La nueva posici¨®n internacional de Espa?a / y 2
Este pa¨ªs tiene planteadas algunas cuestiones internacionales concretas -m¨¢s o menos inmediatas- que convendr¨ªa tratar con alg¨²n detalle. Que de para otra ocasi¨®n, tal vez pr¨®xima, por imperativos de espacio. Son problemas concretos: la situaci¨®n de las plazas de soberan¨ªa en el norte de Africa en el contexto de la tensi¨®n moghreb¨ª -a la que hemos contribuido con la soluci¨®n de urgencia e irreflexiva del Tratado de Madrid de noviembre de 1975-, y la conjunci¨®n en torno a Canarias de factores internacionales poco tranquilizadores. Junto a estas cuestiones de urgencia, la acci¨®n de Espa?a se centra en dos escenarios geogr¨¢ficos pr¨®ximos: el Atl¨¢ntico y el Mediterr¨¢neo; en otro consustancial siempre mencionado, pero nunca abordado con seriedad, realismo y generosidad, Portugal, y en unas relaciones privilegiadas con Latinoam¨¦rica, as¨ª como en un haz de posibilidades en las naciones ¨¢rabes.Estos escenarios de acci¨®n internacional quedan enmarcados en una doble dimensi¨®n geopol¨ªtica, y ¨¦sta -el dato esencial- condiciona el an¨¢lisis del tema de las alianzas militares y pol¨ªticas.
La Pen¨ªnsula Ib¨¦rica se encuentra en el punto de contacto del ¨¢rea mediterr¨¢nea con el ¨¢rea atl¨¢ntica. Esta ¨²ltima se ha integrado en unas estructuras pol¨ªticas y econ¨®micas; creadas las primeras sobre los supuestos originarios de la guerra fr¨ªa y destinadas a mantener congeladas las instituciones que sostienen el modelo neocapitalista europeo. El ¨¢rea mediterr¨¢nea no est¨¢ integrada en un sistema geopol¨ªtico propio, sino que en ella se ha establecido un equilibrio en base, esencialmente, a la presencia de dos vectores extramediterr¨¢neos: la Sexta Flota de Estados Unidos y la presencia naval sovi¨¦tica.
En cuanto a los ribere?os, no juegan un papel esencial en el mantenimiento del equilibrio local, que est¨¢ definido desde la perspectiva de ?la estrategia global?. La ?estrategia global? opera -como bien ha se?alado el autor de un pa¨ªs que la conoce por experiencia, el brasile?o Celso Furtado- reduciendo y desconociendo los datos propios de una situaci¨®n concreta, y local, al introducir en su resoluci¨®n factores generales y propios de una o de las dos superpotencias, ¨²nicas capaces de tal estrategia planetaria. Las superpotencias operan frente a los factores- locales dej¨¢ndoles un margen de autonom¨ªa formal cuando no inciden en su equilibrio y neutralizando el ¨¢rea u operando en caliente -como gustaba de decir Kissinger- buscando una soluci¨®n a un conflicto o tensi¨®n local que restablezca el equilibrio que a ellas interesa directamente. Es decir, configurando una soluci¨®n impuesta desde fuera, sacrificando, cuando es necesario, datos e intereses de una u otra potencia local. Esta es la esencia de la doctrina Sonnenfeld para la Europa del Este, la raz¨®n de la inacci¨®n de los occidentales ante la invasi¨®n de Checoslovaquia o del encogimiento de hombros sovi¨¦tico en el cono sur de Am¨¦rica. Alg¨²n d¨ªa se sabr¨¢ si en el momento de la ?marcha verde? no jug¨® una minidoctrina del equilibrio global. Frente a esta dura realidad, los pa¨ªses medianos deben buscar: a) la cobertura directa de un inter¨¦s local mediante la implicaci¨®n inmediata y f¨ªsica de una superpotencia (fuerzas americanas e inglesas en el Rhin); o, b) intentando lograr un ¨¢rea de actuaci¨®n y equilibrio aut¨®nomo respecto a las grandes potencias. Sin un, ¨¢rea aut¨®noma de actuaci¨®n, una potencia media est¨¢ condenada a la satelizaci¨®n, entendiendo por tal el hecho de qu¨¦ sus respuestas a unos hechos o tensiones determinados queden definidos autom¨¢ticamente por el patr¨®n de los intereses generales de una potencia protectora.
