Las fuerzas de orden p¨²blico
EN EL relevo del jefe superior de Polic¨ªa de Bilbao se han pronunciado unas palabras esperadas hace cuarenta a?os y que ahora adquieren especial significaci¨®n, cuando, adem¨¢s, se pronuncian en el Pa¨ªs Vasco: que la Polic¨ªa no puede estar al servicio de una ideolog¨ªa, sino de la sociedad entera sin distinci¨®n. Por otra parte, y en el mismo acto, el director general de Seguridad anunci¨® la pr¨®xima publicaci¨®n de una ley de Bases para la reorganizaci¨®n de la polic¨ªa gubernativa.Lo que est¨¢ en marcha es la reestructuraci¨®n de cuerpos como el policial y los de Polic¨ªa Armada y Guardia Civil. La reorganizaci¨®n de estos ¨²ltimos queda en manos del Gobierno por el decreto de 7 de abril pasado, sobre funcionarios del Estado y personal militar. Y los tres cuerpos esperan, con mayor o menor inquietud, la adecuaci¨®n de sus reglamentos y funciones a las necesidades de la sociedad democr¨¢tica que se prepara.
Los propios funcionarios de estos cuerpos o armas entender¨¢n, de seguro, la necesidad de esta reorganizaci¨®n. No es desdoro para sus honras personales o corporativas reconocer aqu¨ª la obviedad de que, durante los a?os del franquismo, fueron utilizados con frecuencia para la salvaguarda de unos intereses pol¨ªticos muy concretos. Yerran los funcionarios de orden p¨²blico cuando creen advertir reticencias hirientes en la prensa hacia sus cuerpos, como se equivocan quienes infantilmente redactan por las paredes eso de Disoluci¨®n de los cuerpos represivos. Piensen los funcionarios responsables del orden que tambi¨¦n la prensa fue mero instrumento del franquismo durante d¨¦cadas, y no por eso los periodistas han dejado de reclamar otro estado de cosas: una sociedad civilizada y moderna, en suma. Pero no hay una sociedad civilizada y moderna sin unas fuerzas del orden organizadas, bien dotadas y disciplinadas.
En cualquier caso, los tres cuerpos citados tienen problem¨¢ticas diferentes y s¨®lo una com¨²n: los organismos de informaci¨®n y acci¨®n paralelos, sobr¨¦cuya disoluci¨®n parece que el Gabinete est¨¢ seriamente comprometido. As¨ª sea.
La polic¨ªa gubernativa bien debiera aspirar a la supresi¨®n de este apellido y pasar a depender, no del Ministerio de la Gobernaci¨®n, sino del de Justicia, deviniendo asi en una Polic¨ªa Judicial. De otra parte, todos sus componentes deben aspirar a una mejora de su capacitaci¨®n profesional que incremente su eficacia por medios cient¨ªficos y no coercitivos.
La Polic¨ªa Armada -que no es otra cosa que la Guardia de Asalto republicana, organizada por Agust¨ªn Mu?oz Grandes, pero con otro uniforme- est¨¢ encontrando su sitio c¨ªvico. Ha sufrido tal cantidad de bajas, en forma de atentados y asesinatos, que los ciudadanos de todo signo no pueden dejar de reconocer su dedicaci¨®n y sacrificio en pro del orden social. Empero, sus Compa?¨ªas de la Reserva General -una especie de Polic¨ªa Armada de choque calcada de los CRS (Compa?¨ªas Republicanas de Seguridad, francesas), que siempre operan fuera de sus ciudades de acantonamiento y que est¨¢n actuando ¨²ltimamente con una dureza desusada e innecesaria (ah¨ª est¨¢ el ejemplo de lo ocurrido en Plasencia tras la visita del Rey), deben ser utilizadas de otra manera y con otra ¨®ptica.
La Guardia Civil, finalmente, es un cuerpo ya secular, y, por ello, sus reglamentos, usos y costumbres han quedado en gran parte desfasados. Creada util¨ªsimamente para una sociedad rural, ha quedado parcialmente anacr¨®nica en una sociedad industrial que despuebla sus campos. As¨ª, la Guardia Civil se ha visto obligada a desplegar la energ¨ªa de su ordenaci¨®n interna en zonas como el Pa¨ªs Vasco, que reclaman ya la soluci¨®n inteligente del restablecimiento de los Miqueletes.
As¨ª se ve que la Guardia Civil, cuando ha podido superar los tiempos del duque de Ahumada, ha llevado a cabo trabajos tan meritorios y nacionalmente reconocidos como un excelente servicio de carreteras. En la misma direcci¨®n de modernizaci¨®n t¨¦cnica y sociol¨®gica debe continuar para adaptarse plenamente a las necesidades de la Espa?a del desarrollo industrial y la democracia.
Y cabr¨ªa un resumen final para el papel que deseamos a todos estos responsables de la seguridad p¨²blica, aun cuando tengamos que recurrir a t¨®picos. Lo que la Espa?a democr¨¢tica precisa son fuerzas del orden antes respetadas que temidas, conscientes de que la mejor tarea reside en defender ese camino hacia las libertades que persigue el pueblo espa?ol, por cuanto no son los servidores manipulados de una ideolog¨ªa, sino los garantes de la seguridad y la libertad de todos.
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