El papel del centro
Secretario General del Partido PopularEs posible que la afirmaci¨®n de ser de centro sea insuficiente. Que el concepto centro sea ambiguo. Tan insuficiente y tan ambiguo como ser de derecha o de izquierda. Pero lo que estas palabras tienen de ambig¨¹edad o de imprecisi¨®n lo tienen, en cambio, de valor descriptivo y de sentido pr¨¢ctico.
Estos t¨¦rminos se refieren l¨®gicamente m¨¢s a posici¨®n que a ideolog¨ªa. Negar por ello que un partido de centro, derecha o izquierda tenga, adem¨¢s de una ubicaci¨®n en el espectro pol¨ªtico, una ideolog¨ªa, es atender s¨®lo a su colocaci¨®n respecto de los dem¨¢s, sin pararse a analizar su contenido.
El error puede producirse por el hecho de que no siempre son las mismas ideolog¨ªas las que han ocupado el sector central en una sociedad. Pero eso es absolutamente natural y responde a las variaciones de esa misma sociedad. El liberalismo, que fue la izquierda en la primera mitad del siglo XIX, pas¨® al centro empujado por el socialismo en la segunda mitad de ese siglo, y el socialismo ha sido casi trasladado a ser el centro en algunos pa¨ªses por el impulso del comunismo.
Lo que es el centro aqu¨ª y ahora, en este momento de la vida pol¨ªtica espa?ola, es claro. No es el centro el socialismo, aunque podr¨ªa llegar a estar en ¨¦l si se transforma y abandona el dogmatismo marxista, como ha sucedido en Alemania; ni naturalmente lo que queda a su izquierda: comunismos y radicalismos de diversa ¨ªndole. No es el centro el conservadurismo continuista, aunque un sector de ¨¦l podr¨¢ llegar a estar en ¨¦l si se aleja de posturas autoritarias y asume inequ¨ªvocamente las reglas de una democracia; ni desde luego, las posiciones totalitarias de derecha. Est¨¢n, en cambio, en el centro: los democristi anos, liberales, socialdem¨®cratas, independientes y, en general, cuantos no militan en uno de esos dos grandes sectores antes descritos, tanto est¨¦n en el Gobierno como fuera del Gobierno. Todos ellos son el centro y el ideal es que presenten una propuesta ¨²nica al electorado. A ese ideal responde la coalici¨®n electoral Centro Democr¨¢tico, que agrupa a un alto n¨²mero de partidos de ese car¨¢cter, nacionales y regionales, que representan la casi totalidad de ese sector con la ¨²nica excepci¨®n del Equipo de la DC, que ha preferido actuar con independencia.
Un posible equilibrio
Las posiciones de centro tienen, y no s¨®lo en el campo pol¨ªtico, un factor componedor que no conviene olvidar. El centro es sin¨®nimo de equilibrio, est¨¢ equidistante de la derecha y la izquierda, aunque cercano a cada una de ellas; coincide en unos aspectos con lo que queda a un lado y en otros con lo que queda al contrario. Es, no s¨®lo un medio de relacionar lo que se encuentra en su seno con lo que queda fuera de ¨¦l, sino a estos mismos sectores entre s¨ª.
En la situaci¨®n pol¨ªtica de hoy conviene no olvidar de d¨®nde venimos y a d¨®nde vamos. Venimos de una sociedad que se dividi¨® dram¨¢ticamente en dos bandos y que, como consecuencia, con enorme sacrificio de vidas y bienes, se enfrent¨® con el resultado de que uno de los contendientes impuso su ley y su criterio al otro. Pero lo que no logr¨®, obviamente, fue que ¨¦ste desapareciera. Sin embargo, sucedi¨® durante casi medio siglo algo muy importante. Cambi¨® la poblaci¨®n, la forma de vida y la situaci¨®n econ¨®mica y cultural del pa¨ªs.
Y vamos, por consecuencia de ese cambio, con esa nueva sociedad y estructura, a la iniciaci¨®n de un per¨ªodo de convivencia de todas esas gentes nuevas.
En esta situaci¨®n nos parece que el papel del centro es decisivo. Y el centro no es un punto geom¨¦trico, sino una enorme realidad; afortunadamente, un gran sector del pa¨ªs est¨¢, por una soluci¨®n intermedia cree que hay que evitar la polarizaci¨®n, siempre peligrosa, entre nosotros, como ense?a nuestra historia.
Nuestra sociedad tiene unos sectores que mantienen una l¨ªnea de absoluta drdancia con la realidad de la que venimos. La cr¨ªtica a estos ¨²ltimos cuarenta a?os es acerba, implacable y muchas veces injusta. Pretenden que Espa?a se convierta en una sociedad marxista, plurinacional y que se vuelque en el juicio del pasado.
El retorno del pasado
Mientras tanto, otros sectores echan de menos ese pasado reciente en el que ven s¨®lo ventajas, sin darse cuenta de su parcialidad o de la capacidad de discriminaci¨®n y privilegio que origin¨®.
Esos dos sectores solos son de dif¨ªcil convivencia. Y, sin embargo, lo que hay que lograr es que convivan. Abandonados a sus fuerzas, tradicionalmente centr¨ªfugas, conducen a la radicalizaci¨®n y al enfrentamiento y, por consecuencia, a la creaci¨®n de un gran vac¨ªo central que en ocasiones, en nuestra historia, se ha convertido en un abismo en el que se han terminado precipitando los unos y los otros con da?o de todos.
