Oscar Dom¨ªnguez
Al poco de nacer Oscar Dom¨ªnguez, mor¨ªa su madre tras expresar su ¨²ltima voluntad: que su hijo nunca vertiera una l¨¢grima. M¨¢s de una vez habr¨ªa de recordar sin duda aquel testamento el pintor a lo largo de su vida, a la que una profunda contradicci¨®n entre la realidad y el deseo acabar¨ªa deformando.
No tard¨® mucho Oscar Dom¨ªnguez en decidir hacerse pintor tras su llegada a Par¨ªs, procedente de su Tenerife natal. Quiso el azar que aquel joven elegante que, de smoking y al amanecer, supervisaba los negocios plataneros que en Par¨ªs ten¨ªa su familia, cayera en los entonces revolucionarios c¨ªrculos art¨ªsticos de Montmartre y Montparnasse. Entonces, el esc¨¦ptico vitalismo de Dad¨¢ hab¨ªa dado paso ya a la pretenciosa y utilitaria revoluci¨®n surrealista del se?or Breton. Y, con ello, el instinto de sobrevivir de los profesionales del arte hac¨ªa inexistente el par¨¦ntesis de no mucho porvenir de los dada¨ªstas. El Arte volv¨ªa a vestirse con may¨²sculas y volv¨ªa a encontrar y asumir un papel social: una sonrisa de alivio asom¨® a los labios de pintores, cr¨ªticos, te¨®ricos, marchantes, coleccionistas, banqueros, pol¨ªticos y p¨²blico en general. Ya hab¨ªa pasado lo peor e, inclusive, la broma dad¨¢ podr¨ªa dar a¨²n mucho juego en el futuro.
Oscar Dom¨ªnguez
Pinturas: Galer¨ªaMonz¨®n, Vel¨¢zquez, 119 Dibujos: Galer¨ªa Ponce, Plaza Mayor, 23
Y si uno se detiene ante la obra y vida de Oscar Dom¨ªnguez no puede sino sorprenderse ante este hombre que se debati¨® entre tantos estilos y tendencias sin apropiarse, personaliz¨¢ndolo, de ninguno de ellos; que se debati¨® por una parte entre el desenfado dad¨¢ hacia la obra y el trascendentalismo surrealista, por otra. Una obra que realizada dentro de la pretensi¨®n de las teor¨ªas de los surrealistas se nos dibuja ahora en el recuerdo como la no muy feliz iconograf¨ªa de alguna secta religiosa desaparecida. Y si sus productos coinciden con los de algunos dada¨ªstas -hallazgos t¨¦cnicos que pronto son olvidados, utilizaci¨®n de objetos reales, afici¨®n a los artilugios mec¨¢nicos, etc¨¦tera- el resultado es muy diferente. Lo que es en unos elecci¨®n y humor, pura actitud, aparece en el surrealista como condensaci¨®n simb¨®lica, mundo de los ensue?os y de los presagios, pura intenci¨®n. Da la impresi¨®n de como si el pintor buscara en su obra una manera de interpretarse y definirse. As¨ª, a veces encuentra su medio de expresi¨®n entre la escenograf¨ªa surrealista, y otras lo busca en el pastiche, muy a?os cuarenta, de la obra de Picasso y de Chirico. Es Dom¨ªnguez tambi¨¦n primer mentor de un hallazgo t¨¦cnico por ¨¦l muy usado, la decalcoman¨ªa sin objeto alguno, hallazgo que abandona pronto y que Ernst tan bien sabr¨¢ utilizar. Su incontenible vitalismo hizo que, al contrario de muchos otros surrealistas, no pudiera detenerse en ning¨²n estilo. Pero si Picasso y Picabia, por ejemplo, atravesaron, a lo largo de su muy dilatada obra, casi todos y casi cada uno de los estilos pict¨®ricos del siglo, de una forma original, magistral y no mim¨¦tica, fue porque supieron elegir bien y porque su mundo era el de la invenci¨®n. Oscar Dom¨ªnguez, por temperamento, pudo estar cerca de los dos, pero la mala suerte ayud¨® a que se sumicra en la Academia Breton. Los surrealistas quisieron ser como dioses, pero no pasaron de pitonisas de residencia estudiantil. Un poeta espa?ol, poco dado a surrealismos, dijo en una ocasi¨®n que no habla ?charlataner¨ªa m¨¢s vana que la del subconsciente abandonado a su trivialidad?. Tanto es as¨ª que la obra de los m¨¢s de los surrealistas sugiere tan s¨®lo al espectador la posibilidad de haber encontrado un buen tema para una tesina de licenciatura. No es en vano el que todos los modos no sean modas y viceversa.
Oscar Dom¨ªnguez, le dragonnier des Canaries, pas¨® trepidando por el arte y por la vida. Muchos amigos de entonces a¨²n le recuerdan con cari?o y admiraci¨®n. Un buen d¨ªa, abrumado por el papel a que le hab¨ªa llevado el arte, el de pintor de sal¨®n, y por la deformaci¨®n progresiva de su cuerpo, debida a una acromegalia (su ¨²ltimo objeto surrealista), profundamente decepcionado, puso fin a sus d¨ªas en la nochevieja parisiense de 1975, ya va para veinte a?os. La ¨²ltima voluntad de su madre no pudo cumplirse.
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