Ceguera econ¨®mica
SE HA escrito tanto sobre la relaci¨®n entre pol¨ªtica y econom¨ªa, que parece ocioso repetir que la mejor colaboraci¨®n que se puede ofrecer a los futuros dirigentes del pa¨ªs consiste en llamar su atenci¨®n sobre los peligros de creer que la intendencia puede seguir funcionando indefinidamente sin prestarle la atenci¨®n necesaria.Al igual que otras muchas profesiones, los pol¨ªticos no disponen de varitas a cuyo toque m¨¢gico los turistas se precipiten hacia las fronteras espa?olas y los empresarios se apresuren a invertir en unos meses lo que no han inmovilizado en tres a?os. Pretender que los problemas econ¨®micos se van a solucionar as¨ª es basarse en el puro deseo o confiar en una intuici¨®n sin fundamento alguno.
Parece como si, despu¨¦s de ocho lustros de dictadura, los espa?oles le hubieran tomado tal afici¨®n a las elecciones que las restantes actividades que constituyen el entramado de una compleja sociedad civil debieran permanecer en cuarentena hasta la celebraci¨®n de la pr¨®xima elecci¨®n. Y lo cierto es que el rosario electoral tiene costes econ¨®micos que nadie debe olvidar. En cierto modo, se est¨¢ desfigurando el sentido de las elecciones: de refrendo de una buena gesti¨®n se intentan convertir en medio para seguir gestionando, bien o mal, los asuntos p¨²blicos. Dif¨ªcilmente puede entenderse de otra forma una visi¨®n de los problemas basada en el supuesto seg¨²n el cual unas medidas econ¨®micas son o no necesarias para el pa¨ªs en funci¨®n de que coincidan o se aparten de los intereses del partido en el poder.
El error b¨¢sico de este tipo de enfoque es creer que los gobiernos pierden las elecciones cuando aplican pol¨ªticas econ¨®micas impopulares pero necesarias. Lo justo es exactamente lo contrario; las elecciones se pierden cuando el pueblo percibe que se le ha estado ocultando la realidad o que el Gobierno ha carecido de conocimiento para diagnosticar la gravedad del momento y de determinaci¨®n para aplicar la cura apropiada.
Imag¨ªnese el lector que el pr¨®ximo Gobierno Su¨¢rez decide esperar a las municipales para adoptar un plan econ¨®mico coherente y acepte, tambi¨¦n como hip¨®tesis de trabajo, que para seguir ?tirando? se sigue confiando en el turismo y la ayuda exterior, sin que se acometa,. por el momento, la reforma fiscal. Pues bien, ello significa que, ante las subidas de precios experimentadas en lo que va de a?o, los salarios crecer¨¢n en los pr¨®ximos seis meses a un ritmo a¨²n m¨¢s r¨¢pido, fomentando as¨ª expectativas inflacionistas en el p¨²blico que exigir¨¢n una cantidad de dinero creciente para financiar -atenci¨®n a este dato no una mayor actividad productiva que servir¨ªa para reducir el paro, sino un aumento m¨¢s r¨¢pido de los precios; todo ello con el consiguiente empeoramiento en la balanza de pagos, la p¨¦rdida de divisas y la presi¨®n especulativa contra la peseta.
Pero lo cierto es que, adem¨¢s, las hip¨®tesis de trabajo son falsas. Los datos disponibles sobre turismo revelan que las entradas de turistas han aumentado alrededor de un 12%, pero las divisas ingresadas s¨®lo en un 3%. En cuanto a la ayuda exterior, dejando a un lado el hecho de que este a?o deberemos pagar entre 1.500 y 1.700 millones de d¨®lares en concepto de devoluci¨®n del principal e intereses, EL PAIS recog¨ªa el pasado d¨ªa 10 de junio las declaraciones del vicepresidente de uno de los grandes bancos americanos, en las que aseguraba que las inversiones estadounidenses en Espa?a evolucionar¨ªan con gran cautela y siempre que existiesen pruebas de recuperaci¨®n en la econom¨ªa espa?ola.
Queda, por ¨²ltimo, el tema de la reforma fiscal. Su necesidad no deriva tanto de que sea urgente acabar con la iniquidad que supone el actual sistema tributario, como de que constituye casi la ¨²nica baza negociable que el Gobierno tiene para la imprescindible negociaci¨®n de una pol¨ªtica de rentas con los sindicatos. Ignorar esto es cerrar los ojos a la realidad y correr hacia el desastre.
En resumen, la gravedad de la situaci¨®n econ¨®mica ha dejado de ser ya un t¨®pico para convertirse en comentario corriente entre los c¨ªrculos financieros mundiales, que cada d¨ªa que pasa se permiten opinar con mayor seguridad sobre cu¨¢l deber¨ªa ser nuestra pol¨ªtica econ¨®mica. Y como el que tiene los cordones de la bolsa es quien manda, bien pudiera suceder que si se sigue recurriendo a poderosas ayudas exteriores nos encontremos con que, al cabo de pocos meses, nos digan desde Washington o Nueva York cu¨¢ntos obreros deben despedir mensualmente nuestras empresas y qu¨¦ volumen de cr¨¦dito han de conceder los bancos espa?oles.
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