El papel del centro es evitarlo. Es llenar ese vac¨ªo. Es convertir ese abismo en llanura transitable, por la que caminen tambi¨¦n los hombres de la izquierda y la derecha. En un principio ese centro no agrada ni a la derecha ni a la izquierda, porque coincide con ellos en lo m¨¢s v¨¢lido de sus posturas y descubre, en cambio, lo que ¨¦stas tienen de exageraci¨®n. Como consecuencia pueden correr el riesgo, las posiciones no c¨¦ntricas, de ponerse de acuerdo en destruir lo, con lo que se colocan en el irrazonable peligro de ganar o perder plenamente, con la consiguiente destrucci¨®n, temporal, del sector contrario y, como es natural, con la creaci¨®n del resentimiento preciso para provocar la reacci¨®n en el momento posible. Porque la Historia es larga y espera.
Una opci¨®n que no amenaza
El centro tiene, en cambio, la ventaja de que, aunque no les agrade, no les intranquiliza. El centro no supone la aniquilaci¨®n ni de la derecha ni de la izquierda, sino la invitaci¨®n al coloquio, al di¨¢logo o a la transacci¨®n. A no lograr la victoria completa, que supone, naturalmente, no temer la derrota completa. Su presencia supone el esfuerzo de convivir los que no son iguales; sencillamente de admitir la realidad y organizarla. No de manera perfecta y absolutamente pac¨ªfica, sino con pol¨¦micas soportables, con modificaciones y renuncias, pero sin poner en riesgo ni la existencia de ning¨²n sector ni la posibilidad de trabajar y convivir en el pa¨ªs en el que todos hemos nacido.
El papel del centro en un per¨ªodo de transici¨®n como en el que estamos es m¨¢s necesario que nunca. Porque la facultad de reconciliaci¨®n directa de los herederos de los que ganaron con los que perdieron es limitada. Hay, sin embargo, un gran sector que no se considera ni vencedor ni vencido, que no tiene revanchas pendientes ni victorias que explotar, Est¨¢ hecho de gente nueva, nacida o renovada m¨¢s tarde. De gente moderada, transigente, comprensiva de las demandas de esta nueva sociedad y que no intenta juzgar, vengar ni mantener el pasado, sino construir un futuro para todos. En el que caben todos los hombres, cualquiera que sea su ideolog¨ªa, que con buena voluntad est¨¦n dispuestos a respetar la ley y a cambiarla ordenadamente, cuando sea preciso y el pueblo lo demande.
El papel de ese centro es salvarse no s¨®lo ¨¦l, sino tambi¨¦n a la derecha y a la izquierda, para una actuaci¨®n democr¨¢tica; en la que todas las idea! se puedan decir, no chillar; en la que todos los hombres tengan esperanza y todas las posturas pol¨ªticas la posibilidad de llegar a influir en el Poder, desde el Gobierno o desde la Oposici¨®n; en la que la primera derrota no suponga ni la aniquilaci¨®n ni la imposibilidad de lograr m¨¢s tarde una victoria; y en que la seguridad de la reversibilidad del Poder y del respeto de las minor¨ªas, cualquiera que sea su signo, sea la garant¨ªa del futuro.
?Acabaremos todos de acuerdo?
Y, finalmente, el supremo papel del centro es hacer que las posiciones extremas se acerquen hasta que todo el pa¨ªs, o una mayor¨ªa, sea centro. Es decir, que el sector socialista se modere de manera que, sin detrimento de su ideolog¨ªa, sea ¨¦sta cada vez m¨¢s democr¨¢tica, y que prevalezcan dentro de ese sector los hombres, que los hay, de talante m¨¢s centrado y transaccional. Y que el sector conservador o continuista se transforme de manera que, sin detrimento tampoco de sus ideas, sea cada vez menos autoritario y m¨¢s moderno, y prevalezcan tambi¨¦n los hombres, que los hay, con mayor vocaci¨®n de centro y de di¨¢logo.
Cuando eso se alcance, como lo han logrado algunos pa¨ªses en que han desaparecido los extremos, y casi todo el espectro pol¨ªtico es del centro, como Inglaterra, con conservadores y laboristas, Alemania, con socialdem¨®cratas y democristianos, o Estados Unidos, con republicanos y dem¨®cratas, donde no hay ni polarizaci¨®n ni enfrentamientos, sino pura competencia dentro de soluciones centradas y moderadas, habremos alcanzado esa deseada estabilidad pol¨ªtica que ponga fin a los enfrentamientos y a las aventuras, y ser¨¢ posible que la mayor¨ªa del pueblo se acueste la v¨ªspera de unas elecciones generales pensando que, cualquiera que sea su resultado, nadie se juega ni la existencia, ni la libertad, ni la tranquilidad. Que ese es el gran ¨¦xito de un verdadero sistema derpocr¨¢tico.
En ese momento ser¨¢ l¨®gico lo que hoy ser¨ªa un grave riesgo. Que ese extenso sector central del pa¨ªs se divida por puras ideolog¨ªas; hoy, mientras est¨¦n en presencia posiciones m¨¢s extremas y excluyentes, aqu¨¦llas tienen que estar unidas para garantizar ante todo la democracia y la convivencia en paz de todos los espa?oles.
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