El "esp¨ªritu del 22 de abril" y la ruptura internacional
Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad ComplutenseEl se?or Arias, en sus declaraciones al diario ABC ha puesto, ahora en plano menor y con una personalidad pol¨ªtica mucho m¨¢s deteriorada, en ¨®rbita una forma de entender la configuraci¨®n del Estado espa?ol que, de prosperar, producir¨ªa efectos desoladores en nuestras relaciones internacionales. Otros editorialistas han juzgado y seguir¨¢n comentando lo que representan las afirmaciones del se?or Arias al peri¨®dico madrile?o (lo ha hecho este peri¨®dico y otros muchos) en el terreno de la pol¨ªtica interior. A m¨ª creo que me corresponde centrarme en el estricto sector de las relaciones internacionales. ?Qu¨¦ implica esta entrevista en el presente y futuro inmediato de nuestra capacidad de maniobra diplom¨¢tica?
Sin hacer ning¨²n juego de palabras, y procediendo a etiquetar, a ideologizar en ocasiones (como se hiciera en ¨¦pocas pasadas con ciertas intervenciones del entonces presidente Arias) cabr¨ªa contraponer el esp¨ªritu del 12 de febrero con el esp¨ªritu del 22 de abril. Del primero, algunos ilusos y no pocos inmovilistas, t¨¢cticamente revestidos con ropajes carnavalescos (mucho de esto est¨¢ ahora aconteciendo), vinieron a sentenciar que supon¨ªa un cambio cualitativo en la pol¨ªtica espa?ola, al sustituir el principio de autoridad y adhesi¨®n por el democr¨¢tico de participaci¨®n. Una pol¨ªtica de signo autoritario (como han juzgado la del r¨¦gimen franquista profesores como Loewenstein, y, entre nosotros, Jorge Esteban y L¨®pez Guerra) por una pol¨ªtica democr¨¢tica de participaci¨®n a todos los niveles. No es preciso ahora insistir en la falacia de aquella valoraci¨®n. Yo fui de los primeros editorialistas que puso en entredicho el famoso esp¨ªritu del 12 de febrero (y as¨ª me lo reconoci¨® en cierta reuni¨®n el profesor R. de la Cierva). Los efectos perniciosos de la pol¨ªtica de Arias han sido ya perfectamente expuestos, diagnosticados y valorados en todas sus facetas.
El divorcio que en el personaje protagonista se daba entre algunas de sus formulaciones ret¨®ricas y sus propias convicciones quedaron manifestadas a lo largo de unos meses de pol¨ªtica de dureza en muchas cosas; de ambig¨¹edad e incluso p¨¢nico en no pocas (ahora Arias lo reconoce al juzgar, en forma nada elegante, la actuaci¨®n de ciertos de sus ministros econ¨®micos). El esp¨ªritu del 22 de abril entra?a peligros infinitamente mayores, al incidir de manera determinante en todo nuestro global proceso de aspirada democratizaci¨®n. Para el lector com¨²n puede parecerle que en esta entrevista de abril s¨®lo asistirnos a una de las m¨²ltiples manifestaciones de esa primavera imb¨¦cil a la que ha aludido Pozuelo (Triunfo, 23 de abril). Yo, sinceramente, creo que se trata de un fen¨®meno mucho m¨¢s grave y significativo. Es toda una exposici¨®n pol¨ªtica de Alianza Popular la que se encierra en estas aparentemente pobres y nost¨¢lgicas palabras del se?or Arias. Lo que est¨¢ en juego es sencillamente nuestro progresivo acercamiento a la comunidad internacional (y m¨¢s en concreto: nuestra normalizaci¨®n en las relaciones internacionales), y con ¨¦l, el ¨¦xito o total fracaso de esta penosa y lenta operaci¨®n de transformaci¨®n democr¨¢tica.
Frente a un esp¨ªritu de apertura, ahora se proclama, nada menos, que el principio de una diplomacia realizada con talante de ¨ªmpetu de hurac¨¢n. Al referirse Arias al se?or Fraga como mentor de esta pperaci¨®n destinada a convertir al primero en personaje simb¨®lico (tesis que en su ¨¦poca ministerial defendiera el se?or Carro) le ha calificado nada menos que de hurac¨¢n. En pol¨ªtica internacional conoc¨ªamos expresiones como las de aventurero (Ferrero acus¨® a Napole¨®n como responsable de una aventura que convulsion¨® la vieja comunidad europea), walquirias pardas cabalgando por Europa (como dij era de las fuerzas de Hitler el hijo de Roosevelt). Modernamente es ya convencional distinguir entre palomas y halcones. Ahora se nos habla de huracanes. Y esto se dice cuando domina en el campo de las relaciones internacionales el ¨¢nimo templado, mesurado, casi legitimista, que reclama la pol¨ªtica de distensi¨®n y de coexistencia pac¨ªfica. Es la hora de la normalizaci¨®n de las relaciones internacionales, del status pol¨ªtico de los Estados. En conclusi¨®n: vivimos un tiempo nada adecuado para el protagonismo de los hombres que sienten y se comportan como esos huracanes que habitualmente llevan sus propias siglas.
