢cter exclusivo al sistema de econom¨ªa libre. La realidad ofrece, efectivamente, un panorama de desequilibrios entre el total de los recursos producidos y el total de la demanda. Pero ¨¦sta es una limitaci¨®n econ¨®mica, no un defecto espec¨ªfico de un modelo concreto, como lo prueba la existencia de tensiones en pa¨ªses de cu?o bien diferente. No vamos a repetir ahora reflexiones hechas precedentemente, porque lo que interesa no es defender un modelo por la v¨ªa de atacar al esquema opuesto. Lo que interesa es hacer notar que ambos sistemas manifiestan desequilibrios y que cada uno dispone del inventario de resortes econ¨®micos congruente con sus respectivos postulados.
En un sistema de libre mercado, las tensiones cristalizan en aumentos de precios, con crecimiento o depresi¨®n, o en depresi¨®n con o sin inflaci¨®n. En un sistema de econom¨ªa planificada, las tensiones se traducen en incrementos reales de precios o que no llegan a ser efectivos porque los absorbe el Estado y en excedentes y d¨¦ficits de producci¨®n.
Las tensiones en los sistemas socialistas m¨¢s flexibles tambi¨¦n han tenido su indicador en los aumentos de precios, como lo prueban los ritmos de inflaci¨®n en Checoslovaquia y Yugoslavia, y aunque no los reflejen directamente acaban traduci¨¦ndose en racionamientos, mercado negro, estraperlo, etc¨¦tera.
?La corrupci¨®n!
En ocasiones la izquierda postula el dirigismo y la econom¨ªa socialista como un procedimiento para evitar la corrupci¨®n econ¨®mica. Esta reflexi¨®n, de la que se abusa en auditorios con reducida capacidad de respuestas, es enga?osa e ingenua. La adici¨®n al poder pol¨ªtico y militar del Estado del poder econ¨®mico operar¨ªa una situaci¨®n l¨ªmite de dominio, en la que no es aventurado pensar que precisamente la corrupci¨®n pueda llegar tambi¨¦n al punto m¨¢ximo.
Limitaciones del dirigismo econ¨®mico
En los pa¨ªses de econom¨ªa socialista, a las limitaciones t¨¦cnicas y econ¨®micas de los instrumentos para corregir las tensiones del sistema hay que a?adir los problemas que sufre la colectividad como consecuencia del dirigismo central. Los hechos demuestran que la burocracia planificadora, que instrumenta el poder ha originado una clase dominante que dirige la marcha de la econom¨ªa y ha propiciado todo el conjunto de incidentes derivados del exceso de dominio sobre el mundo econ¨®mico: nepotismo, abusos, conflictos..., todo un cosmos de problemas que naturalmente se plantean cuando se carece de libertad para denunciarlos. El dirigismo econ¨®mico, protagonizado por un sector p¨²blico. que, en su af¨¢n de ejercer el poder y controlar sin l¨ªmite, tiene que justificarse materializando su gesti¨®n en puro crecimiento industrial, ha tenido como contrapartida el abandono de la idea del bienestar colectivo, porque la comunidad, asfixiada por el excesivo dominio del Estado, no ha tenido la oportunidad de pronunciarse.
El deterioro del bienestar denunciado por los m¨¢s valerosos ha permitido afirmar que hoy las econom¨ªas de los pa¨ªses socialistas no merecen el nombre de eco nom¨ªas socialistas. Entre los postulados ideol¨®gicos del socia lismo y la realidad media un abismo. Se ha llegado a decir agudamente que no existen econom¨ªas socialistas en sentido t¨¦cnico-econ¨®mico. Las econom¨ªas as¨ª llamadas, a los ojos de la ciencia social, son sistemas en los que la exclusiva voluntad de gobiernos totalitarios ha permitido r¨¢pidos procesos de industrializaci¨®n.
Es cierto que la planificaci¨®n central sovi¨¦tica ha hecho posible un r¨¢pido crecimiento de la tasa de industrializaci¨®n en la URSS. Pero esto es as¨ª porque la. pol¨ªtica econ¨®mica de industrializaci¨®n a ultranza es la ¨²nica compatible con la dictadura sovi¨¦tica; una pol¨ªtica que introdujese r¨¢pidos aumentos del bienestar de los consumidores no ser¨ªa aceptada por los dictadores o conducir¨ªa a la desintegraci¨®n de la dictadura.
Guerra a los incentivos econ¨®micos
Adem¨¢s de estos problemas, planteados en la pr¨¢ctica por el dirigismo econ¨®mico propuesto por los partidos de izquierda, interesa destacar otras limitaciones de especial inter¨¦s: las que se derivan de la supresi¨®n o intervenci¨®n de incentivos y las que plantea la reducci¨®n o anulaci¨®n de la competencia empresarial.
