MOMP?
Certificado suficiente, tal vez ¨²nico, de creaci¨®n es que el artista se nutra de su experiencia y que, por su,gracia, se manifieste lo creado como fiel correlato de lo que ven los ojos, al margen de ajenas resonancias y del remedo tambi¨¦n de lo propio. Algo as¨ª como un trayecto ascendente, como un viaje sin plazo, desde el substrato de uno misrro y hacia la ¨²ltima posibilidad de uno mismo. ?Llamo experiencia -ha escrito Bataille- a un viaje hasta el l¨ªmite de lo posible para el hombre.?La contemplaci¨®n de la obra de Momp¨® nos refnite instant¨¢nearrente al recuerdo de la obra de Momp¨® (no al quehacer del vecino), tendiendo )a suma y sucesi¨®n de lo creado a evitar ejercicios precedentes, aunque propios, o a mostrarse como experiencia perpetuamente renovada en la que no haya lugar para la prueba de lo ya probado. Tales son los extremos a que apunta la exposici¨®n que por estos d¨ªas presenta en Madrid: la esmerada culminaci¨®n de un hacer y el arriesgado adentrarse en otro de nuevo cu?o.
Momp¨®
Galer¨ªa Juana Mord¨® Castell¨®, 7
Pinturas, por un lado, llegadas a su plenitud (con esa nota de esclarecida simplificaci¨®n que lagenuina plenitud conlleva), y objetos incipientes, de otra parte, que tratan de encarnar y definir los nuevos rumbos de la experiencia. L¨®gico parece (y as¨ª ocurre, a juicio m¨ªo) que en aqu¨¦llas despunte, por su propia plenitud, su grado perfectivo, en tanto los nuevos objetos tienen, por ahora, m¨¢s de prop¨®sito que de medro, o se contentan con traslucir (de objetos trasl¨²cidos se trata) el norte de una aventura reci¨¦n emprendida.
Algo de l¨ªmite de lo posible, de acuerdo con lo dicho por Bataille, se patentiza en las ¨²ltimas pinturas de Momp¨®, reducidas a la s¨ªntesis de un blanco fundamental sobre el que revolotean unas formas a¨²n m¨¢s sintetizadas y unos colores siempre puros, en perpetua fiesta de libertad. Formas y colores danzantes como notas que han logrado escapar de un pentagrama agitado por el viento o como la explosi¨®n y expansi¨®n del alegre pajarer¨ªo, una vez.rotos los alambres (las rejas) de la jaula.
Y ha sido, justamente ese desenfrenado prop¨®sito de libertad el que ha inducido a Momp¨® a transportar, de la faz del lienzo a la palma de unas l¨¢minas transparentes, la algarab¨ªa del color y de la forma. Dentro de las cuatro caras del cubo o del prisma, formas y colores se imprimen en la sucesi¨®n y al trasluz de unas pantallas de pl¨¢stico que posibilitan la visi¨®n del conjunto, como a merced del aire. As¨ª son los nuevos objetos de Momp¨®, si inmaduros, al lado de sus ¨²ltimas y radiantes pinturas, claramente premonitores de los derroteros a que apunta su renovada experiencia.
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