Juan Su¨¢rez

Hemos aqu¨ª, de nuevo, al cabo de la calle. Este a?o ha supuesto, desde luego la culminaci¨®n de la batalla por un cierto tipo de pintura tautol¨®gica. ?Qu¨¦ duda cabe que al calor de lo que se cuece, habr¨¢n de surgir innumerables sat¨¦lites por aprovechar la luz que irradian los astros que se encuentran en el meollo del asunto! Aun cuando la ra¨ªz de la actual pol¨¦mica se nutre de presupuestos ultrapirenaicos otros han optado por beber directamente en las fuentes americanas sorteando los riscos del espinoso debate te¨®rico a la francesa, y sacar ventaja de las semejanzas que en la pr¨¢ctica van a confundir a tiros y troyanos. Pero no se trata, en definitiva de establecerlos en base a la ortodoxia o a las primogenituras, sino de atender, teniendo previamente en cuenta el estado de cosas en que se inserta, a lo que se materializa en el lienzo. Ante el trabajo de Juan Su¨¢rez. s¨®lo cabe decir que es correcto. Sus lienzos resultan marcadamente fr¨ªos, decant¨¢ndose hacia un decorativisnio que m¨¢s mueve a la indiferencia que a otra cosa. Tal parece que la labor del artista gaditano se mueve siempre dentro de unos l¨ªmites de cautela. sin arriesgar el pellejo ni en lo te¨®rico ni en la pr¨¢ctica, acabando por situarse en una posici¨®n ambigua que pocos problemas causar¨¢ a quien se empe?e en mover estas obras a la sombra del debate de moda. Pero existe el peligro de que la discusi¨®n, cuyo futuro es incierto degenere en aburrimiento y, aun cuando los protagonistas mantengan, habi¨¦ndoselo ganado a pulso merced a tanto discurso. un lugar en la Historia, los muchos y artesanos epifen¨®menos que veremos aparecer, bien pudieran perderse r¨¢pidamente en los meandros del recuerdo.