La democracia humillada
Ex miembro de Centro Democr¨¢tico, candidato al Congreso por Partido Dem¨®crata GallegoLa democracia es un medio de Gobierno, entre otros posibles, y una finalidad moral de la sociedad.
La pol¨ªtica de reforma que ha emprendido el r¨¦gimen de Franco, a juzgar por las palabras de quienes la protagonizan, pretende llevar a la democracia en seis meses. Desde el 15 de diciembre (refer¨¦ndum) al 15 de junio (elecciones legislativas). Examinemos si este camino conduce, sin ruptura posterior, a la democracia, es decir, a un sistema pol¨ªtico con el que el Gobierno est¨¦ designado y controlado por el pueblo, y en el que la sociedad est¨¦ inspirada por las virtudes morales de la ciudadan¨ªa.
La democracia como medio de Gobierno exige no la simple introducci¨®n de] sufragio universal, sino que este sufragio tenga por finalidad designar a los gobernantes, bien de modo directo (presidencialismo), bien de modo indirecto (parlamentarismo). Las elecciones legislativas convocadas no tienen esta finalidad. Los diputados que resulten elegidos no tienen ninguna posibilidad legal para designar un nuevo Gobierno, ni para provocar la dimisi¨®n de? Gobierno actual. Es pues evidente que el 15 de junio, contra lo que dice la propaganda de la televisi¨®n y de las vallas pubicitarias gubernamentales, la dernocracia como sistema de Gobierno no ser¨¢ un hecho.
Tampoco desde el punto de vista de la finalidad moral de la democracia, la situaci¨®n actual responde a los principios de coherencia moral y de ejemplar?dad pol¨ªtica que una sociedad necesita para pasar de la humillaci¨®n inherente al estado de s¨®bidot, que los espa?oles hemos padecido bajo el r¨¦gimen totalitario de Franco, a la dignidad que comporta el estado de ciudadano. No es razonable esperar una superaci¨®n de la moralidad p¨²blica y privada de una sociedad que se pretende conducir y dirigir en la democracia por las mismas personas y los mismos grupos quela humillaron en el pasado, es decir, sin ejemplaridad ni coherencia.
Las fuerzas pol¨ªticas que sostuvieron desde la oposici¨®n al r¨¦gimen tanto la necesidad de que el poder pol¨ªtico ejecutivo est¨¦ legitimado por el sufragio universal, como la dignidad de los valores ciudadanos de la democracia, participan, no obstante, en la pol¨ªtica, de reforma con la intenci¨®n de superar esta evidente contradicci¨®n ¨¦tica y pol¨ªtica medi,inte la conversi¨®n de las elecciones legislativas en elecciones constituyentes. Es decir, mientras que el 15 dejunio es una fecha termina? para el r¨¦gimen en su apertura a la democracia, para la Oposici¨®n es una fecha inicial.
Cortes constituyentes: ruptura de la legalidad
El presidente del Gobierno tambi¨¦n habla, como las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas, de que las Cortes elegidas ser¨¢n constituyentes. Por de pronto, resulta parad¨®jico que el propio presidente del Gobierno anuncie, no sabemos si como presidente o como candidato, que no respetar¨¢ la ley de Reforma Pol¨ªtica que preside. Porque una cosa es indudable: ni la ley de Reforma Pol¨ªtica ni el refer¨¦ndum por la que fue plebiscitada autorizan a que las Cortes legislativas convocadas puedan transformarse en Cortes constituyentes, sin ruptura de la legalidad. Las fuerzas pol¨ªticas opuestas al franquismo nunca han ocultado a la opini¨®np¨²blica su ¨ªntenci¨®n de concurrir a las elecciones legislativas para tratar de transformar las Cortes resultantes en aut¨¦nticas Cortes constituyentes, es decir, con poderes soberanos para cambiar la legalidad pol¨ªtica vigente respecto a la designaci¨®n del poder ejecutivo y las dem¨¢s cuestiones del Gobierno y del Estado. Una de las coaliciones electorales que naci¨® con esta intencionalidad constituyente del Estado democr¨¢tico fue el Centro Democr¨¢tico. La ausencia de una coalici¨®n electoral integrada por todas las fuerzas pol¨ªticas que hab¨ªan realizado la unidad de la oposici¨®n en Coordinaci¨®n Democr¨¢tica, determin¨® la decisi¨®n de USDE de coaligarse con los liberales, dem¨®cratas cristianos y socialdem¨®cratas del Centro Democr¨¢tico, para reforzar las posibilidades t¨¢cticas de la oposici¨®n ante la dif¨ªcil coyuntura en que la situ¨® la convocatoria de unas elecciones prematuras.
