?Cort¨¦s Constituyentes?
Miembro de la Liga Comunista Revolucionaria.Candidato por Madrid del Frente por la Unidad de los Trabajadores
De hacer caso a los medios de comunicaci¨®n social y a la mayor¨ªa de los candidatos, las Cortes que saldr¨¢n de las elecciones del 15 de junio van a ser constituyentes.
As¨ª ser¨¢ en cierta medida. Las pr¨®ximas Cortes, sea cual fuere su composici¨®n, tendr¨¢n que cambiar las leyes fundamentales vigentes. Incluso si (ipol¨ªtica-ficci¨®n!) Alianza Popular (no digamos la del 18 de Julio) alcanzase la mayor¨ªa se ver¨ªa obligada a ello. Cambio constitucional -del signo que sea- lo va a haber en cualquier caso. Pero no es ¨¦sa la cuesti¨®n. Un cambio de la legalidad constitucional no puede equipararse a la existencia de Cortes Constituyentes.
Hasta los m¨¢s torpes tratadistas burgueses de Derecho Constitucional lo saben. Una Asamblea Constituyente es el ¨®rgano soberano m¨¢ximo y porello cuenta con poder suficiente para resolver, sin l¨ªmite algunio, ,cuantos problemas quiera plantearse. Partiendo de ah¨ª, las futuras Cortes pueden ser calificadas como mejor se quiera, pero no ser¨¢n Cortes Constituyentes.
Ante todo, la ley para la Reforma Pol¨ªtica, cuyo nombre es bien expresivo, constituye una firme muralla contra cualquier intento de creaci¨®n ex novo de una Constituci¨®n. Poco se habla de aqu¨¦lla en la campa?a electoral y hasta podr¨ªamos creer que en realidad se limita a prescribir la composici¨®n de las nuevas Cortes, Sin embargo, y precisamente esa ley, aprobada en un refer¨¦ndum manipulado es la que descarta la existencla de una verdadera constituyente.
Aunque la iniciativa para la transformaci¨®n constitucional pueda ptovenir del Congreso de Diputados, su previsible fragmentaci¨®n har¨¢ que, en realidad, s¨®lo el Gobierno pueda ejercerla. Tan es as¨ª que ya este Gobierno (por lo dem¨¢s no muy diferente del venidero) est¨¢ preparando su propio proyecto de Constituci¨®n en los despachos de la Moncloa, mucho antes de la reuni¨®n de las Cortes soberanas.
Por otra parte, el propio procedimiento de reforma y la previs blemente desigual composici¨®n de Congreso y Senado neutralizan la posibilidad de una reforma que no cuente con la aprobaci¨®n de la minor¨ªa parlamentaria m¨¢s fuerte (es decir, de la UCD).
Finalmente, los ampl¨ªsimos poderes plebiscitarios que el art¨ªculo 5 de dicha ley otorga al Rey pueden servir eficazmente para hacer entrar en raz¨®n a unas Cortes poco sumisas o que se hurten a los deseos del Gobierno.
Pero m¨¢s all¨¢ de la letra de la ley y de las normas de procedimiento, la imposibilidad de que las futuras Cortes sean constituyentes viene determinada por otros factores de mayor peso: la actitud, de los llamados poderes f¨¢cticos. Recientemente, los mandos superiores del Ej¨¦rcito, a ra¨ªz de la legalizaci¨®n del PCE, han precisado con claridad meridiana los l¨ªmites del terreno de juego: respeto a la Monarqu¨ªa, a la unidad de la Patria. y a las Fuerzas Armadas. Dicho de otra forma, que se mantengan intactos los elementos centrales del aparato de Estado conformado por el franquismo, cuyo garante supremo viene a ser ahora el Rey, y que, la cuesti¨®n nacional sea decidida desde el centro. La forma concreta en que puedan instrumentarse esas limitaciones puede ser muy varliada y depender¨¢, entre otros facto es, del peso electoral de los partidos obreros. Pero ello no las hace menos contundentes.
