Alianza Popular, el presidente Suarez y las elecciones
EN ESPERA de que la intervenci¨®n televisada del se?or Su¨¢rez -demorada hasta el ¨²ltimo minuto con el efectismo propio de un experto del suspense- despeje definitivamente la inc¨®gnita de su pairticipaci¨®n en las elecciones del 15 de junio, parece convertiente analizar, como pieza separada, la feroz ofensiva desatada por Alianza Popular contra la eventual presentaci¨®n como candidato del presidente del Gobierno. Los neofranquistas engalanan sus intereses particulares de grupo con la defensa de principlos democr¨¢ticos generales; en este caso la obligaci¨®n pol¨ªtica y moral del Gobierno de mantener la neutralidad en el proceso electoral.Parad¨®jicamente, los virulentos ataques de AP contra el se?or Su¨¢rez no hacen sino fortalecerle, al dar plausibilidad y consistencia a la raz¨®n que en los c¨ªrculos del propio presidente se esgrime a la hora de justificar su concurrencia a las urnas; esto es, que la mejor manera de cerrar el paso, en el Congreso y en el Senado, a la involuci¨®n autoritaria que Alianza Popular representa, ser¨ªa la participaci¨®n del se?or Su¨¢rez en la lucha electoral, al lado o en el seno del CD.
El ciudadano medio seguramente quedar¨¢ paralizado por el asombro. Los ex ministros de Franco, mientras permanecieron en el poder, identificaron no pocas veces a la naci¨®n y al Estado con sus personas y dispusieron patrimonialmente de los recursos del poder para facilitar a su propia clientela el acceso a esa privilegiada ciudadela. Nombrados digitalmente y no elegidos, ese sistema de selecci¨®n del personal pol¨ªtico oper¨® en cascada hasta el m¨¢s modesto escal¨®n.
Desde sus elevados cargos, llenaron las Cortes org¨¢nicas de procuradores familiares, sindicales o municipales, cubrieron los ayuntamientos de alcaldes y concejales, y coparon las presidencias y direcciones de los entes paraestatales, industrias nacionalizadas y bancos oficiales con amigos y correligionarlos. Cuando se les dio oportunidad de jugar a las elecciones, volcaron todo el peso del Estado, alimentado por los recursos de los contribuyentes, y de los medios de comunicaci¨®n oficiales, para conseguir el voto afirmativo en el Refer¨¦ndum de 1966; hasta tal punto que, por unos momentos, pareci¨® que al censo le faltaban dos millones de electores. ?Con qu¨¦ autoridad moral, desde qu¨¦ ejecutoria personal, acogi¨¦ndose a qu¨¦ principios piden ahora que el Gobierno, cualquier Gobierao, mantenga la neutralidad en el proceso electoral? La neutralidad del poder no es un bien coyuntural. El fair play en pol¨ªtica es una norma a exigir en todo tiempo, y no hubo fair play con la dictadura.
La contraofensiva de AP muestra bien a las claras que la eventual participaci¨®n del se?or Su¨¢rez en las elecciones ha sembrado el p¨¢nico en sus filas. A primera vista, esta reacci¨®n resultar¨ªa una confirmaci¨®n espectacular del lado bueno de los argumentos de quienes propugnan la concurrencia del presidente a los comicios de junio. Sin embargo, la prueba no termina de ser concluyente. La decisi¨®n que tome el se?or Su ¨¢rez estar¨¢ guiada por varios motivos, no siendo desde luego el ¨²nico, y tal vez ni si quiera el principal, el deseo de ahorrarnos a los espa?oles la vuelta de los espectros del franquismo; pues lo que todav¨ªa queda por demostrar es que la utilizaci¨®n en las futuras elecciones del aparato mu?idor del R¨¦gimen no pondr¨¢ en grave riesgo la consolidaci¨®n en Espa?a de una monarqu¨ªa democr¨¢tica.
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