Juan Moura, un torero para la historia
Nadie va a descubrir a estas alturas a Juan Moura; desde el primer, momento se vio que es un gran torero, el m¨¢s importante rejoneador en activo. Pero hay que decir que su triunfo de ayer en Madrid, gran triunfo, de apote¨®sis, tiene una significaci¨®n especial, pues lo consagra como torero para la historia, ya a sus diecis¨¦is a?os de edad.Si estableci¨¦ramos t¨¦rminos de comparaci¨®n, dar¨ªa lo mismo decir aqu¨ª torero a pie o a caballo. Moura es torero, el mejor en su clase y el mejor, a¨²n, de cuantos pueden verse hoy en una plaza de toros. Lo de ayer rebasa toda capacidad de asombro. El toro marc¨® la pauta. Manso de abrigo, hu¨ªa de todo y al sentir el castigo saltaba despavorido para refugiarse en tablas. Varias veces recorri¨® el ruedo, barbeando la barrera y buscaba por donde escapar. Llegamos a pensar m¨¢s de una vez que dar¨ªa el salto al callej¨®n, porque alargaba el cuello para mirar, por si all¨ª dentro pod¨ªa tener refugio.
Plaza de Las Ventas
Decimotercera corrida de feria. Tres toros de Louro Fern¨¢ndez de Castro, mansos, dos relativamente manejables (segundo y Sexto) y otro peligroso (cuarto). Dos de La Laguna, mansos, dif¨ªcil el primero, inv¨¢lido y manejable el tercero. Y uno de Garc¨ªa Romero, manso, de mucho peligro y sentido. Todos con trap¨ªo y salvo el primero, de La Laguna, aparatosos de cabeza y astifinos.Antonio Rojas. Silencio en ambos. Jos¨¦ Luis Galloso. Palmas y saludos. Bronca. Lorenzo Manuel Villalta Aplausos y salida al tercio. Silencio. Dos toros para rejones de El Campillo, con cuajo y mansos. Moreno de Silva. Silencio. Juan Moura. Dos orejas y salida a hombros por la puerta grande. Presidi¨® bien el se?or M¨ªnguez.
Un regalo; toro deslucido en cualquier tipo de suertes, y m¨¢s para las del rejoneo, que requieren embestidas vivaces y sostenidas, para crear belleza, para ofrecer espect¨¢culo. Pero Moura lleg¨® a hacer bueno lo que sali¨® tan malo. Se acercaba al toro, tiraba de ¨¦l. El manso le embest¨ªa a oleadas y por dos veces sali¨® de un terreno en tablas para refugiarse en otro. M¨¢s en el tercer intento, el rejoneador lo consigui¨® encelar y situarlo en los medios, de donde la fiera ya no se volver¨ªa a ir, porque qued¨® fija en el caballo. Del temple de Moura hablaremos, aunque haya quien desprecie el t¨¦rmino. El secreto de Moura est¨¢ en el conocimiento de los terrenos y en el temple. Prende las embestidas del toro, al que lleva fijo a la grupa, a distancias milim¨¦tricas; y cuando alcanza el terreno elegido, gira, y entonces quedan encarados caballo y toro, y de esta forma el jinete mide la distancia, con t¨¦cnica, torer¨ªa, para iniciar la suerte en el punto justo que la condici¨®n de la res exige.
Clav¨® ayer con gran precisi¨®n, reun¨ªa al estribo, la salida era siempre limpia y siempre llevando al toro perfectamente toreado.
Hubo, en definitiva, suprema calidad suerte a suerte, pero tambi¨¦n en toda la actuaci¨®n, que posey¨® unidad; fue un todo arm¨®nico, de vibraci¨®n creciente, que ten¨ªa a la plaza tan absorta como enardecida. Y -hay que subrayarlo- sin una concesi¨®n a la galer¨ªa; sin galopadas del s¨¦ptimo de caballer¨ªa; sin pares a dos manos. sin alardes circenses. Toreo puro -?qu¨¦ m¨¢s da, a pie o a caballo? !toreo!- a cuyo embrujo se enred¨® con el alma la afici¨®n de Madrid.
Es una pena que no podamos decir lo mismo de Moreno Silva: estuvo desacertado. Ni del resto de la corrida, que fue complicada y sin brillantez posible: con muchos pe ligros muchas angustias por causa de la ironquedad y el. sentido de los toros, casi siempre, y por la torpeza de los toreros m¨¢s de una vez. A Antonio Rojas le correspondi¨® un toro reserv¨®n, muy dif¨ªcil, que escond¨ªa la tara entre las manos, y otro de cornada segura, y bastante hizo con quit¨¢rselos de en medio sin percance. Otra fiera como ¨¦sta tuvo Galloso: el: garciarromero corrido en quinto lugar, que desarmaba, no atend¨ªa a los enga?os y, lejos de embestir, arrollaba y al bulto. Lo mat¨® a paso de banderillas. Sin que hubiera de medirse con bombones, precisamente, Villalta cont¨® con mejor suerte, pues le salieron uno de La Laguna flojo y manejable, y uno de Louro, de impresionante trap¨ªo, cabeza como para acollonar al Guerra, pero que pudo tener faena por el pit¨®n izquierdo. Su torpeza hizo que no aprovechara las ocasiones de lucimiento, y el de La Laguna lleg¨® incluso a voltearlo cuando le citaba al natural.
Tambi¨¦n Galloso cont¨® con un louro que no era de pesadilla. Res sin clase, mansa, aunque manejable, la faena del portuense estuvo bien construida, fue incluso reposada, m¨¢s sin calidad en la ejecuci¨®n de los pases.
Corrida de remiendos. De los anunciados toros de Louro saltaron a la arena cuatro, y uno -que cogi¨® a Galloso de mala manera, si bien no le hiri¨®, afortunadamente- fue devuelto al corral por renqueante. Los tres que llegaron a lidiarse, los de La Laguna y el de Garc¨ªa Romero, mansearon en varas , como se ha dicho, abundaron y los pregonaos. Pero, eso s¨ª, todos tuvieron trap¨ªo y casi todos luc¨ªan unas cornamentas aparatosas y astifinas. O sea que hierro sobre hierro. La diferencia de trato que dan a las figuras y a los modestos es de cr¨®nica de sucesos. El d¨ªa que lo sea tambi¨¦n de tribunales, iremos mejor.
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