Unos segundos inolvidables de Juan Moura
Plaza de Las Ventas. Novena corrida de feria (domingo). Toros de Garc¨ªa Romero hermanos, serios y con cuajo, mansurrones, tres ofrecieron serios problemas, cuarto y quinto con sentido; les pegaron fuerte en varas.Tin¨ªn. Pitos. Bronca. El Calatrave?o. Bronca en los dos. El Puno. Ovaci¨®n y saludos. Vuelta al ruedo.
Y dos toros de rejones, de Torrestrella, muy bravo el primero, reserv¨® el otro. Alvaro Domecq. Aplausos y saludos. Juan Moura. Aviso y ovaci¨®n con salida al tercio.
Lleno total. Presidi¨® el se?or M¨ªnguez, mal en los cambios de tercio: algunos toros se quedaron sin picar. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de banderillero Parrita, fallecido en accidente de tr¨¢fico.
P¨²blico muy duro e intransigente el del domingo en Las Ventas, meridianamente distinto de ese otro, entregadito, que va a ver a las figuras, y todo le parece bien, todo lo justifica.
El del domingo en Las Ventas no justificaba nada, ni la modesta condici¨®n profesional de los matadores, ni las dificultades del toro ??Toro-toro!? -se ha escuchado muchas veces en la feria, al grito de la afici¨®n. Estaba en la plaza el domingo. Toro-toro, con cuajo, hon dura y seriedad, y adem¨¢s con sen tido. Alguno hubo que no ten¨ªa un pase, como el quinto, y la gente se ensa?aba con El Calatrave?o quien, ejemplo cl¨¢sico de la verg¨¹enza torera, no tuvo ocasi¨®n de pasarse por delante a la fiera, ni una vez; aquel valor espartano re conocido por todos, no le alcanz¨® m¨¢s que para tirar l¨ªneas, a la defensiva. Al segundo, que se qued¨® sin picar porque el inefable presidente -de nuevo, el se?or M¨ªnguez al aparato- cambi¨® precipitadamente el tercio, consigui¨® aguantarle sus violentas oleadas para dos tandas de derechazos, pero la pelea la gan¨® el astado, que se hizo el amo. Afligido El Calatrave?o con un toro de genio y trap¨ªo: ?Qui¨¦n lo dir¨ªa!
Despegadito tore¨® Tin¨ªn al primero de la tarde, que ten¨ªa faena; despegadito, fr¨ªo y sin ¨¢nimo para hacer buena esa orejita que le regalaron el primer d¨ªa de la feria. Y ya en este plan, visto el cuajo y el sentido del cuarto, ni intent¨® meterle en la muleta; antes bien, la utiliz¨® para cortarle el viaje y demostrar que iba mal.
M¨¢s animoso, el Puno tore¨® de capa, aprovech¨® las aceptables embestidas de sus enemigos para instrumentar series al natural y por derechazos, con sus complementos de molinetes, de pechos y manoletinas. No hubo calidad, pero ah¨ª qued¨® el ¨¢nimo del espada en tarde de acritudes, tanto en el tendido como en la arena. Y no es que contara con mayores facilidades que los dem¨¢s, pues si el sexto result¨® perfectamente toreable -aunque no hab¨ªa que descuidarse, pues se revolv¨ªa con casta- el tercero, asimismo insuficientemente picado, era distra¨ªdo por el derecho y pegaba tornillazos por el izquierdo y, sin embargo, se faj¨® con ambos, aguant¨® cuanto hab¨ªa que aguantar.
Ya se ha dicho de la seriedad de los toros. A?adamos que la t¨®nica fue la mansedumbre y el feo estilo, y que en varas les pegaron trasero, lo cual, lejos de atemperar, propiciaba el peligroso cabeceo. Hubo un toro bravo -s¨®lo uno- en la plaza, y ese fue el primero de rejones. Torrestrella, jabonero claro, codicioso, crecido en cada farpa, banderilla y rej¨®n, siempre presentando pelea en los medios, Alvaro Domecq estuvo con ¨¦l tan lucido como acelerado, aunque hay que se?alar que reuni¨® al estribo con m¨¢s frecuencia que otras veces.
Quedado, reserv¨®n, era, por contra, el otro torrestrella, pero se midi¨® con ¨¦l ese cabaleiro incre¨ªble, Juan Moura, maestro en la especialidad pese a su juventud. Demasiado confiado, el toro alcanz¨® varias veces los caballos, pero su toreo de temple, el conocimiento de las suertes y las querencias, y sobre todo los quiebros, levantaron clamores. Hubo un momento culminante en la tarde: Moura midi¨® los terrenos del toro y qued¨® frente a ¨¦l. Caballo y res, inm¨®viles como estatuas. En esto que eljinete inicia el galope y frena de s¨²bito. El reserv¨®n toro, ante este cite imprevisto, sale de su inmovilidad y acomete. Moura espera, quiebra, re¨²ne al estribo y clava en lo alto. Todo, en cuesti¨®n de segundos. Ni que decir de la ovaci¨®n y del delirio. Si hubiese un premio para lo mejor que se ha visto en la feria, sin distinci¨®n de suertes ni de modalidades, la opci¨®n ser¨ªa para Moura, t¨¦cnica, emoci¨®n y belleza reun Idos en unos segundos inolvidables.
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