El ¨¢rea en que Espa?a puede pretender -aunando sus esfuerzos con otras potencias europeas y norteafricanas- un cierto juego aut¨®nomo es el Mediterr¨¢neo. Esta pol¨ªtica es posible siempre que no ataque directamente los intereses esenciales de las superpotencias. Una formulaci¨®n de neutralizaci¨®n del Mediterr¨¢neo, es inadmisible para ellas y, por tanto, de momento, imposible. Su formulaci¨®n ser¨ªa pues ut¨®pica y perjudicial. Pero a las superpotencias les basta con que su presencia sea la ¨²ltima puesta en este juego. No les es imprescindible el, incremento de sus fuerzas o incluso el mantenimiento de su nivel actual. Un ejemplo: decide en un negocio el que entrega la ¨²ltima peseta que permite cerrar el trato, indiferentemente de que se hayan puesto sobre la mesa 10.000 ¨® quinientas pesetas. Las dos ¨²Itimas pesetas del trato mediterr¨¢neo las depositar¨¢n por mucho tiempo los dos jugadores extramediterr¨¢neos. Ahora bien, la disminuci¨®n de la presencia militar de los extra?os , permitir¨ªa un mejor entendimiento entre los pa¨ªses del norte de Africa y los pa¨ªses europeos del sur, incluida Yugoslavia, a la que la disminuci¨®n relativa de tensi¨®n permitir¨ªa resistir la tendencia, en el momento de la sucesi¨®n de Tito, a alinearse decididamente en un bando. En lo que nos afecta, un escenario de conflicto en el norte de Africa puede zanjarse -de no existir los correctivos de un sistema local- en contra de nuestros intereses por la sencilla raz¨®n de que nosotros, a la vez, estamos en el norte de Africa, pero no pertenecemos al norte de Africa desde una concepci¨®n del equilibrio global. Prueba de ello es, como es p¨²blico, pero se sabe insuficientemente, que el.tratado con Estados Unidos no nos garantiza contra un conflicto local en el norte de Africa, y que las plazas de soberan¨ªa no est¨¢n, incluidas en la menguada garant¨ªa de dicho tratado.
Por ello es esencial para Espa?a que se vaya creando en el Medi terr¨¢neo una zona de distensi¨®n mediante un entendimiento entre los ribere?os. El destino manifiesto de estos pa¨ªses reside en tratar comercial y culturalmente con los pa¨ªses de la CEE y, en especial, con los del sur de Europa. Pero para que la intensificaci¨®n de estas relaciones no se convierta en una relaci¨®n de dependencia pol¨ªtica -inadmisible para pa¨ªses que han sido colonizados hasta hace poco es necesario que el Mediterr¨¢neo sea una zona de distensi¨®n. De hecho, esta pol¨ªtica ni siquiera se acerca a una posici¨®n neutralista, porque las relaciones entre el norte de Africa y Europa juegan en favor de la estabilidad de Europa occidental. El proyecto de gasoducto entre Argelia y Espa?a -subiendo por el Este a Francia y luego hasta Colonia, y con un posible ramal a Portugal-, que significa el mayor incremento energ¨¦tico para el continente, es una prueba de esta vinculaci¨®n real. La uni¨®n por un canal del R¨®dano con el Rhin equilibra el centro de gravedad del complejo industrial europeo hacia el Mediterr¨¢neo.
Se trata de una visi¨®n de largos vuelos y lo importante es que Espa?a es una pieza esencial en estas perspectivas.
Espa?a est¨¢selativa y deficientemente cubierta por dos sistemas: el general (independiente de la existencia de ning¨²n tratado) de la sombrilla nuclear americana. Si espa?a es decisiva para el sistema, Espa?a ser¨¢ defendida. Si es sacrificable, lo ser¨¢, puesto que su defensa implicar¨ªa peligros catastr¨®ficos para el protector. Tal razonamiento llev¨® a De Gaulle a propugnar la creaci¨®n de una fuerza de ataque (?frappe?) propia, cuya utilizaci¨®n subiese la puerta al proporcionar a Francia capacidad para generalizar un conflicto reducido, en principio, a su zona. La otra cobertura es la del tratado con Estados Unidos. Este no cubre frente a un conflicto local en que Espa?a est¨¦ implicada.
El problema de las alianzas
?La entrada en la OTAN cambia sustancialmente la situaci¨®n?
