Estreno mundial de la nueva versi¨®n de la "Atl¨¢ntida", de Falla-Halffter
Escrib¨ª hace unos d¨ªas sobre la nueva Atl¨¢ntida. Lo hab¨ªa hecho antes,cuando se dio en el ¨²ltimo Festival de Lucerna. Porque es necesario aclarar que no se trata de una segunda y tercera versi¨®n las que escuchamos en Suiza y ahora en Madrid, sino de la misma a la que, para el verano pasado, faltaba alg¨²n fragmento, aproximadamente un cuarto de hora de m¨²sica. Lo escrito en ambas ocasiones me releva ahora de mayores insistencias. Por ejemplo, no parece tema a discutir, ni motivo de asombro, que quienes asumieron -por decisi¨®n, voluntad o trabajo- la tarea de poner en pie la obra p¨®stuma de Falla hayan querido revisar lo hecho a la vista de una serie de experiencias y, en el caso de Halffter, despu¨¦s de lo que el mismo don Manuel llamaba ?vivir las obras?. Si Falla rehizo, en mayor o menor medida, La vida breve, El amor brujo o El sombrero de tres picos, no habr¨¢ raz¨®n de sorpresa cuando el disc¨ªpulo opera en forma an¨¢loga, sino que m¨¢s problem¨¢tica al asumir una ?cocreaci¨®n? siempre erizada de dificultades, dudas e inquietudes ?adivinatorias?. Detenerse, a la hora de considerar el asunto, en si Halffter ha tardado m¨¢s o menos o en otros promenores m¨¢s a ras del suelo, se me antoja no s¨®lo inadecuado, sino hasta incorrecto. Si tales pormenores interesan alg¨²n d¨ªaya se contar¨¢n en la ?peque?a y larga cr¨®nica? de Atl¨¢ntida. No ahora, cuando importa lo principal: la nueva emergencia de una partitura significativa, cargada de bellezas mundialmente reconocidas, que debe incorporarse al acervo de nuestra cultura con sus valores sustantivos y con su problematicidad, tan sustantIva como la de toda partitura inacabada por su imaginador.
Teatro Real
Orquesta y Coro Nacionales.Director: Fruhbeck de Burgos. Supervisi¨®n: E. Halffter. Atl¨¢ntida, de Falla-Halffter. 20,21 y 22 de mayo.
Problemas de Atl¨¢ntida
He resumido, m¨¢s de una vez, la clave del problema. Cuando don Manuel muere en Alta Gracia, deja una obra en marcha, una Atl¨¢ntida sobre la que tantas veces dijo que si Dios le hubiera dado salud durante un a?o podr¨ªa haberla terminado. Es m¨¢s: durante su residencia en Argentina, Falla dud¨® sobre la conveniencia de anticipar una audici¨®n de concierto de unos cuarenta minutos de duraci¨®n, trabajo que consideraba viable a¨²n en sus circunstancias y con las limitaciones impuestas por sus males. No lo hizo porque pens¨® que, despu¨¦s de tantos a?os de espera, si la obra no obten¨ªa el ¨¦xito esperado, podr¨ªan fallarle los ¨¢nimos para continuar.Pero una partitura en marcha no es algo que se ultima por orden sucesivo, de manera que, si la muerte llega, pueda decirse ?hasta aqu¨ª?. Aun admitiendo que don Manuel pod¨ªa haber in troducido modificaciones, ese ?hasta aqu¨ª? -es decir la partitura, enteramente realizada habr¨ªa que situarlo en los ¨²ltimos compases del ?pr¨®logo?, al terminar el Himno Hisp¨¢nico. ?Y el resto, m¨¢s de trescientos follos de escritura con partes enteras decididas com posicionalmente, aun cuando no estuviera realizada la orquestaci¨®n? ?C¨®mo prescindir de tal legado cuando todo el que lo estudiaba -recuerdo una carta que me envi¨® Ansermet despu¨¦s de ver los ?papeles? de Atl¨¢ntida- encontraba hermosuras como las del Incendio de los Pirineos, el Aria de Pyrene, Las Pl¨¦yades o toda la parte final? Quedaba, sin embargo, una amplia porci¨®n de la ?cantata? en estado de gran confusi¨®n, ya que ni siquiera el libreto definitivo hab¨ªa sido decidido por don Manuel, autor de la adaptaci¨®n del poema de Verdaguer. Materiales, muchos; estudios, repetidos hasta la saciedad sobre ¨¦ste o aquel pasaje. Me refiero a la gran parte segunda.
Cab¨ªan entonces, a mi juicio, dos ¨²nicos caminos: el que denominar¨¦ hist¨®rico; esto es, poner en condiciones de ejecuci¨®n no s¨®lo lo terminado totalmente por Falla, sino tambi¨¦n lo dejado con planteamientos muy claros y estructuras no menos claras. Es decir: haber renunciado al proyecto, habernos dejado sin Atl¨¢ntida, pero habernos dado la ¨²ltima m¨²sica de don Manuel orquestada y revisada por E. Halffter.