El propio planteamiento de las elecciones, unas elecciones sin libertad y prefabricadas en favor de los neofranquistas de Su¨¢rez aliados a los sectores m¨¢s oportunistas de la finada oposici¨®n democr¨¢tica, impide tambi¨¦n la existencia de una opci¨®n constituyente. Las elecciones se realizan sin amnist¨ªa total, aunque recientemente se haya concedido libertad provisional a un conocido dirigente de la extrema derecha, seguramente para que pueda votar en su colegio cercano a Atocha. M¨¢s de cincuenta partidos, obreros la mayor¨ªa, seguimos en la ilegalidad. Al parecer, el Gobierno no nos encuentra homologables democr¨¢ticamente, lo que no le impide legalizar a dem¨®cratas de toda la vida (los libreros lo saben bien) como el PENS. Las centrales sindicales han sido legalizadas, pero no pueden ejercer su libertad. M¨¢s de dos millones de j¨®venes han quedado fuera de las urnas, pese a que su inmadurez pol¨ªtica no es obst¨¢culo para que puedan trabajar desde los diecis¨¦is a?os. Los emigrantes encuentran dificultades asi insuperables para votar, aunque nadie hace ascos a su dinero. Las elecciones que nos van a traer la democracia se realizan en un marco de prohibici¨®n de las m¨¢s elementales libertades p¨²blicas, como las de reuni¨®n y manifestaci¨®n; aun cuando ello pueda llevar a situaciones como la de las ¨²ltimas muertes en Euskadi, el Gobierno entiende as¨ª la democracia.
Por todo ello es imposible que las pr¨®ximas Cortes sean realmente constituyentes. Si acaso pactar¨¢n algunos compromisos impuestos. Las modificaciones constitucionales recortar¨¢n gravemente las libertades democr¨¢ticas y nacionales. Todo el portentoso milagro pol¨ªtico espa?ol (capaz, eso s¨ª, de convertir en dem¨®cratas sinceros hasta a ex ministros del Movimiento) se reduce a la voluntad de la burgues¨ªa de hacer algunas concesiones.
?A cambio de qu¨¦? Del pacto social. La grave situaci¨®n econ¨®mica en que se debate el capitalismo espa?ol no puede resolverse sin unas dr¨¢sticas medidas estabilizadoras que hoy, a diferencia de 1959, ya no pueden imponerse por las bravas y necesitan ser negociadas con los representantes parlamentarios de los trabajadores. Esa es la verdad de las futuras Cortes democr¨¢ticas.
Por eso, proponer un pacto constitucional es muestra de una decidida voluntad de aceptar el pacto social, el Estado fuerte y la legitimidad de las Cortes que lo fabriquen. Como justificaci¨®n se arguye que la alternativa actual est¨¢ entre la dictadura y la democracia. No es exacto. Dada laprevisible fuerza de la extrema derecha, la verdadera alternativa hoy se da entre la democracia sin libertad que propugna Su¨¢rez en nombre de la mayor¨ªa del capital y la democraciar real. Tales son los datos del problema.
Pero la verdadera inc¨®gnita no est¨¢ en el 15 de junio, sino en el 16. Es muy dif¨ªcil que los trabajadores puedan aceptar pacientemente el c¨²mulo de medidas tendentes a descargar sobre sus espaldas la crisis del capitalismo y que sus representantes parlamentarlos puedan gozar de un margen ilimitado de maniobra a la hora de contraer compromisos. La perspectiva m¨¢s probable es que, lejos de suponer el comienzo de un per¨ªodo de estabilizaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, las pr¨®ximas elecciones ni arquen una agudizaci¨®n de los conflictos entre las clases, unida a la exigencia de una democracia real.
De la firmeza de los trabajadores, de su voluntad de lucha, de su negativa a renunciar a ninguna de las conquistas tan duramente logradas depender¨¢ que pueda cuajar o no el actual proyecto de democracia sin libertad. Por eso, desde el d¨ªa 16, nosotros, adem¨¢s de por todas las reivindicaciones de los trabajadores, lucharemos por poder elegir libremente las Cortes Constituyentes que necesitamos y que hoy no se vislumbran por parte alguna.
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