Prescindir¨¦ ahora de lo que puede significar la operaci¨®n Fraga. No quiero, como internacionalista que soy, imputar a terceros las calificaciones hechas por Arias. Lo cierto es que esa acci¨®n de desolaci¨®n, de exterminio, que puede implicar la propuesta del antiguo fiscal s¨®lo al ex ministro de la Gobernaci¨®n de Franco, se puede correctamente atribuir. Sin que esto ¨ªnvalide la afirmaci¨®n anterior de que en esa entrevista est¨¢, en buena parte, contenida la l¨ªnea de Alianza Popular.
Las afirmaciones del ex director general de Seguridad hay que entenderlas en el actual momento hist¨®rico y en su contexto pol¨ªtico global. Se producen cuando est¨¢ por concluir el viaje de los monarcas por tierras de la Rep¨²blica Federal de Alemania, y cuando est¨¢ muy pr¨®xima la partida del presidente Su¨¢rez a M¨¦xico y Estados Unidos. ?Cu¨¢l es la l¨ªnea inspiradora de toda esta diplomacia viajera? En lo esencial, resulta f¨¢cil su trazado: proyectar en el mundo, especialmente en determinadas esferas regionales, la imagen de una Espa?a moderna que camina positivamente ?hacia? su democratizaci¨®n: condici¨®n previa e ineludible para incorporarnos activa y normalmente al mundo de las relaciones internacionales y a la actividad de las organizaciones europeas. Una operaci¨®n que hace del monarca el especial embajador de una Espa?a que quiere abrirse a todas las corrientes internacionales y de un Estado que necesita realizar una pol¨ªtica internacional de signo universalista como reclama nuestra tradici¨®n e imponen nuestras actuales necesidades.
Esta pol¨ªtica internacional, que hace del monarca el motor, al igual que se dice una y otra vez trat¨¢ndose de la pol¨ªtica de democratizaci¨®n, eleva al Rey a unos niveles que no son los propios de una Monarqu¨ªa constitucional, ni de una Corona decorativa en un sistema fascista (caso de la Italia fascista o de la Grecia de los coroneles). En esta situaci¨®n, la cr¨ªtica corrosiva que hace Arias de la labor del Gobierno afecta, al mismo tiempo, al Estado y al Rey. No se puede en un momento disociar la acci¨®n del Gobierno de la l¨ªnea trazada, casi forzada, por el Rey; para pasar, en otro instante, a declamar rom¨¢nticamente toda suerte de cantos apolog¨¦ticos de la instituci¨®n mon¨¢rquica. En el tiempo en que vivimos la coherencia nos obliga a juzgar al Gobierno, o, al menos, los actos significativos del Gobierno, como actos en buena medida aceptados, al menos, por el monarca.
Todo el enorme esfuerzo desplegado por la diplomacia espa?ola, que act¨²a sintonizando la dimensi¨®n pol¨ªtica interna y la internacional, haciendo que, rec¨ªproca y en direcciones encontradas, sirvan para facilitar nuestra normalizaci¨®n como Estado y miembro de la comunidad internacional, queda desbaratado por el apasionado y unilateral enjuiciamiento de Arias. Las palabras del que fuera presidente del primer Gobierno de la Monarqu¨ªa suponen un desaf¨ªo al actual sistema pol¨ªtico y un acto de provocaci¨®n a la opini¨®n p¨²blica internacional.
Quisiera hacer un inciso con relaci¨®n a esta opini¨®n p¨²blica internacional. En tiempos del r¨¦gimen franquista, cuando se hablaba de opini¨®n p¨²blica internacional, el acento hab¨ªa que ponerlo en los pueblos y, no en los Gobiernos. Salvo excepcionales circunstancias (como las creadas por las sentencias de septiembre de 1975), las protestas de esa opini¨®n internacional proced¨ªan de los pueblos, de sus fuerzas pol¨ªticas, sindicales e incluso confesionales, am¨¦n de las .culturales, que siempre estuvieron en primera l¨ªnea. Ahora es la opini¨®n de los Gobiernos y de m¨²ltiples organizaciones internacionales (desde la ONU hasta el Consejo de luropa, la Liga Arabe, la OEA, etc¨¦tera). Son las grandes potencias de la democracia occidental las que sostienen el proceso de democratizaci¨®n espa?ola (presidente y C¨¢maras de USA, Gobiernos de la Rep¨²blica Federal de Alemania, Francia, Italia, Gran Breta?a, etc¨¦tera). Son los parlamentarios de la Europa de las comunidades y del Consejo de Europa los que alientan esta l¨ªnea pol¨ªtica que Arias condena con los m¨¢s duros calificativos. Ese nuevo milagro (el aut¨¦ntico, si se ultimara) de transformar pac¨ªficamente un sistema totalitario en una democracia, es lo que alaban desde fuera, y lo que se condena desde las plataformas de Alianza Popular. No creo ser extremoso si califico al se?or Arias de hurac¨¢n diplom¨¢tico. Categor¨ªa in¨¦dita, y que tiene peores efectos que la acci¨®n de los halcones. Por lo general, el protagonismo de los halcones s¨®lo es viable en estados con una pol¨ªtica internacional en¨¦rgica, de dureza. El Acuerdo de Madrid de noviembre de 1975 nunca ser¨ªa obra de halcones...
