Un ultim¨¢t¨²m del Kremlin
Desde las requisitorias anti-maoistas de Mijail Suslov, a comienzos de los a?os sesenta, jam¨¢s los sovi¨¦ticos han publicado un texto tan violento contra un PC ?hermano? como el de Nuevos Tiempos, sobre Santiago Carrillo y el eurocomunismo. En un acta de acusaci¨®n de 5.000 palabras dividida en veintis¨¦is p¨¢rrafos, el secretario general del PCE es incriminado por haber actuado en inter¨¦s del ?imperialismo? de las fuerzas reaccionarias agresivas, en tanto que antisovi¨¦tico, ?consciente y deliberado?, y cism¨¢tico, que quiere escindir el movimiento comunistas internacional. Estas acusaciones equivalen a la excomuni¨®n del PC espa?ol. Pero tambi¨¦n implican de hecho, poner entre la espada y la pared a los asociados de Carrillo, en la reciente cumbre de Madrid, Berlinguer y March¨¢is, obligados a partir de ahora a escoger su campo. Es evidente que el per¨ªodo de pol¨¦mica velada entre los PC occidentales y la URSS toca a su fin. El art¨ªculo de Nuevos Tiempos se?ala una fecha en la historia de los comunistas: es un ultim¨¢tum para que los PC de occidente se alineen en un socialismo ?s¨®lo y ¨²n?co? del este o a romper definitivamente con la URSS.Lo que sorprende en el ataque a Carrillo es, en primer lugar, que no est¨¢ publicado en la revista te¨®rica El Comunista, sino en una revista destinada a la propaganda exterior. Este texto lleva claramente el sello de Leonidas Brejnev, centr¨¢ndose sobre la ?real politik? m¨¢s que sobre los asuntos ideol¨®gicos, tan caros aparentemente, a Suslov. Los argumentos de Carrillo sobre la evoluci¨®n de las sociedades occidentales, es decir, lo m¨¢s importante de su libro Eurocomunismo y Estado apenas interesa al autor sovi¨¦tico. Se contenta con despacharlos en una frase: ?Se trata de problemas interesantes y serios, cuyo estudio se impone a los comunistas, pero que constituye un tema aparte.? En contrapartida, la idea de la creaci¨®n de una Europa unida, independiente de la URSS y de Estados Unidos, es denunciada con violencia, en tanto que peligrosa, hereje, burguesa y escisionista. M¨¢s a¨²n que el libro de Carrillo, los sovi¨¦ticos atacan sus diferentes puntos de vista mantenidos en entrevistas sobre la eventual adhesi¨®n de Espa?a al Mercado Com¨²n Europeo, sobre la OTAN, y sobre el internacionalismo independiente de Mosc¨². En la L¨®gica, de la superpotencia sovi¨¦tica, el mundo debe seguir siendo bipolar, dirigido por la URSS y Estados Unidos. Los partidos comunistas que operan fuera de este bloque del este, en esta ¨®ptica, deben comportarse como su quinta columna en el seno del otro bloque. Sin embargo, no se necesita ser muy avisado para saber que Enrico Berlinguer es un ?europeo? y atlantista, m¨¢s antiguo que Carrillo. Hace exactamente un a?o, en v¨ªsperas de las elecciones italianas, Berlinguer afirmaba que no tem¨ªa correr la suerte de Dubcek porque se sent¨ªa protegido por la OTAN.
?Por qu¨¦ atacar solamente en estas condiciones a Carrillo cuando los otros cometen errores m¨¢s; graves que ¨¦l? La respuesta es doble: por un lado, los sovi¨¦ticos creen que el secretario general del PCE ha salido debilitado de las recientes elecciones en las que los resultados de su partido, fuera de Catalu?a, deben de haber decepcionado a sus cuadros y militantes. Se trata, por consiguiente, de una tentativa para influir en este debate interno de los comunistas espa?oles.
De ah¨ª los pasajes ret¨®rico-sentimentales sobre la solidaridad hist¨®rica de los comunistas de la URSS y de Espa?a ?sellada por su sangre en los campos de Asturias y en las trincheras de Stalingrado?; es un llamamiento a la vieja guardia del PCE por encima de la cabeza de Carrillo y evidentemente un ataque contra ¨¦l. La segunda raz¨®n es, tal vez, m¨¢s importante todav¨ªa: contrariamente a Berlinguer y Marchais, siempre muy convencionales en sus enfoques sobre la sociedad sovi¨¦tica, Carrillo tuvo el valor de interrogarse sobre su verdadera naturaleza.
No se content¨® con decir ?que el socialismo del Este no es bueno para nosotros, aunque siga siendo bueno para la URSS y las democracias populares?. Se atrevi¨® a insinuar, sobre todo a la luz del asunto checoslovaco, que este sistema tampoco conviene demasiado a los pa¨ªses del Este. Sus afirmaciones sobre la estructura del Estado sovi¨¦tico, que no deja lugar alguno al papel pol¨ªtico de la clase obrera, representaban un primer paso hacia lo que es, y debe ser el socialismo. Tiempos Nuevos encuentra esto intolerable y cree que plantear estos problemas significa ser m¨¢s anti-sovi¨¦tico que los pol¨ªticos burgueses.
El texto sovi¨¦tico llega en un momento importante de la vida de los tres partidos eurocomunistas. En Italia, el acuerdo entre el PC y la Democracia Cristiana est¨¢ virtualmente conclu¨ªdo y se espera la entrada eminente de los comunistas en la mayor¨ªa gubernamental. En Francia, el PC est¨¢ a punto de poner al d¨ªa el programa com¨²n con los socialistas de Mitterrand y comienza ya la batalla electoral de 1978, que le llevar¨¢ con toda probabilidad al gobierno. Los sovi¨¦ticos, no ignoran que en estas condiciones Berlinguer y March¨¢is no pueden abjurar, so pena de desacreditarse, de sus profesiones de fe eurocomunistas. Apuntados a trav¨¦s de Carrillo, deber¨¢n defenderse y defenderle. ?Acaso el objetivo de Brejnev es obligar a estos partidos a tomar la iniciativa de separarse de la URSS? ?Los considera Brejnev m¨¢s peligrosos en el interior del movimiento comunista que fuera de ¨¦l? Dicho de otra manera, para evitar el contagio ?eurocomunista? en su propio bloque, ?no empujar¨¢ el nuevo presidente sovi¨¦tico a estos partidos inc¨®modos hacia la disidencia?
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