L¨ªmites y esperanzas en el di¨¢logo islamo-cristiano
C¨®rdoba -recordaba Abdel Aziz Kamel- es una de las veinte ciudades del mundo que Toynbee consideraba ?ciudades de cultura universal?. Y lo sigue siendo. La acogida de todo lo cultural -en esto sigue d¨¢ndonos lecciones Andaluc¨ªa al resto de Espa?a- hac¨ªa que los cordobeses llenasen algunos d¨ªas el aula de las conferencias, que las autoridades llenasen de atenciones a los participantes y que catedr¨¢ticos de la ciudad de convirtiesen en excelentes gu¨ªas. Todo ello tiene m¨¢s m¨¦rito si se tiene en cuenta que un congreso como ¨¦ste reaviva en la poblaci¨®n recientes temores de que se piense trasladar la catedral y devolver a la mezquita su original estructura.La Amistad Islamo-Cristiana, organizadora del congreso, se hab¨ªa propuesto estudiar las figuras de Jes¨²s y Mahoma conjuntamente con especialistas de ambas creencias para cada uno de ellos. El que se le dedicara a Mahoma m¨¢s espacio que a Jes¨²s no fue una pura cortes¨ªa de anfitriones, sino una necesidad hist¨®rica. Ninguna religi¨®n no cristiana ha tratado a Jes¨²s y a Mar¨ªa con m¨¢s respeto y veneraci¨®n que el Islam. Jes¨²s es, seg¨²n el Cor¨¢n, la palabra de Dios, y ocupa en aqu¨¦l el puesto m¨¢ximo despu¨¦s de Mahoma. En el cristianismo en cambio ha menudeado m¨¢s de lo debido una fuerte cr¨ªtica acerca de la figura y costumbres de Mahoma, explicable -como indicaba Cruz Hern¨¢ndez en su conferencia- porque el Islam realiz¨® su expansi¨®n a costa de los m¨¢s importantes centros cristianos -Palestina las florecientes iglesias norteafricanas, Espa?a...
En las diversas sesiones, presididas por las delegaciones de Arabia Saudita, Argelia, Egipto Indonesia, Kuwait, Libia, Marruecos, Mauritania, OLP T¨²nez, del Consejo Mundial de las Iglesias y de los obispos de Or¨¢n y de Astorga, fue deline¨¢ndose la figura hist¨®rica (Heykal, Epalza), ejemplar (Lahbabi, Cruz Hern¨¢ndez) y prof¨¦tica (Bekir, Ruiz, Basetti-Sani) de Mahoma., su mensaje religioso (Vitray, Gil), su obra sociopol¨ªtica (Kamel, Taylor) y la inconsistencia de las habituales objeciones (Hammidullah, Moubarac), as¨ª como la figura de Jes¨²s en el Islam (El Queil, Borrmanns) y en el cristianismo. (Terzi, Theyssier). Otras comunicaciones libres versaron sobre el car¨¢cter del di¨¢logo islamo-cristiano (Bolullo, Hern¨¢iz, Gz Nogales), los m¨¢rtires moz¨¢rabes (Jz Pedrajas), la arquitectura isl¨¢mica en Espa?a (Sierra Ochoa), la actual opini¨®n francesa sobre Mahoma (Lelong) y las conclusiones de un largo estudio (Caparrini) sobre el modo como tratan al Islam los libros de texto espa?oles. Esta era una de las peticiones de la declaraci¨®n. de C¨®rdoba en el primer congreso a ambas partes, que espera la contrapartida musulmana.
Las discusiones lo fueron de verdad. Algunas se deb¨ªan a apresuradas. interpretaciones o a inevitables filtraciones en la traducci¨®n, a pesar de que el sistema de cu¨¢druple traducci¨®n simult¨¢nea (espa?ol, ¨¢rabe, franc¨¦s e ingl¨¦s) y la distribuci¨®n de originales por la secretar¨ªa funcion¨® impecablemente. Al te¨®logo espa?ol, acostumbrado a hacer distinciones entre el Jes¨²s de la historia y el Jes¨²s de la fe, le choca que eso no lo hayan realizado los te¨®logos del Islam con Mahoma. El te¨®logo cat¨®lico espa?ol ha aprendido de los protestantes alemanes de este siglo a hacer una ex¨¦gesis inmisericorde de los textos (ya que no lo quiso aprender de compatriotas del siglo X y XI, como el cordob¨¦s Mose Ibri Chiquitilla, el cual realiz¨® en ¨¢rabe, con caracteres hebreos, id¨¦ntico an¨¢lisis de la Biblia). Por ello le resulta dif¨ªcil el di¨¢logo con el te¨®logo musulm¨¢n, el cual cree y afirma que el Cor¨¢n le fue entregado directamente por el ¨¢ngel Gabriel a Mahoma. Este, totalmente analfabeto, no pudo escribir ni una palabra del libro sagrado, pura palabra de Dios, increada e intocable.
Lo que para m¨ª constitu¨ªa la mayor gloria del profeta del Islam (y le empareja con id¨¦nticos rasgos que los profestas Isa¨ªas, Jerem¨ªas o Jes¨²s), su vocaci¨®n que le subyuga y le comporta la oposici¨®n de su tribu (en este sentido habl¨® tambi¨¦n M. Oca?a), su mensaje cr¨ªtico de justicia y esperanza, su actividad pol¨ªtica, en una palabra: su papel reformador prof¨¦tico intranquilo de la sociedad que le rodeaba, todo esto era visto, en cambio, por bastantes musulmanes como una humanizaci¨®n exagerada de la figura del profeta, el cual por definici¨®n no puede sufrir ni dudar.
