El final de la guerra civil
Las pr¨®ximas elecciones del 15 de junio van a significar, deben significar, el final definitivo de la guerra civil, su total y absoluta liquidaci¨®n y superaci¨®n. Pero, ?no hab¨ªa terminado el 1 de abril de 1939? ?Es que los espa?oles hemos estado en guerra todav¨ªa 38 a?os m¨¢s? Me repugna la exageraci¨®n, que, adem¨¢s, suele ser peligrosa. Ni es verdad que la guerra terminara en 1939, ni es cierto que los espa?oles hayamos vivido en guerra desde entonces. Intentar¨¦ decir en pocas palabras c¨®mo veo las cosas.Que la guerra tuvo un desenlace militar definitivo, es bien notorio. Que se trat¨® de que no hubiera vencidos, es decir, un contendiente con el cual se trata y que tiene existencia jur¨ªdica, no es menos evidente. Juli¨¢n Besteiro es el s¨ªmbolo del intento de que la guerra hubiese tenido un desenlace civilizado, sin in¨²tiles matanzas finales, sin la destrucci¨®n formal de media Espa?a. El fanatismo y la falta de inteligencia malograron este intento, del cual alg¨²n d¨ªa hablar¨¦ con conocimiento de causa. Esto, como entonces advert¨ª, comprometi¨® la paz, impidi¨® que fuese la paz el desenlace de la guerra.
No solamente hubo una victoria militar sobre la Rep¨²blica, sino que se mont¨® para siempre sobre esa victoria la vida p¨²blica espa?ola. La pol¨ªtica de cuatro decenios ha consistido en la exclusi¨®n de los vencidos, y m¨¢s a¨²n, en la eliminaci¨®n de todos los que no se incorporasen de un modo o de otro, incluso documentalmente, al r¨¦gimen vencedor en la guerra civil. La consecuencia fue la mala conciencia de muchos, el ?exilio del Estado? -aunque no de la sociedad espa?ola- de algunos, entre los que me cuento, el privilegio para los dem¨¢s.
Esta situaci¨®n ha terminado, mejor dicho, est¨¢ terminando. El 20 de noviembre de 1975, por causas naturales, sin intervenci¨®n de ninguna fuerza pol¨ªtica, se extingui¨® un r¨¦gimen que nadie ha abreviado ni una sola hora. Desde ese momento, y en un proceso de maravillosa destreza y -?por qu¨¦ no decirlo?- de buena fortuna hist¨®rica, se ha procedido a la transformaci¨®n rapid¨ªsima de una situaci¨®n que, adem¨¢s de ser injusta, no era ya viable, cuya agon¨ªa era un colosal entorpecimiento para la vida nacional. Sin quebrantamiento de la continuidad, sin que haya dejado de funcionar el pa¨ªs y su administraci¨®n, sin que el poder haya estado abandonado ni un momento, con un m¨ªnimo de violencia y trastorno, Espa?a est¨¢ siendo devuelta a s¨ª misma, se mueve con considerable libertad, se est¨¢n borrando las diferencias entre dos clases de espa?oles, muchos empezamos a sentir que no vamos a ser ajenos a nuestra vida colectiva. Dentro de pocas semanas, los ciudadanos espa?oles -que habr¨¢n vuelto a ser ciudadanos- van a tomar en sus manos su destino y decidir su vida pol¨ªtica. Van a elegir sus representantes, y con ello van a devolver¨ªa legitimidad a los poderes p¨²blicos.
Muchos espa?oles se preguntan,o preguntan a sus amigos: ??Qu¨¦ se debe votar? ?Qu¨¦ se puede votar?? Algunos lo saben ya, lo tienen decidido de antemano: son los que se consideran adscritos a un partido m¨¢s o menos existente. La inmensa mayor¨ªa no sabe a¨²n, porque todav¨ªa en el momento en que escribo, no conoce cu¨¢les van a ser las opciones electorales.
Lo que s¨ª se sabe es lo que significan, las grandes pretensiones que se dibujan. Hay una fracci¨®n de Espa?a que deplora que el r¨¦gimen anterior haya llegado a su fin; por ellos, hubiese continuado indefinidamente -tal vez con algunos retoques, atenuaciones o mejoramientos-; hubiese continuado el monopolio pol¨ªtico de los vencedores, el predominio de sus intereses, la imposici¨®n de su manera de entender Espa?a y sus problemas; los dem¨¢s podr¨ªan ser ?admitidos? a participar, a incorporarse, como ?asociados?, con ciertas condiciones. El t¨ªtulo para ejercer el poder seguir¨ªa siendo el triunfo militar; para ellos no se trata, claro es, de continuar la guerra civil, pues termin¨® en favor suyo, sino de perpetuar su resultado.