De la lectura de los programas econ¨®micos de la izquierda se infiere con respecto al mundo empresarial, nada menos que todo esto: limitaci¨®n de la libre iniciativa, supresi¨®n de la propiedad privada de los medios de producci¨®n e intervenci¨®n del derecho del empresario a dirigir el destino de su empresa. El an¨¢lisis comparativo pone de manifiesto que la asignaci¨®n de recursos, a tenor de criterios de beneficio y rentabilidad, es m¨¢s eficiente que la asignaci¨®n por decisi¨®n centralizada. Por ello, en Portugal los asesores econ¨®micos urgen la reprivatizaci¨®n de la econom¨ªa y, por ello tambi¨¦n, algunos pa¨ªses del tel¨®n de acero dan entrada en sus econom¨ªas a empresas multinacionales de propiedad privada. En el orden puramente productivo, los incentivos han economizado el uso de recursos, catalizado las decisiones de invertir en procesos nuevos y permitido el desarrollo tecnol¨®gico. Las declaraciones de economistas y pol¨ªticos checos sobre la absolescencia de la infraestructura industrial de su pa¨ªs son terminantes.
En relaci¨®n con el beneficio empresarial, conviene hacer una precisi¨®n nada balad¨ª. En el pensamiento de la izquierda ronda la idea de que las empresas obtienen los beneficios con facilidad suma e incluso los predeterminan: los socialistas del PSOE (r), por ejemplo, hablan de ?derechos abusivos de los accionistas?. El an¨¢lisis de los datos estad¨ªsticos sobre beneficios y de las relaciones de empresas que suspenden pagos o quiebran evidencian niveles bien diferentes. ?C¨®mo explicar que unas empresas ganen dinero y otras no, o ganen menos, o lo dejen de ganar, si la acumulaci¨®n de resultados positivos es una tarea tan sencilla? El beneficio es el indicador que pone de manifiesto la capacidad de una unidad productiva para satisfacer su mercado. De aqu¨ª que en las econom¨ªas socialistas se empiece a utilizar como criterio para evaluar la gesti¨®n. Ahora bien, es claro que s¨®lo cataliza la econom¨ªa cuando, despu¨¦s de financiar a trav¨¦s del aparato fiscal la acci¨®n del sector p¨²blico, es pose¨ªdo y utilizado por aquellos que tuvieron la capacidad y la garra de estimular el comportamiento empresarial.
La competencia
La competencia posibilita la elaboraci¨®n de los productos requeridos por los consumidores, procura las reducciones de costes, ajusta las producciones a deseos efectivamente detectados, toma en consideraci¨®n la calidad, evita despilfarros y permite transferir la gesti¨®n econ¨®mica al mercado, ¨²nico marco de comportamiento objetivo. La evidencia de estas elementales afirmaciones se pone de manifiesto por el hecho de que la cr¨ªtica socialista a la competencia se dirige no a sus positivos efectos, sino que intenta probar la tendencia a la concentraci¨®n y el consiguiente relax competitivo. Se olvida de esta suerte que este fen¨®meno es m¨¢s f¨¢cil de corregir que otras limitaciones derivadas de la ausencia de concurrencia y que en el mercado, junto a los movimientos concentradores, se operan otros que intensifican la competencia.
La preocupaci¨®n de la izquierda margina, adem¨¢s, finalidades y ventajas de la acci¨®n concentradora: en el caso de la econom¨ªa espa?ola, como en el de otras de similar nivel, ser¨ªa equivocado traducir la reducida presencia empresarial en determinado sector en una situaci¨®n oligopol¨ªstica, pues ello implica el grave error de ignorar fuertes situacio nes competitivas en el exterior. En muchas ocasiones la concentraci¨®n de empresas obedece a la raz¨®n de fortalecerlas ante me r cados internacionales, con la particularidad de que las ventajas de la competencia externa se disfrutan en el interior. De otra parte, la concentraci¨®n se traduce en los efectos positivos de las eco nom¨ªas de escala y la reducci¨®n de costes econ¨®micos y sociales. La competencia de mercado permite al sistema econ¨®mico tomar en consideraci¨®n no solo las necesidades, sino tambi¨¦n los deseos de la colectividad, aunque ¨¦stos, si bien tienen traducci¨®n directa en el bienestar de la sociedad, no la encuentren en la capacidad productiva de la econom¨ªa. Precisamente a partir de ese punto se puede empezar a hablar de la calidad de la vida, pero no antes.
A modo de resumen
De cuanto antecede creemos que cabe llegar a las siguientes conclusiones:
- La planificaci¨®n econ¨®mica vinculante para toda la actividad productiva o para una amplia es fera de la actividad econ¨®mica es impracticable.
- En un contexto econ¨®mico socialista la utilizaci¨®n de sistemas mixtos de planificaci¨®n imperativa e instrumentos de mercado tiene limitadas posibilidades funcionales y plantea la necesidad de un control p¨²blico total
- El dirigismo no soluciona problemas que no pueda resolver el sistema de mercado libre y, sin embargo, crea otros sumamente graves.
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