Es explicable que la ex¨¦gesis del Cor¨¢n no haya dado los mismos pasos que ha ido dando la de la Biblia. Desde que los hebreos adquirieron conciencia de pueblo en el paso del Mar de los Juncos, hasta que queda enteramente establecido en el Antiguo Testamento, pasan unos once siglos. Desde Jes¨²s hasta la cristalizaci¨®n definitiva del Nuevo Testamento, transcurre siglo y medio. Es natural, pues, que en ambas religiones -jud¨ªa y cristiana- cueste menos considerar ese libro, obra del pueblo y sujeto a una revisi¨®n de las diversas capas de su composici¨®n, que en una religi¨®n como el Islam, donde no fue el pueblo quien form¨® el libro, sino el libro (fijado ya definitivamente a los pocos a?os de la muerte del profeta) el que form¨® al pueblo.
El musulm¨¢n sentir¨¢ que la revelaci¨®n se dio de una vez para siempre y le costar¨¢ aceptar que ela revelaci¨®n es progresiva y que va descubriendo cada vez nuevos horizontes, corrigi¨¦ndose a s¨ª misma. Esta conciencia de un libro dado, inmutable, configurador de la existencia, se puede advertir hasta en los m¨¢s peque?os detalles. Cuando alg¨²n conferenciante musulm¨¢n no citaba perfectamente un texto del Cor¨¢n dentro de su conferencia, muchos de los musulmanes presentes irrump¨ªan un¨¢nimemente sin previo acuerdo, corrigi¨¦ndole con la recitaci¨®n en alta voz del texto exacto.
Esperanzas
El cardenal Taranc¨®n alud¨ªa en el acto de apertura al ecum¨¦nico ?esp¨ªritu de C¨®rdoba?, de di¨¢logo abierto entre creyentes, estrenado hace dos a?os en el I Congreso. As¨ª se debe continuar. Pero teniendo en cuenta que la ¨¦poca de C¨®rdoba no se destac¨® solarlente por la convivencia entre musulmanes y cristianos. Su esp¨ªritu democr¨¢tico, como indicaba el arquitecto Sierra Ochoa, transform¨® la aristocr¨¢tica mezquitade Damasco (para el califa y su s¨¦quito, peque?a y coronada por una c¨²pula) en una inmensa mezquita donde cerca de 100,000 creyentes pudieran cobijarse. En segundo lugar, el deseo de integrar la fe con todas las corrientes del saber y del sentir se hizo realidad en Averroes y compa?¨ªa y en cuantos, pertenecientes a otras religiones, de ellos bebieron en-la misma ciudad, corno Maim¨®nides, o fuera de ella, como Tom¨¢s de Aquino.La contrapropuesta que Muhammad Lahbabi, de Rabat, ofrec¨ªa a cuanto se hab¨ªa dicho de unirse en la fe en Dios contra un mundo materialista consist¨ªa en dejarse de posturas negativas y profundizar m¨¢s bien cada cual, pero conjuntamente, en la propia visi¨®n del mundo abierto a las dimensiones sociales de amor y de justicia. M¨¢s que pensar en c¨®mo presentar a los cristianos espa?oles la reconquista y las guerras islarno-cristianas en Espa?a (¨¦ste parece ser el plan previsto para el pr¨®ximo congreso) interesar¨ªa dejar el pasado y mirar al futuro pensando por ejemplo en qu¨¦ pueden y deben hacer musulmanes y cristianos desde su fe por un mundo m¨¢s social y m¨¢s justo. Sobre el amor y la justicia tienen Mahoma y Jes¨²s una postura muy conereta que en parte coincide y en parte se complementa. La actividad que Mahoma despliega para no contentarse con predicar el amor y la misericordia sino tratar de hacerlos realidad por todos los medios puede darnos que pensar a los cristianos. El amor universal incondicional que Jes¨²s predica y vive interroga hoy, por su parte, a muchos no cristianos que viven la no-violencia activa.
Es curioso, por m¨¢s que sea normal, que los dos actos m¨¢s redondos del congreso fueran la oraci¨®n musulmana (Salat), del viernes ante el Mihrab de la mezquita, y la eucarist¨ªa del s¨¢bado, presidida por monse?or Cirarda, en la catedral del mismo recinto. Lo que la teolog¨ªa parece desunir es capaz de unirlo la oraci¨®n a un Dios com¨²n. Las inclinaciones y adoraci¨®n en sumisi¨®n (Islam) profunda de los musulmanes, que ya hab¨ªamos podido advertir durante la semana a diversas horas en los pasillos del hotel sobre una gabardina extendida improvisadamente en el suele, se acordaban con el bajo techo de la mezquita. Los cantos a lo largo de la eucarist¨ªa, dirigidos al Padre que est¨¢ en el Cielo, se acordaban con las altas b¨®vedas de la catedral. La mezquita-catedral no produc¨ªa ya intranquilidad ni desaz¨®n, sino acuerdo y esperanzas.
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