Hay otra fracci¨®n de nuestro pueblo que considera que, puesto que el r¨¦gimen franquista ha terminado, esto quiere decir el triunfo del otro bando beligerante. Si los vencedores tienen que abandonar el Poder, deben ocuparlo los vencidos. Por tanto, hay que ?volver? a 1939, hay que ?empalmar? con lo que entonces qued¨® destruido y eliminado. Y, en efecto, vuelven a surgir los nombres, las consignas, las banderas, los s¨ªmbolos, las siglas vigentes hace 38 a?os.
Soy persona bastante respetuosa, y lo que m¨¢s respeto es la realidad. Me parece, pues, respetable que haya dos porciones de Espa?a que piensen como acabo de decir, y presenten sus opciones contrapuestas a los espa?oles.
Pero es claro que una y otra significan vivir de la guerra civil.de su resultado, en un caso; de la inversi¨®n de ¨¦l, en el otro. Para unos se trata de continuar como si no hubiera pasado nada a fines de 1975 (los m¨¢s inteligentes dir¨¢n: como si, no hubiera pasado gran cosa). Para los otros, de actuar como si el desenlace de la guerra hubiese sido el contra?o. Como se ve, dos flagrantes violencias sobre la realidad.
Lo que pas¨® en noviembre de 1975 fue decisivo y es irreversible; lo que sucedi¨® en la primavera de 1939 no fue menos decisivo y, por supuesto, nadie lo ha ?revertido?. Creo que la gran mayor¨ªa de los espa?oles sienten viva repugnancia por la guerra civil, creen que fue una descarga de criminosidad que aterra retrospectivamente, que destruy¨® cientos de miles de vidas, la riqueza nacional, la libertad de los espa?oles y, con todo ello, infinitas posibilidades interesantes. Los que padecimos la guerra solemos considerarla el m¨¢ximo error de nuestra historia. Muchos que, una vez producido el desgarramiento, cre¨ªmos que deb¨ªa defenderse una de las dos causas, vimos que ambas eran err¨®neas, que la guerra misma significaba un planteamiento absurdo, reaccionario por ambas partes, de los problemas espa?oles, que en ambos casos Espa?a iba a salir perdiendo. No se olvide que la emigraci¨®n intelectual espa?ola se produce en dos oleadas: la primera y principal, en 1936; la segunda, en 1939. Su ?fusi¨®n? posterior fue el resultado de la torpeza y la falta de generosidad del r¨¦gimen imperante en Espa?a.
?Pueden plantearse as¨ª las pr¨®ximas elecciones? Hay una tercera opci¨®n -que no s¨¦ c¨®mo se va a articular, en cu¨¢ntos partidos o coaliciones-: la que considere que esas elecciones tienen que ser la imposibilidad de volver al planteamiento de la guerra civil, Si se prefiere otra expresi¨®n, la victoria de Espa?a en concordia sobre todos los que quisieron -o siguen queriendo- volver atr¨¢s.
Advi¨¦rtase que esto ¨²ltimo no es una posibilidad electoral, sino acaso varias. En el futuro, tendr¨¢n que ser varias. Quiero decir que podr¨¢ haber varios programas y partidos, varias pol¨ªticas, que disputen entre s¨ª, coincidentes en no vivir de la guerra, en estar absolutamente m¨¢s all¨¢ de ella. De momento, los espa?oles van a decidir, sobre todos, si van a intentar seguir viviendo de las rentas de la guerra civil o la van a enterrar definitivamente para que sirva de fertilizante a la tierra actual en que tienen que vivir.
Dec¨ªa Kant que Espa?a era ?la tierra de los antepasados?. Este pa¨ªs, tan imp¨ªo que olvida su pasado, tan poco tradicional que tiene que ser a veces tradicionalista, sufre la tentaci¨®n de dejar que vuelvan los fantasmas, los aparecidos, los que con su anacronismo vienen a interponerse entre nosotros los vivientes y el horizonte de nuestros proyectos para un futuro que est¨¢ por escribir. Vamos a escribirlo.
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