As¨ª ser¨¢ el Museo del Prado
?La audaz estructura exterior del parisiense Georges Pompidou, traslada al interior del madrile?o Museo del Prado? Tubos y tuber¨ªas te?idas de minio, cuerpos y m¨¢s cuerpos geom¨¦tricos, escalonados, como colinenas de zinc, bombas y sistemas de bombas aspirantes impelentes, en pleno fulgor met¨¢lico, vertiginosos canales de conducci¨®n a¨¦rea serpeando por muros y techos, bocas, anillos, fuelles, codos, ranuras, ¨¢labes, de arrogante dise?o industrial.... y los mil y un artilugios y accesorios destinados al lavado, filtrado, purificaci¨®n del aire y climatizaci¨®n del medio..., parecen reproduciir, en los bajos adyacentes a nuestro museo, la atrevida arquitectura del famoso centro cultural, orgullo de propios y envidia de ajenos, recientemente inaugurado en Par¨ªs. Impensada apoteosisfu turista que, al margen. de su espec¨ªfica funci¨®n, merecer¨ªa verse incluida en la visita convencional a los tesoros del Prado.?Es la instalaci¨®n m¨¢s perfecta de cuantas existen, en Europa?, me coment¨® Mme. Baticle, conservadora de la pintura espa?ola en el Museo del Louvre, que tuvo, el pasado jueves, la gentileza de acompa?ar a los informadores madrile?os en la premi¨¦re organizada y presidida por el director general del Patrimonio Art¨ªstico y Cultural, director y Subdirector del Prado, comisario de Museos, y otros dignatarios y administrativos del ramo. ?Hecha excepci¨®n del Rijksmuseum de Amsterdam -agreg¨®-, es ¨¦ste el ¨²nico museo europeo que va a tener climatizadas todas sus dependencias. El del Louvre, por ejemplo, apenas si ha logrado acondicionar uno de sus flancos.? Sea as¨ª, en buena hora, y, mucho m¨¢s, de tener en cuenta las minuciosas explicaciones t¨¦cnicas que nos brind¨® el ingeniero Francisco Vighi, imposibles de comentar, de resumir siquiera, en una cr¨®nica de circunstancias.
Una onda salut¨ªfera
Aparato, ¨¢mbito y trabajo de esta rutilante sala ale m¨¢quinas se dan, seg¨²n dije, en los bajos adyacentes al museo, con lo que el peligro de incendio e inundaci¨®n (la electricidad y el agua constituyen la base de la operaci¨®n depuradora) queda pr¨¢cticamente disipado. Se ha socavado, al efecto, en la calle situada tras la fachada este del Prado, y a lo largo de ella, una zona de 1.820 metros cuadrados, con un volumen de 10.000 m3, en cuyas bien holgadas proporciones se aloja la totalidad de la maquinaria. La conducci¨®n de lacorriente climatizadora, desde esta sala soterrada y adyacente hacia cada una de las cincuenta zonas en que el museo queda dividido, se produce a trav¨¦s de una angosta galer¨ªa o entreplanta que el arquitecto del Prado, Juan de Villanueva, hab¨ªa trazado en la cara posterior del edificio, sin que nadie, hasta el d¨ªa de hoy, hubiese dado con su concreta fin¨¢lidad o hubiera acertado a sacar de ella alg¨²n partido.A partir de este inesperado y oportuno regalo de Villanueva, el complejo sistema de tuber¨ªas se va ramificando y distribuyendo por salas y pasillos del edificio. Cada una de ellas va empotrada en el muro correspondiente, quedando ¨²nicamente a la vista la lev¨ªsima ranura alabeada, o rejilla perimetral, de donde fluye la corriente de aire acondicionado a modo de cortina interpuesta, entre la faz de cada cuadro y la del contemplador. L¨®gicamente, la climatizaci¨®n ata?e, sala por sala, a la totalidad del museo, pero el caudal m¨¢ximo se concentra en el ir y venir, o subir y bajar, de esa cortina perpetuamente renovada y protectora que ba?a la superficie de cada cuadro, y, sin romperse ni mancharse, difunde una onda salut¨ªfera hacia los contaminados visitantes.?Nuevo e insospechado aliciente para la asidua visita a nuestra pinacoteca por antonomasia? No es mal negocio que, al tiempo que atiende a su salud espiritual en la contemplaci¨®n de Vel¨¢zquez, Tiziano, Rubens, Goya, Tintoretto..., salga usted, tras un par de horas de estancia, y por el mismo precio, f¨ªsicamente curado o en trance de franca mejor¨ªa. Ocurre, en cualquier caso, y frente a err¨®nea y muy difundida creencia, que los propios visitantes son privilegiados portadores de contaminaci¨®n, muy por encima de la que se filtra (y no es poca) por puertas y ventanas. Tambi¨¦n la amenaza exterior queda conjurada mediante la autom¨¢tica conversi¨®n del edificio en compartimento estanco. Dentro de ¨¦l se genera insensatamente una sobrepresi¨®n, de suerte que, al abrirse las puertas, tiende el aire, por efecto de ella, a salir y no a entrar.