Quisiera ahora seleccionar unos pocos p¨¢rrafos de la entrevista citada y ver de qu¨¦ modo afectan huracanadamente a nuestra pol¨ªtica internacional y, por efecto inevitable, tambi¨¦n a la dom¨¦stica.
1.? Dice el se?or Arias: Se han producido una serie de acontecimientos. Ya se siente verdadera alarma. Este estado de desorientaci¨®n, de inseguridad, de no fiarse ya unos de otros. Glosa: si todo esto es cierto, las consecuencias inmediatas son estas dos: no estamos en condiciones de normalizar nuestras relaciones internacionales, ni de tratar en adecuadas negociaciones nuestra incorporaci¨®n a la Europa comunitaria; queda en entredicho la funci¨®n normalizadora, arbitral y estabilizadora de la Monarqu¨ªa. 2.? Afirma el personaje entrevistado: Por encima de todo, est¨¢ el sentido de rid¨ªculo que estamos dando ante el mundo con doscientas siglas pol¨ªticas. Glosa: Si esto fuera totalmente cierto, habr¨ªa que extraer estas. consecuencias: carecemos de aptitud democr¨¢tica y, por lo mismo, es en lo internacional inviable pensar en integrarnos en organizaciones europeas, que imponen a los es tados para su incorporaci¨®n unos niveles democr¨¢ticos, que van incluso m¨¢s lejos que el simple hecho de celebrar unas elecciones sujetas al pluripartidismo y su fragio universal; este rid¨ªculo nos abrumar¨ªa a todos (tambi¨¦n a la derecha en la que milita Arias), pues es un fen¨®meno general, nacido como fruto del r¨¦gimen de clandestinidad, y m¨¢s condenable en la derecha que gobern¨® y adoctrin¨® ideol¨®gicamente durante cuarenta a?os. 3.? Arias, en tono apocal¨ªptico, dice al perio dista: Vamos a la cat¨¢strofe, a la ruina completa. Glosa: este deterioro econ¨®mico data de tiempos lejanos (lo dice expresamente Arias al enjuiciar su misi¨®n econ¨®mica), y, al margen de fechas y causas, si fuera totalmente cierto en la amplitud que en el diagn¨®stico se hace, quedar¨ªamos marginados, no ya de las comunidades europeas (que no pueden complicar su situaci¨®n cr¨ªtica en lo econ¨®mico, incorporando a un Estado que s¨®lo aporta miseria y cat¨¢strofe), sino de todos los ?cauces? de financiaci¨®n y comercializaci¨®n internacional, pues declaramos abiertamente nuestra situaci¨®n de insolvencia. 4.? Dice Arias algo que resulta a¨²n m¨¢s comprometedor que to do lo anterior: El Gobierno ha adoptado la actitud de enga?ar a todos. Y, claro, a la hora de la ver dad, cada uno ha cogido la calle en medio. Glosa: Dec¨ªa un gran diplom¨¢tico franc¨¦s que lo peor que puede suceder en la pol¨ªtica internacional es adquirir la fama de enga?oso. Pues bien, si nuestro Gobierno enga?a a todos, resulta inevitable que los sujetos internacionales (estatales e institucionales) adopten toda suerte de reservas en sus negociaciones con nosotros: no es interesante comprometerse con gobiernos que enga?an a todos, ?no estaremos tambi¨¦n enga?¨¢ndoles a ellos? ?Y hasta qu¨¦ grado ese en gano tan espectacular e inmoral (es el enga?o como segunda naturaleza del Gobierno) implica a m¨¢s altas instancias? Esta referencia a la hora de la verdad, la calle en medio, tienen ciertos ecos y resonancias de funestas ¨¦pocas en que el espa?ol cre¨ªa que s¨®lo hab¨ªa una salida: lanzarse al campo. En una Espa?a urbanizada se sustituye campo por calle. El hombre del, esp¨ªritu de apertura, del apret¨®n de manos a Brejnev en Helsinki; es ahora lo que fue siempre. Tambi¨¦n el pol¨ªtico, como otros muchos seres (pongamos como ejemplo t¨ªpico el delincuente) vuelve a su punto de partida: en uno, el lugar del crimen; en el otro, la vieja ideologia.
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