El otro camino, m¨¢s hisp¨¢nico por m¨¢s aventurero y adivinatorio, es el que se sigui¨®: realizar el proyecto Atl¨¢ntida, para lo cual Halffter tendr¨ªa que ?completar?, se convertir¨ªa en verdadero coautor -como se convirti¨® del conjunto entero de la obra- De ah¨ª que si en principio vi¨¦ramos el nombre de Halffter como responsable de la ?¨®pera p¨®stuma completada por? ahora lo veamos como cofirmante in partibus de la m¨²sica de Atl¨¢ntida.
A lo que vino a a?adirse, para mejor complicar las cosas, la "idea fija? de llevar Atl¨¢ntida a los grandes escenarios oper¨ªsticos. Decisi¨®n que, adem¨¢s, por razones de l¨®gica argumental, obligaba a la segunda soluci¨®n.
La nueva versi¨®n
En el fondo, aparte ?signos exteriores?, me parece que lo que Halffter ha buscado al intentar la nueva versi¨®n de Atl¨¢ntida no s¨®lo ha sido ?perfeccionar? -cosa bien respetable-, sino acercarse m¨¢s y con mayor fidelidad al pensamiento de su maestro. Demostraci¨®n al canto: de momento, ha renunciado a 105 p¨¢ginas de las 346 que tiene la parte de ?canto y piano? editada por Ricordi en 1962. A ello han de a?adirse reinstrumentaciones, modificaciones a la vista de m¨¢s profundos an¨¢lisis, restituciones de ciertos fragmentos que hubieron de alterarse por necesidades ?teatrales?, etc¨¦tera. Lo que, en lo formal de conjunto, es importante, no lo es menos, aun cuando sea perceptible en menor medida, en los detalles.Con todo, ?quiere decirse que estamos ante otra Atl¨¢ntida distinta de la estrenada en 1961 (Barcelona) y 1962 (Mil¨¢n)? De ning¨²n modo. La nueva versi¨®n no desvirt¨²a lo sustancial de la anterior. De lo contrario s¨ª que podr¨ªamos llamarnos a engano. Como que significar¨ªa una primera actuaci¨®n presidida por la ligereza y hasta por la irresponsabilidad. Creo que, al fin y a la postre, nada de esto se ha dado y acaso la ?larga aventura? signifique la mayor ?ventura? para Atl¨¢ntida.
Con esto he querido iluminar un tanto el ?problema? de Atl¨¢ntida, contestar a las principales preguntas que tantos se han hecho y que, incluso, me han hecho directamente, movidos de la mejor voluntad. Siempre quedar¨¢ en el aire una interrogaci¨®n: ?no habr¨ªa sido mejor seguir la primera soluci¨®n apuntada? Opiniones habr¨¢ para todos, y si le quito importancia al asunto, y ni siquiera arriesgo mi propio juicio, es por una raz¨®n bien sencilla: la Atl¨¢ntida de ahora no anula la que podr¨ªa haber quedado seg¨²n el primer criterio. Esta queda contenida en aqu¨¦lla y el d¨ªa que exista un estudio pormenorizado, p¨¢gina a pagina, de los manuscritos -estudio en el que trabajo desde hace tiempo- podr¨¢ calibrarse con exactitud la verdad de Atl¨¢ntida. Creo que ser¨¢ tema para estudioso, pues el p¨²blico, ante la obra de arte, no pide aclaraciones o, mejor dicho, s¨®lo pide una: si vale o no vale. De otro modo, ?qu¨¦ ser¨ªa de tantas obras de los nacionalistas rusos que admiramos y en cuya definici¨®n intervinieron no ya dos, sino tres compositores?
Versi¨®n excelente
Sirve la cr¨®nica, con su cortejo de partes llegadas bastante a ¨²ltima hora, para calibrar el trabajo de Rafael Fr¨¹hbeck de Burgos,' quien ha contado con la supervisi¨®n de Halffter. Su versi¨®n de Atl¨¢nfida fue precisa y concebida con grandeza. Dominador, hasta el detalle, de la partitura, supo imprimirle cohesi¨®n, buena l¨ªnea y suficiente expresividad. Personalmente, El peregrino o La noche suprema lo habr¨ªa deseado m¨¢s lento y con mayor ?legato? (lo que es juntar dificultad a dificultad) y en alg¨²n momento, como el Romance, m¨¢s ligero y flexible. Obras como Atl¨¢ntida necesitan ser ?vividas? por los int¨¦rpretes, y caer¨ªa en injusticia manifiesta quien lo pidiera todo a la primera ejecuci¨®n. Bien est¨¢ con la calidad conseguida, de dimensiones superadoras de lo externo, para bucear en tanta sima de contenido como Atl¨¢ntida oculta.
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