No le va a quedar, repito, al sufrido pueblo de Madrid, y poblaci¨®n tur¨ªstico-flotante, otro remedio que centrar sus atenciones y menudear sus visitas al museo, tanto por las antedichas razones de salud como por las condiciones ideales de temperatura, clima y ambiente que las nuevas instalaciones le procuran. Los ¨ªndices, m¨¢ximos y m¨ªnimos, que la t¨¦cnica y la experiencia juzgan ¨®ptimos para la conservaci¨®n de las pinturas, vienen a coincidr en el Prado con los m¨¢s id¨®neos o m¨¢s recomendables en la conservaci¨®n o reconstituci¨®n y buen aspecto de las personas: una temperatura constante de 22 grados cent¨ªgrados, una humedad del 50 % HR, y la dr¨¢stica reducci¨®n de los contaminantes, y del polvo en general, a la milagrosa e irrisoria proporci¨®n de diez microgramos.
Otras innovaciones y reformas ya consumadas, o en per¨ªodo de realizaci¨®n, son las pertinentes al dep¨®sito de obras no expuestas o destinadas a su oportuno intercambio y exhibici¨®n rotativa. Se est¨¢n habilitando a tal fin tres amplios pabellones, cuya capacidad global abarca los 2.500 metros cuadrados. Para su mejor uso y acomodo, el sistema elegido es el de peines, o puertas correderas de malla met¨¢lica, que en sus dos caras admiten el anclaje de las pinturas almacenadas. Cada uno de estos peines, refractarios a toda vibraci¨®n en su propio abrirse y cerrarse, tiene una extensi¨®n de veinticuatro metros cuadrados. El material de los ya construidos es absolutamente incombustible como igualmente lo ser¨¢n las paredes, techos y suelos en su disposici¨®n definitiva. Cuenta, por ¨²ltimo, entre los planes de reforma, la creaci¨®n de una sala de exposiciones, cuya necesidad, de cara a los dep¨®sitos del propio museo o de otras procedencias, no deja hoy por hoy de entra?ar una ostensible laguna.
Obras hechas y cuentas claras
?Qu¨¦ volumen suponen las obras ya realizadas? ?Cu¨¢ntas quedan por realizar? ?Cu¨¢les, las cifras del presupuesto general, y cu¨¢les las sumas ya empleadas? Tomando como centro y unidad (una quinta parte) las salas de, Vel¨¢zquez, el Museo del Prado se desglosa, a derecha e izquierd¨¢ de ellas, en otras cuatro quintas partes. Al margen de las ya realiza das en los 1.800 metros cuadrados de la sala de m¨¢quinas, las obras que por ahora se vienen llevando a cabo conciernen a las dos quintas partes del edificio: el espacio, pr¨¢cticamente, que desde dichas salas de Vel¨¢zquez conduce hasta la puerta llamada de Murillo, o el ala izquierda, por redondear el c¨¢lculo del museo, seg¨²n las trazas de Juan de Villanueva.De lo dicho puede desprenderse que esta primera fase de acondicionamiento y reforma afecta, aproximadamente, a la mitad de las dependencias. La otra mitad sigue abierta al p¨²blico. con la muestra provisional de aquellas obras que, ajuicio de los responsables del Prado, merecen o suscitan las mejores atenciones del visitante. Con el comienzo de la segunda fase, tales obras pasar¨¢n a las salas reconformadas y climatizadas . De esta suerte, el curso normal de las obras y el diario rosario de visitas no se har¨¢n incompatibles, aunque dejen de ser ¨®ptimos los criterios de ordenaci¨®n y las condiciones, tambi¨¦n, de comodidad y contemplaci¨®n adecuada. Iniciado el 16 de marzo de 1976, habremos de esperar un par de a?os m¨¢s, hasta ver coronado el ambicioso proyecto. Asciende su importe, de acuerdo con los datos oficiales, a 336.983.330 pesetas. Hasta el presente se han certificado 144.894.571,75 pesetas, quedando pendientes de cobro 192.088.738,25 pesetas, cifra que ha de incrementarse ostensiblemente con las obras de iluminaci¨®n, seguridad, nuevos accesos y reordenaciones.