El tema de la. OTAN exige un verdadero debate nacional, que el ministro Oreja reiteradamente ha reclamado. Voy a aportar algunas consideraciones provisionales que me complacer¨ªa, como espa?ol, pudiesen dar,paso a una discusi¨®n m¨¢s profunda. Esta discusi¨®n deber¨ªa ser lo m¨¢s precisa posible. En el editorial de EL PAIS del 15 del pasado mayo, al se?alar cinco supuestas ventajas de la OTAN se incurr¨ªa, -se trata, sin duda, de una primera aproximaci¨®n- en ciertas vaguedades, apelando a factores muy subjetivos (?Espa?a se sentir¨ªa protegida?, ?...podr¨ªa dimensionar su esfuerzo defensivo?, ?servir de marco para la conciliaci¨®n y negociaci¨®n?, ?incuantificable, pero apreciable respaldo pol¨ªtico y d¨ªplom¨¢tico...?, etc¨¦tera).
Existen, en mi opini¨®n, cuatro errores de enfoque respecto a la entrada en la OTAN:
1. No es cierto que la entrada en la OTAN sustituya a los acuerdos con Estados Unidos. No lo sustituye necesariamente. Si se lograse esta novaci¨®n, el argumento a favor de la OTAN ser¨ªa serio. Pero es posible qu¨¦ las bases subsistan, de la misma manera que ha ocurrido con las griegas y turcas que datan del plan Truman. Este es un punto a calibrar con sumo cuidado.
2. Es inexacto afirmar que la NATO es una condici¨®n o el precio que hay que pagar por la adhesi¨®n, en buenas condiciones, a la CEE. Irlanda es miembro de la CEE y no de la OTAN. El caso inverso es el de Noruega. El acuerdo para la entrada en la CEE ser¨¢ negociado conforme a los intereses generales y sectoriales de los miembros. A los agricultores franceses o italianos les es indiferente nuestra pertenencia a la alianza.
3. La pertenencia a la OTAN no aumenta nuestra cobertura en conflictos locales. El supuesto del tratado es un ataque general a Occidente. La cobertura no es autom¨¢tica. El art¨ªculo pertinente, el cinco, prev¨¦ consultas y medidas adoptadas en com¨²n en caso de este supuesto general.
4. A veces se dice que la entrada en la OTAN servir¨¢ de pr¨¦texto para reorganizar las Fuerzas Armadas espa?olas e incluso se susurra que las har¨¢ m¨¢s ?europeas?. Esta ¨²ltima afirmaci¨®n no deja de ser ofensiva para una oficialidad que est¨¢ dando pruebas de alto esp¨ªritu c¨ªvico y disciplina ejemplar, que cuenta con buen n¨²mero de titulados y graduados en universidades y escuelas superiores. El ej¨¦rcito no vive aislado y ser¨¢ tan ?europeo? y democr¨¢tico como Id sea la sociedad espa?ola.
Junto a estos desenfoques existen inconvenientes probables que convendr¨ªa valorar y cuantificar: 1) Probable aumento del coste de la defensa. En todo caso, la independencia a la posici¨®n espa?ola exige una modernizaci¨®n de nuestras Fuerzas Armadas, cuyo coste se justifica por este fin; 2) Probablemente consagrar¨ªa el estatuto internacional de Gibraltar bajo una u otra f¨®rmula; 3) Dificultar¨ªa la pol¨ªtica de autonom¨ªa relativa al Mediterr¨¢neo, que puede ser clave en nuestra pol¨ªtica ¨¢rabe; 4) Dificultar¨ªa las relaciones con el Este, en cuyos mercados tenemos algo que hacer; 5) De establecerse en Canarias, bajo una u otra forma, bases conectadas con la OTAN, los pa¨ªses radicales de la Organizaci¨®n de la Unidad Africana alegar¨ªan -como ya hacen algunos de ellos- que el archipi¨¦lago es una amenaza para Africa progresista, y en el Comit¨¦ de Liberaci¨®n de la OUA C¨²billo recibir¨ªa apoyo; 6) Har¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que el Pacto de Varsovia acepte la autonom¨ªa y relativo neutralismo de Yugoslavia a la muerte de Tito.
En todo caso es evidente que se trata de una decisi¨®n tan importante que exige un verdadero debate y una atenci¨®n intensa para que no nos encontremos los espa?oles, como nos ocurr¨ªa en las d¨¦cadas pasadas, con una decisi¨®n tomada a espaldas de la opini¨®n.
Las repetidas declaraciones del actual ministro de Asuntos Exteriores sobre la necesidad del debate nacional son una garant¨ªa tranquilizadora .
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.