Peregrinaci¨®n incontrolada e insensata
Si exceptuamos los art¨ªculos de Beroqui sobre El Museo Real (1819-1833) y los de Valent¨ªn de Sombricio sobre el proyecto de un, museo fernandino en el palacio de Buenavista, el ¨²nico intento de abordar el tema globalmente lo constituye la Historia del Museo del Prado, 1818-1868, de Mariano de Madrazo libro cuyo indiscutible valor documental queda lastrado por los l¨ªmites cronol¨®gicos que se impuso su autor y por los intereses familiares que puso en juego a la hora de juzgar la gesti¨®n de los distintos directores, seg¨²n se apellidaran o no Madrazo. Su libro, en cualquier caso, le ser¨¢ siempre ¨²til, a quien pretenda conocerla saga de los Madrazo, aut¨¦nticos se?ores feudales del Prado durante el pasado siglo. Mariano de Madrazo se deten¨ªa prudentemente en 1868, cuando la Gloriosa ces¨® a su abuelo Federico, evit¨¢ndose as¨ª el mal rato de explicar, entre otras cosas, c¨®mo los peligros que en 1937 amenazaban al Prado y que, seg¨²n confiesa en el pr¨®logo, le animaron a iniciar lo que entonces, desde San Sebasti¨¢n, le deb¨ªa parecer no una historia, sino una necrol¨®gica, hab¨ªan sido conjurados casi milagrosamente por quienes en Madrid no sent¨ªan menor inquietud hacia el patrimonio art¨ªstico de la Espa?a republicana.El libro de Gaya contar¨ªa todo esto, como dar¨ªa cuenta adem¨¢s de la disparatada costumbre de nombrar como directores del museo a pintores de moda, de Ias tradicionales deficiencias presupuestarias, de los abusos burocr¨¢ticos o de la inoportuna absorci¨®n del Museo de la Trinidad. Quedaban, sin embargo, muchos pasajes obscuros en esta obscura historia, que un nuevo libro, Pasado, presente y futuro del Museo del Prado, escrito por su actual subdirector, A. E. P¨¦rez S¨¢nchez, viene a resolver. El libro de P¨¦rez S¨¢nchez. pretende fundamentalmente establecer una pol¨ªtica coherente en la futura gesti¨®n del museo, pero para llegar a eso ha tenido que desenmascara el pasmoso enredo de su historia descubri¨¦ndose aspectos in¨¦ditos de. la misma. Quiz¨¢ el m¨¢s interesante desde un punto de vista historiogr¨¢fico sea el de los motivos y responsabilidades que concurrieron en la fundaci¨®n del Museo del Prado. Para el propio Gaya siempre implacable, con las iniciativas Q) art¨ªsticas de Fernando VII, aquella fundaci¨®n ser¨ªa la ¨²nica acertada, y habr¨ªa sido tomada altruisticamente; P¨¦rez S¨¢nchez, por el contrario, cree haber suficientes indicios para dudarlo. En primer lugar, el testimonio de Richard-Ford, que en su Handbook for travellers in Spain cuenta c¨®mo el rey hab¨ªa descolgado los viejo! lienzos del Palacio Real para decorar sus salones al gusto franc¨¦s y c¨®mo ?la reina, bien aconsejada, juzg¨® que era una l¨¢stima tenerlos abandonados a la intemperie y expuestos a ser robados en corredores y desvanes, donde se hab¨ªan ido arrumbando?. En segundo lugar, el desprop¨®sito que supone enviar a un edificio semiarruinado, esos 1.610 cuadros que se entregaron entre 1818 y 1819 con inexplicables deficiencias en el registro de entrada, n¨²mero a todas luces excesivo, considerando que en 1828 solamente hab¨ªa expuestos 745 y que los restantes estaban apilados en un almac¨¦n sin techo. Todo hace pensar, como apunta P¨¦rez S¨¢nchez, que Fernando VII hab¨ªa convertido el edificio de Villanueva en guardamuebles, ?satisfaciendo, a poco costo, a ciertos consejeros ilustrados y a su esposa de muy diverso talante intelectual?. Isabel de Braganza se revelar¨ªa as¨ª como la aut¨¦ntica promotora de un museo al estilo del Louvre, desmintiendo cualquier sombra de halago cortesano en el retrato de Bernardo L¨®pez, que nos la presenta con una mano sobre los planos y otra se?alando hacia el edificio del Prado.
Parece como si los equ¨ªvocos de su fundaci¨®n no le hubieran ya ha abandonado a lo largo de su historia. El Museo del Prado tuvo siempre algo de guardamuebles, cuyos fondos, por in¨²tiles, pod¨ªan destinarse impunemente a cubrir las paredes de cualquier dependencia oficial que lo solicitara cuando no el domicilio de alg¨²n figur¨®n con buenos amigos en Madrid. P¨¦rez S¨¢nchez, y esto es otro cantar, trata en su libro de una pol¨ªtica de pr¨¦stamos, cuyas consecuencias han sido en ocasiones catastr¨®ficas para las v¨ªctimas de esta peregrinaci¨®n incontrolada e insensata: extraviadas, destruidas, maltratadas, que han recorrido un implacable c¨ªrculo: desde el guardamuebles fernandino hasta el s¨®tano de una an¨®nima instituci¨®n. En resumen: ?el sue?o de Marinetti!
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