Interpretaci¨®n del Centro
El Centro polariza, desde su nacimiento, y m¨¢s ahora, tras las elecciones, la atenci¨®n de casi todo el mundo e, inevitablemente, muchas simpat¨ªas y antipat¨ªas. Se dijeron tantas cosas de esa formaci¨®n, que ya no es f¨¢cil saber de qu¨¦ se trata. Cada partido rival puso en circulaci¨®n ?su? interpretaci¨®n del Centro (lo mismo les ocurre, por supuesto, a otras formaciones, pero de eso no tratamos ahora) que pudo, en alg¨²n momento, desorientar al elector. Pero en un clima de informaci¨®n democr¨¢tica siempre ocurre eso: el ciudadano se encuentra con opiniones diversas, o contradictorias, de las cosas y ha de formarse su propia opini¨®n. Ese el el riesgo, pero tambi¨¦n la grandeza de la democracia. Ya no hay, o ya va dejando de haber, una interpretaci¨®n oficial de las cosas. Es preciso lanzarse a pensar por cuenta propia. En lo que siga voy a tratar de dar mi propia interpretaci¨®n, posiblemente equivocada, pero, desde luego, escrita sin ¨¢nimo partidista.Composici¨®n social del Centro. Se admite generalmente que las ideas est¨¢n condicionadas por la posici¨®n social y que, por ello, a la hora de interpretar cualquier fen¨®meno pol¨ªtico, conviene tener presente qui¨¦nes son las personas que participan en ¨¦l. Carecemos, por ahora, de un estudio sociol¨®gico serio sobre el fen¨®meno centrista y debemos contentarnos con formular algunas hip¨®tesis.
En este punto la m¨ªa es la siguiente: los ?centristas? son, en su gran mayor¨ªa, profesionales liberales y funcionarios p¨²blicos de buen nivel, esto es, personas de clase media alta. Abundan entre ellos los letrados de diferentes organismos p¨²blicos, notarios, registradores, abogados en ejercicio, m¨¦dicos, etc¨¦tera. Escasean, en cambio, los empresarios o banqueros y brillan por su ausencia los obreros e incluso las gentes de clase media baja. T¨¦ngase en cuenta que estoy refiri¨¦ndome a militantes y no a votantes (es obvio que entre estos, ¨²ltimos habr¨¢ gente de toda posici¨®n, en proporciones variables).
Brillan tambi¨¦n por su ausencia los escritores, artistas pl¨¢sticos, poetas y, en general, los hombres de cultura. Lo que constituye, por cierto, una de las importantes limitaciones de la organizaci¨®n. No quiero decir que, como pensaba Plat¨®n, los fil¨®sofos deban gobernar, pero es claro que toda organizaci¨®n pol¨ªtica necesita poner en los papeles su ideolog¨ªa y ha de hacerlo con cierta originalidad y atractivo. Es decir, necesitan ide¨®logos. Y en el Centro Democr¨¢tico, salvo poqu¨ªsimas y no muy notables excepciones -los ?T¨¢citos?, en muy primer lugar-, casi nadie es capaz de escribir con un m¨ªnimo de gracia e inteligencia. Tampoco abundan los buenos oradores: en algunos m¨ªtines (concretamente en Asturias) los l¨ªderes no hablaron, sino leyeron unas cuartillas pl¨²mbeas y mal hilvanadas. Areilza era, quiz¨¢, el ¨²nico orador de garra, adem¨¢s de bastante buen escritor, pero sus colegas le echaron la zancadilla a las primeras de cambio. Se quedaron sin nadie. No es que no tengan ideolog¨ªa. La tienen, y muy ?vendible?: la de la reforma. Lo que no tienen es ide¨®logos. Tienen cosas que decir, pero apenas saben c¨®mo hacerlo, porque son hombres de expediente, de p¨®liza, de oficina. Bur¨®cratas, quiz¨¢ inteligentes y eficaces como tales (aprenderse de memoria los 490 tomos del Cast¨¢n no es empresa f¨¢cil), pero muchos de ellos incapaces de ir mucho m¨¢s all¨¢ del ?aqu¨ª le falta a usted la p¨®liza de tres pesetas?.
Or¨ªgenes pol¨ªticos. Otros partidos rivales acusan a los centristas de franquistas, lo que, dicho sin m¨¢s especificaciones, constituye una verdad a medias. Es cierto que muchos, quiz¨¢ la mayor¨ªa de los centristas, fueron franquistas. Hombres de la Oposici¨®n ?fet¨¦n? no hay en el Centro m¨¢s que uno: Alvarez de Miranda, y pare usted de contar (el partido de Alvarez de Miranda ha sido ?invadido?, por otra parte, por gentes de la UDE, en su gran mayor¨ªa franquistas, de manera que si el l¨ªder es antifranquista, el partido ya no lo es). No parecen tener raz¨®n, por tanto, los hombres del Centro que intentan presentarse como superadores de la dial¨¦ctica franquismo-anti franquismo, al menos no la tienen en lo que se refiere a la composici¨®n social de la organizaci¨®n. Es verdad que el Centro es un nido de franquistas.
Pero aqu¨ª lo de la verdad a medias: decir que el Centro es franquista no es decir toda la verdad. Porque los franquistas del Centro constituyen una clase muy peculiar de franquistas: la que se ha venido llamando evolucionista o reformista. Son franquistas que ?se cargaron? al franquismo: desmontaron el aparato del Movimiento, legalizaron al Partido Comunista, convocaron elecciones, etc¨¦tera. Su¨¢rez es el prototitpo de este franquismo: nadie m¨¢s franquista que ¨¦l, pero tambi¨¦n nadie m¨¢s antifranquista, porque sin su intervenci¨®n el franquismo seguir¨ªa vivo y coleando. Y si no, que se lo pregunten a los franquistas ?ortodoxos?, que lo ponen de traidor para arriba.
