Luis Gordillo
La precisi¨®n en extremo ineficaz de las etiquetas no le va nada. Se han desesperado con ¨¦l los catalogadores y los entom¨®logos, d¨¢ndole por imposible. En cuanto a los jueces, a los censores de ajeno discurso, siempre les parecer¨¢ impresentable, chocante.M¨¢s chocante, y en todo el matiz anglosaj¨®n y disciplente del t¨¦rmino, releer alguna frase suya mientras suena el coro un¨¢nime, sus aplausos nuevos de recuperaci¨®n. Oig¨¢mosle a ¨¦l: ?Me cuesta un trabajo enorme y hay momentos en que lo paso fatal.? Distinto de quienes, en su oficio de escritura, ¨¢? bien ni mal lo pasan; gente que no suele sentir ante sus folios nada de ese terror que el pintor experimenta ante el lienzo en blanco, gente que no nos transmite la circunstancia (bloqueada o no) de su palabra, sino palabras de circunstancia.
Luis Gordillo Galer¨ªa Vandr¨¦s
Don Ram¨®n de la Cruz, 26.
Sin motivo, tema o sujeto, funciona la m¨¢quina cr¨ªtica de exposiciones. Como una angustia semanal domesticada por la costumbre. No es casual que elija, tras tanta palabra de otros sobre Gordillo, todo lo contrario del placer (del texto, de la pintura). No lo parece en la superficie de sus cuadros, pero lo pasa mal. Su pintura est¨¢ siempre en el borde de la construcci¨®n, esfuerzo por ordenar el desorden o al menos confesarlo. Aqu¨ª tambi¨¦n, dificultad: no hay raz¨®n para a?adir unas palabras sobre la obra ¨²ltima a lo escrito (y seguramente mejor) en otros ¨¢mbitos y con otro ritmo. Unas notas, pues.
Me alegra que Gordillo se pueda ver en toda su producci¨®n. Alegr¨ªa que, a buen seguro, no es generacional. Por estricta l¨®gica del tiempo no conoc¨ª sus Cabezas en 1964 cuando se articulaban cosas corno ZAJ o Greco. De 1968 a 1972, choque con su obra, acercamiento por lo que ten¨ªa de totalmente distinta del tinglado neofigurativo al que algunos hilos la reten¨ªan. Creo que esta ense?anza, para m¨ª gradual para otros probablemente m¨¢s fulgurante, fue com¨²n a bastante gente. Alguien con otras coordenadas, como Juan Antonio Aguirre, lo supo ver muy bien en aquel momento -aunque su empe?o Nueva Generaci¨®n no cortaba del todo los mencionados hilos, ni muchos otros como los de la fascinaci¨®n cient¨ªfica. Pero aquella comunidad de intereses hacia Gordillo, cuyos protagonistas no voy a detenerme a nombrar ahora, ser¨ªa tenebroso construir a partir de ella una generaci¨®n madrile?a. Gordillo no delimita una generaci¨®n. Las obras que en el camino abierto por la suya han encontrado sus propios puntos de fuga, ni est¨¢n ya en de pendencia de la suya (difiero en esto de opiniones manifestadas hace un tiempo en estas mismas p¨¢ginas) ni se han demarcado como bloque. El gordillismo (horrible, como todos los neologismos) no funciona, menos mal. Lo que ha funcionado ha sido la pintura de Gordillo; y su circulaci¨®n, como la de otras obras posteriores, ha sido y es decisiva, siempre que no se conviertan las cosas en mitos.
Otro asunto sobre el que conviene llamar la atenci¨®n es la imposibilidad y el sin sentido de una interpretaci¨®n exclusivamente sicoanal¨ªtica de su obra. Por dos tipos de razones: las propias de su trabajo, cuyos ingredientes son m¨²ltiples, y las m¨¢s generales que afectan a los l¨ªmites del saber sicoanal¨ªtico sobre el arte corno sobre la realidad toda. Lo primero est¨¢ claro. De su propia experiencia en ese campo -como paciente se entiende, pues un Gordillo si coanalista agotar¨ªa al paciente- no se puede hacer toda una historia; de su conversaci¨®n no se deduce mayor inter¨¦s por el sicoan¨¢lisis que por otras materias. En cuanto a poner en duda la terapia, el rol del sicoanalista, tampoco parece obsesionarle mucho. Ahora bien, qu¨¦ duda cabe de que a partir de la representaci¨®n tal como ¨¦l la practica, a partir de lo que sus adversarios llaman inquisitorialmente sus fantasmas, no es dif¨ªcil acceder al espacio te¨®rico abierto, tambi¨¦n en la pintura, por Freud, al yo enfermedad mental del hombre de que habla Lacan.
Un ¨²ltimo equ¨ªvoco a mencionar en este r¨¢pido oteo al entorno de su obra es aquel, bastante erosionado ya, promovido por los ex¨¦getas de su lado m¨¢s sociol¨®gico, cotidiano y dir¨ªamos urbano Cuesti¨®n que est¨¢ a¨²n m¨¢s clara que la anterior, y que la anterior de alg¨²n modo zanja. Pues si Gordillo nos interes¨®, nos convoc¨® en un momento dado, fue porque no era el discurso cl¨¢sico de la llamada nueva figuraci¨®n ni el del realismo social.
Entonces, ?un equ¨ªvoco barre a otro? ?Estar¨ªa su obra condenada al destino de ir saltando de casilla en casilla? ?O son m¨¢s bien nuestras lecturas, vuestras lecturas, las que var¨ªan? La respuesta, una vez m¨¢s, est¨¢ en sus ¨²ltimos cuadros.
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