Pero hoy los datos han cambiado sustancialmente. El Centro Democr¨¢tico no existe como opci¨®n democr¨¢tica constitucional.
Se ha converfido en el instrumento electoral del presidente del Gobierno. Lo que hoy existe es la Uni¨®n del Centro gubernamental, ue no es ni una fuerza pol¨ªtica le centro, ni una fuerza democr¨¢tica, aunque si es una uni¨®n. Uni¨®n de las antiguas fuerzas franquistas, pero no de todas, con algunos peque?os sectores liberales y democristianos. Los franquistas no integrados en esta uni¨®n (Alianza Popular), han sido compensados con lo que
se desgajaban ¨²ltimamente del franquismo constituyendo nuevos partidos liberales y socialdem¨®cratas, y con un solo sector de la Oposici¨®n que se separ¨® de la democracia cristiana. La evidente preponderancia en esta uni¨®n de las fuerzas sociales y pol¨ªticas del r¨¦gimen reduce a sus compariantes a un papel subordinado y sin influencia real. Quienes no aceptaron esta humillaci¨®n de la democracia se salieron del centro. Unos, con criterio muy respetable, para abstenerse. Otros, con criterio tambi¨¦n respetable, para participar en coaliciones o partidos que se oponen a esta operaci¨®n de salvaguardia del r¨¦gimen.uni¨®n gubernamental no har¨¢ una constituci¨®n democr¨¢tica. Si, como parece, las elecciones, celebradas en un clima de confusi¨®n, de manipulaci¨®n del poder, y de ausencia de ejercicio de todas las libertades consagran el triunfo electoral de la uni¨®n gubernamental, las nuevas Cortes elaboraran sin duda leyes y reformas (le orden constitucional, pero en modo alguno una Constituci¨®n democr¨¢tica, es decir, una Constituci¨®n de todo el pueblo, y para todo el pueblo.
La Constituci¨®n democr¨¢tica o es un proceso de autoconstituci¨®n de todos los sectores sociales, o es una carta constitucional que la clase gubernamental se dicta a si misma, bajo una ideolog¨ªa que, le llaga aparecer como dictada por el inter¨¦s general de la sociedad. En una situaci¨®n de normalidad dernocr¨¢tica, la oposici¨®n minoritaria solamente aspira a tomar el relevo del poder gubernamental, sin poner en discusi¨®n el cuadro constitucional del Estado. Pero en una situaci¨®n constituyente de la democracia, como es el caso actual de Espa?a, la oposici¨®n minor¨ªtaria, ante la inayor¨ªa gubernamental constituyente de la reforma del r¨¦gimen, incapaz de provocar un cambio legal de Gobiern¨², no podr¨¢ tampoco integrarse en la Constituci¨®n que le dicte, pese a todas las apariencias de negociaci¨®n o de debate parlamentario, la mayor¨ªa gubernamental.Esta mayor¨ªa que impondr¨¢ ?su? Constituci¨®n a toda la sociedad estar¨¢ integrada no s¨®lo por los diputados y senadores de la uni¨®n del centro gubernamental, sino adem¨¢s por los de Alianza Popular, cuyos intereses objetivos en materia de constituci¨®n pol¨ªtica del Estado son coincidentes, pese a sus evidentes diferencias personales y pol¨ªticas en cuestiones secundarias.
Ante esta previsi¨®n, todo dem¨®crata consciente debe contribuir en la medida de sus posibilidades a evitar que se instale en Espa?a una democracia humillada. Si las fuerzas genuinamente democr¨¢ticas no consiguen obtener la mayor¨ªa electoral, no es porque la sociedad espa?ola no est¨¦ en su mayor¨ªa a favor de la democracia y de la libertad, sino porque los poderes del Estado actual no han permitido que todos los sectores sociales accedan a la conciencia pol¨ªtica antes de constituirse en el Estado.
Dada la situaci¨®n electoral, y ante el peligro de hacer el juego con nuestro voto, a los grupos pol¨ªticos que detentan la iniciativa constitucional para utilizarla en favor de sus intereses, a los dem¨®cratas no nos queda m¨¢s que un camino: utilizar la campa?a electoral para ayudar al pueblo a que adquiera una conciencia pol¨ªtica adecuada a su verdadero estado de desarrollo y de necesidad de liberaci¨®n. S¨®lo la libertad de informaci¨®n que va a permitir la campa?a electoral legitima la participaci¨®n en ella de los partidos y de las personas verdaderamente democr¨¢ticas. No habr¨¢ democracia humillada, si los dem¨®cratas no aceptan ser humillados, aunque pierdan esta primera escaramuza.
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