Orientaci¨®n ideol¨®gica. Los centristas son, actualmente, claramente dem¨®cratas. Est¨¢n di!puestos a traer a este pa¨ªs una democracia de tipo occidental, sin trabas ni cortapisas, y dieron pruebas inequ¨ªvocas de esa disposici¨®n. La democracia no hubiera venido sin la intervenci¨®n decidida de Su¨¢rez, que pasar¨¢ a la historia como protagonista de una de las m¨¢s ins¨®litas operaciones pol¨ªticas que jam¨¢s hayan sido. No quiero decir que ¨¦l lo haya hecho todo: la Oposici¨®n y el Rey desempe?aron un papel decisivo como motor del cambio. Pero es evidente que la intervenci¨®n de los reformistas y, especialmente, de Su¨¢rez fue muy importante y que, a fin de cuentas, ellos protagonizaron el cambio.
Por todo ello, me parece que el Centro constituye, a corto plazo, la opci¨®n m¨¢s democr¨¢tica posible. Muchas personas pueden presentar un pasado m¨¢s resuelta y gallardamente democr¨¢tico. Se han dejado la piel en la lucha contra la dictadura. Tienen ?m¨¦ritos?, pero, desgraciadamente, no tienen fuerza. Es triste, pero es as¨ª. Y otros que tienen fuerza quiz¨¢ no tengan voluntad para traer la democracia. Su¨¢rez parece ser la m¨¢xima posibilidad democr¨¢tica del pa¨ªs, en las actuales circunstancias. Me hubiera gustado ver la democracia tra¨ªda por Ridruejo o por Tierno, pero no ha podido ser. Lo siento de veras. Es uno de los casos en que el buen sentido se abre camino en la historia a trav¨¦s de la mediocridad.
El Centro como organizaci¨®n. Se ha hablado bastante de las tensiones internas que han sacudido al Centro. Es posible que en otros. partidos tambi¨¦n las haya habido, aunque no hayan salido a la luz p¨²blica. En todo caso, las del Centro no fueron peque?as. Lo que se explica en buena medida, porque siendo una coalici¨®n no hubo nadie capaz de imponer en ella cierta disciplina.
Gran parte de las tensiones provienen de la tard¨ªa, pero masiva, entrada de los hombres de Su¨¢rez. Muchos militantes de la primera hora, que aguantaron los malos momentos y pusieron en pie la organizaci¨®n, fueron desplazados sin miramientos por los que esperaron c¨®modamente a que el pastel estuviera preparado y llegaron a la hora de los postres. Eso quiz¨¢ sea tambi¨¦n una necesidad hist¨®rica, aunque humanamente sea triste.
Pero a los centristas no les quedaba otra salida que engancharse a las faldas del presidente. Que los centristas no sean brillantes no quiere decir que carezcan de inteligencia, y tuvieron la bastante para comprender que su carisma es escaso, que el atractivo popular pol¨ªtico de bastantes de ellos no llega ni a los parientes en segundo grado y que si hubieran salido solos a la palestra (especialmente sin Areilza) corr¨ªan el peligro de recibir una soberbia, corrida en pelo. ?A qui¨¦n puede encandilar el discurso de muchos de los centristas? Algunos, con saludable realismo, no sale de la oficina y, si tornaran la palabra, iban a perseguirles, como un castigo del cielo, las querellas por intrusismo de los fabricantes de somn¨ªferos.
S¨ª, ten¨ªan que agarrarse a las faldas de Su¨¢rez para volver al poder o continuar en ¨¦l.
Esa operaci¨®n no es ciertamente un derroche de elegancia. Comp¨¢resela con la de Fidel en Sierra Maestra, jug¨¢ndose la vida para llegar a la poltrona, o con otras que todos conocemos, no tan arriesgadas, pero bastante m¨¢s gallardas. Pero la escalada de los centristas, si no fue elegante, s¨ª fue enormemente eficaz. En poco tiempo montaron de la nada una cuca?a que funcion¨® a las mil maravillas. As¨ª es la praxis.de los bur¨®cratas astutos. Y as¨ª se escribe la historia.
Ojeada al futuro. Hasta hace poco, los centristas sol¨ªan presentarse como. alejados de la izquierda y de la derecha. Esto, a mi juicio, no es verdad. Es verdad que est¨¢n alejados del fascismo y del comunismo, pero no que lo est¨¦n de la izquierda y de la derecha. Son elar¨ªsimamente de derechas. Son, hoy por hoy, la m¨¦dula de la derecha, por muy civilizada que sea, que s¨ª lo es. Y, como hay otras fuerzas de derechas revoloteando a su alrededor, todo hace suponer que terminen junt¨¢ndose con ellas. Es decir: todo hace suponer que terminen unidos a buena parte de Alianza Popular y de la Democracia Cristiana. Hasta hace poco no estaba claro si esta ¨²ltima iba a terminar imponi¨¦ndose en el futuro partido conservador, como, ocurri¨® en Alemania, o s¨ª ¨¦ste, como aconteci¨® en Francia e Inglaterra, iba a ser aconfesional, y, por tanto, liberal-conservador.
Ahora, tras el resonante fracaso electoral de la Democracia Cristiana, la inc¨®gnita parece haberse despejado. ?Asumir¨¢ quiz¨¢ el Centro la etiqueta populista, especie de Democracia Cristiana vergonzante?
En resumen: van a seguir mandando buena parte de los de siempre, pero, y esto es muy importante, de otra forma. Lo cual, despu¨¦s de todo, en un primer momento, quiz¨¢ no est¨¦ mal.
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