?Ya tenemos el museo mejor climatizado de Europa y uno de los mejor acondicionados del mundo! ?Ha sanado, al fin, ese gran enfermo de nuestra cultura, como ha llamado al Prado su propio subdirector, el profesor P¨¦rez S¨¢nchez, preocupado m¨¢s que nadie, desde dentro y hacia fuera, en subvenir y denunciar tantas y tantas dolencias? No. Dista a¨²n mucho de cumplir las cuatro funciones fundamentales que, a juicio suyo y en la sana raz¨®n de cualquiera, competen a un museo merecedor de tal nombre: conservaci¨®n, exhibici¨®n, educaci¨®n e investigaci¨®n, rayando incluso la inobservancia de la primera de ellas en el m¨¢s grande desatino que usted pueda imaginar.
?A cu¨¢ntas obras, propiedad del Prado, afecta o afectar¨¢ la ambiciosa empresa climatizadora? A algo m¨¢s de su mitad, de tener en cuenta que el resto anda disperso, si inventariado, no siempre catalogado, fuera del control exigible y en deplorable estado, a veces, de conservaci¨®n. Obras depositadas en variopintas dependencias y entidades (diputaciones, ayuntamientos, capitan¨ªas generales, embajadas, despachos oficiales ... ), que, contraviniendo el car¨¢cter provisional de su encomienda, han terminado, no pocas, por adquirir (condici¨®n de privilegio definitivo (?a qu¨¦ poderes no obdecer¨¢n cuando algunas de ellas han hecho o¨ªdos sordos a la solicitud conjunta de hasta tres ministros!). Si son 2.500 las obras habitualmente colgadas en el Museo del Prado, otras tantas resultan las que, siendo de su propiedad, se hallan dispersas, en manos extra?as, y vaya usted a saber en qu¨¦ estado de conservaci¨®n. En tanto las unas reciben la gracia de la climatizaci¨®n, quedan las otras confiadas a su propia desventura... o a la interperie.
El hermano rico y los hermanos pobres
No deja de'ser parad¨®jico que la presentaci¨®n oficial, ante los medios informativos, del que pronto ser¨¢ el museo mejor climatizado de Europa haya venido a coincidir con el dram¨¢tico informe (harto af¨ªn, en los m¨¢s de sus aspectos, con la serie de denuncias que hace unos meses vieron la luz en las p¨¢ginas de EL PAIS) elaborado por el Colegio de Doctores y Licenciados, en torno a la situaci¨®n ca¨®tica de casi todos los dem¨¢s. Centenares de museos en precario, privados de un presupuesto capaz de cubrir sus minimas exigencias, a merced de un personal a todas luces insuficiente y de una conservaci¨®n imaginaria, asentados en edificios que no re¨²nen los m¨¢s elementales presupuestos de seguridad.De todo coraz¨®n celebra uno la salvaci¨®n material del Museo del Prado, en cuanto que renovada posibilidad de conservaci¨®n duradera y m¨¢s adecuada exhibici¨®n, a las que Dios quiera vengan pronto a sumarse las inexcusables exigencias investigadoras y docentes. Uno no deja, sin embargo, de lamentar que ese rutilante y soterrado Centro Pompidou, en miniatura, quiera igualmente acentuar el sarcasmo de su repentina opulencia, frente a la probada orfandad de sus hermanos menores. Urge todo un replanteamiento en la pol¨ªtica muse¨ªstica, una mayor capacidad de autonom¨ªa y operaci¨®n por parte de los expertos e interesados en el tema, y una amplia mirada a la nueva sociedad, muy por encima de ordenazas y ordenantes. ?El sistema burocr¨¢tico espa?ol -concluir¨¦, haciendo m¨ªas algunas de las conclusiones del informe aludido- es totalmente ineficaz e incapaz de hacer una planificaci¨®n. Para que los museos puedan desarrollar el papel que les corresponde, es preciso situarse a un nivel social y dar prioridad al cambio que la sociedad espa?ola necesita.?
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