Teor¨ªa de la mesa
Comer: una necesidad, un placer, un arte. El hombre se refugia en la comida buscando protecci¨®n Al comer declara la guerra a la debilidad. Y emplea armas: cuchillos, tenedores. Establece una fortaleza; la mesa le a¨ªsla de acechanzas. Se establece un acto de justicia: hay un reparto equitativo. Pero, al mismo tiempo, ese reparto, consolida una comunidad. Una comunidad que se fortifica en compartir alimentas confidencias. La conversaci¨®n en la mesa forja alianzas. Comer juntos es un modo de complicidad.
La familia tradicional reafirmaba sus pactos en la hora solemnizada de la comida. Todav¨ªa no se ha extinguido del todo la costumbre de reun¨ªrselos domingos todos los descendientes en el hogar de origen, en casa del patriarca. Y se re¨²nen, precisamente, a comer.
Est¨¢ en E?a de Queiroz: ?No s¨®lo en la vida ¨ªntima, sino en la vida p¨²blica de las naciones, la comida constituy¨® la mejor y m¨¢s solemne ceremonia que los hombres encontraron para consagrar todos sus grandes actos e imprimirles un car¨¢cter de uni¨®n y de comuni¨®n social.? Cuando se invita a comer a alguien, no se ofrece s¨®lo alimento, tambi¨¦n se dispensa protecci¨®n, acogimiento: el comedor dom¨¦stico o el restaurante tratan de ser espacios gratos, confortables, seguros. La vajilla tambi¨¦n reviste formas est¨¦ticas y los contenidos de los platos tienen apariencias art¨ªsticas, Cuando se invita a comer a alguien se le otorga carta de ciudadan¨ªa familiar, Invitar a comer es siempre una deferencia, un ofrecimiento-ruego de amistad, es decir, un acto de amor.
En la mesa-fortaleza el hombre se siente seguro. Se a¨ªsla de todos los peligros. Se encuentra con su vida personal e intransferible. Por eso las normas sociales proh¨ªben hacer visitas a la hora de comer. Es quebrantar las leyes de la territorialidad. El hombre se desnuda el alma para comer. Vuelve a los or¨ªgenes, al vagido. Se adentra en la Naturaleza, se la come, la comulga, la asume, la celebra, la canta. Ha vuelto a ser cazador, ha vuelto a la primera pesca, al atavismo rupestre.
Comer es un acto de rigurosa intimidad, aunque se haga en p¨²blico. Es un acto de imp¨²dica alegr¨ªa intercomunicable. Por eso se busca siempre compa?¨ªa. Comer solo es un hecho fortuito. (El gran Papini quer¨ªa lugares secretos reservados para comer: le parec¨ªa que era lo mismo que su contrario, que tanto se oculta...).
Es tambi¨¦n comer un acto de fiesta, una ceremonia de l¨²dica trascendencia, esto es, un juego del esp¨ªritu. Es un acto de dominio: la naturaleza ha sido domesticada, puesta al servicio de quien se dispone a devorarla para, a su vez, transmitirla. El g¨¦nero humano necesita comer engendrar. Tambi¨¦n, as¨ª, comer ser¨ªa un ritual er¨®tico que tambi¨¦n es, en su m¨¢s grata forma, un rito de destrucci¨®n.
El ni?o no come como el adulto: se le dan los alimentos preparados, predigeridos. No adquiere las pautas de alimentaci¨®n del adulto hasta la pubertad (la Iglesia no impone al menor ni ayunos ni abstinencias). Cuando llega a la dieta de sus padres ha pasado por la ceremonia de la iniciaci¨®n. Ya puede comer de todo, va puede procrear.
La p¨¦rdida de la alegr¨ªa de vivir empieza por la comida: r¨¦gimen de quien est¨¢ enfermo, rigurosas dietas de las ¨®rdenes religiosas penitenciales (su alegr¨ªa de vivir es transferida a la de morir y donde empieza la muerte se acaba la comida que es, fundamentalmente, un acto vital). Casi todas las religiones tienen como signo externo asc¨¦tico la privaci¨®n de comer (Cuaresma. Ramad¨¢n. Kippur. Cavu'oth). La vieja sabidur¨ªa hind¨² est¨¢ basada en el desprecio del cuerpo y sus reg¨ªmenes m¨ªstico-alimenticios son implacables con la comida. Gandhi, tan admirable por casi todo, es un ap¨®stol del vegetarianismo (lleg¨® a ser secretario de la Sociedad Vegetariana de Londres. en d¨®nde pronunci¨® —1931— una conferencia titulada: ?La base moral del vegetarianismo).
Pero Cristianismo. Islamismo y Juda¨ªsmo ponen tambi¨¦n el esplendor de comer despu¨¦s de las celebraciones de mortificaci¨®n. 'El j¨²bilo de la Resurrecci¨®n est¨¢ tanto en el ?Gloria? que vuelve a cantarse en la misa como en la gran comida familiar del domingo de Pascua. La Biblia, el Talmud, el Kor¨¢n est¨¢n llenos de precisiones gastron¨®micas y de normas alimenticias.
El hombre que come acompa?ado se comunica con los dem¨¢s verbalmente. Pero hay otra manera de comunicaci¨®n: la propia comida. Los alimentos comunican mensajes. El hombre se define al elegirlos al ofrecerlos. Hay cenas ¨ªntimas que, por su composici¨®n, no necesitan palabras. Un hombre una mujer dialogan desde los significados de los platos y su contenido. Comer es declarar una pasi¨®n. Que puede ser rechazada tambi¨¦n sin palabras: no comiendo o contiendo poco. El ayuno es una forma de celibato. Entre el clero ha abundado el gran comil¨®n: es una forma de compensaci¨®n.
La mesa: protecci¨®n, gozo, comunicaci¨®n, est¨¦tica. Escribi¨® Maupassant: ?Solo los imb¨¦ciles no son gastr¨®nomos.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.