El ¨²nico instituto diabetol¨®gico de Espa?a, amenazado
?El Instituto de Diabetolog¨ªa es un centro que tratamos de salvar con el m¨¢ximo inter¨¦s, aunque su estructura actual y los elevad¨ªsimos costes que acarrea para la Cruz Roja impide su viabilidad, a excepci¨®n de que funcione como hospital en r¨¦gimen de d¨ªa?, manifest¨® Luis G¨®mez-Acebo, duque de Badajoz, a EL PAIS, al ser consultado sobre el tema de la eventual desaparici¨®n del centro. Por su parte, Luis Pelipe Pallardo, director del Instituto, indic¨® que ?resulta tristemente parad¨®jico el hecho de que una obra asistencial m¨¦dico-social como la que desarrolla el Instituto sea minusvalorada, e incluso combatida, por la entidad en cuyo nombre -destacadamente puesto siempre en cabecera- trabajamos mis colaboradores y yo desde hace a?os, trabajo muy considerado por la poblaci¨®n diab¨¦tica y por los profesionales en Espa?a y fuera de ella.?
En estos dos polos se sit¨²a el litigio abierto recientemente alrededor del Instituto de Diabetolog¨ªa, de pendiente de la Cruz Roja Espa?ola y ¨²nico centro que en Espa?a se dedica al tratamiento espec¨ªfico y exclusivo de los diab¨¦ticos. Acuden a consulta desde todos los puntos del pa¨ªs o pueden, cuan do hay vacantes, aIbergarse en una de las veintisiete camas que el Instituto posee. La controversia surgi¨® a ra¨ªz de un comunicado de la Asamblea Provincial de la Cruz Roja de Madrid -que preside el duque de Badajoz- y en cuyo texto se anunciaba la inminente reestructuraci¨®n del centro diabetol¨®gico.Seg¨²n los testimonios de los m¨¦dicos consultados, un 0,5% de la poblaci¨®n espa?ola padece diabetes en alguna de sus formas evidentes, y una cifra similar podr¨ªa ser la de los espa?oles que la padecen latentemente, pero no de forma manifiesta. El hecho de que ¨²nicamente un instituto est¨¦ dedicado a su tratamiento peculiar supone ya una enorme limitaci¨®n, reducida m¨¢s a¨²n ahora, al barajarse la eventualidad de su cierre. A diario, entre cien y 125 diab¨¦ticos reciben consulta cl¨ªnica de los m¨¦dicos all¨ª destinados.
Adem¨¢s, la reestructuraci¨®n va a suponer una reducci¨®n de la plantilla de personal sanitario, religioso y auxiliar del centro, m¨¢s la de los m¨¦dicos, que van a experimentar una degradaci¨®n profesional objetiva -seg¨²n establecen-, ya que la mayor¨ªa de ellos posee jefaturas cl¨ªnicas -salvo uno, que es jefe de servicio y de planta en una residencia sanitaria- y tras la anunciada recomposici¨®n pasar¨ªan a ser agregados.
En cuanto al personal religioso, acaba de ser despedido un sacerdote, Juan Mendoza, que prestaba sus servicios en el Instituto desde hace alg¨²n tiempo. Los enfermos alojados en el Instituto redactaron una carta de solidaridad hacia el sacerdote. Afirman que ejerc¨ªa una labor de apoyo y est¨ªmulo a los enfermos, ya que ¨¦l mismo es diab¨¦tico y conoce solventemente los pormenores y manifestaciones de la dolencia. El comunicado, que fue rubricado por enfermos, familiares de ¨¦stos, personal sanitario y m¨¦dicos del centro, alude al derecho a la asistencia espiritual de los enfermos y a las cualidades humanas del sacerdote despedido.
Problemas econ¨®micos
No obstante, la situaci¨®n econ¨®mica del centro atraviesa problemas evidentes. Seg¨²n el presidente de la Asamblea Provincial de la Cruz Roja, Luis G¨®mez-Acebo, el d¨¦ficit del centro se aproxima a los veinte millones de pesetas, y no puede continuar as¨ª durante m¨¢s tiempo. La Cruz Roja ha de hacer frente a muchos gastos -a?ade-, cada d¨ªa se ampl¨ªan sus cometidos y responsabilidades, y un centro con tan reducido n¨²mero de camas resulta de todo punto ruinoso. Es necesario que el Instituto se haga viable a costa de su reestructuraci¨®n, que significa su conversi¨®n en un hospital en r¨¦gimen de d¨ªa. De esta forma, cabr¨ªa reducir su enorme d¨¦ficit y paliarlo de modo efectivo.Sin embargo, los m¨¦dicos consideran que la conversi¨®n del centro resulta absurda de todo punto, ya que el tratamiento de los diab¨¦ticos no puede ser adecuado a un hospital adscrito a tal r¨¦gimen. En l¨ªneas generales, se establece que el funcionamiento pleno del Instituto, sometido al nuevo r¨¦gimen, abarcar¨ªa desde las ocho de la ma?ana hasta las tres de la tarde, con lo cual los enfermos quedar¨ªan desasistidos durante el resto del d¨ªa, sin que su vigilancia sea siquiera atribuida a un exiguo servicio de guardia. Asimismo, se estima como muy lesiva para los enfermos la reducci¨®n a uno del n¨²mero de asistentes sociales, a los que consideran imprescindibles en la lucha antidiab¨¦tica.
Otro de los aspectos impugnados por el personal del Instituto es la prevista supresi¨®n de la cocina. El diab¨¦tico -afirman los m¨¦dicos- necesita, en ocasiones, comer cuatro veces al d¨ªa, pues se caracteriza por su voracidad, entre otros s¨ªntomas. La supresi¨®n de la cocina significa la desatenci¨®n de una de las necesidades m¨¢s acudiantes del centro.
?La conversi¨®n en hospital de d¨ªa significa un verdadero disparate -afirma el doctor Pallardo- y su causa remota se situar¨ªa en un supuesto desequilibrio econ¨®mico del Instituto. En una primera fase -a?ade- pretendieron hacerme responsable de esta situaci¨®n econ¨®mica, cuando es innecesario decir que, como director m¨¦dico del centro, no tuve ni tengo funci¨®n administrativa alguna, pues todas ¨¦stas habr¨ªan sido asumidas por la asamblea provincial a partir de 1975. La responsabilidad total de ese desajuste econ¨®mico corresponde a la mencionada asamblea, que con una desidia imperdonale -afirma- ha dejado de renovar el concierto con la Seguridad Social el 1 de julio de 1975, fecha en la que expiraba la ¨²ltima renovaci¨®n del mencionado acuerdo. Unicamente este descuido significa haber dejado de percibir, por parte del Instituto, una cifra cercana a los ocho millones de pesetas.
Del mismo modo -a?ade el doctor Pallardo-, no se tuvo en cuenta todo lo que en su d¨ªa dije sobre la necesidad y viabilidad de ampliar el n¨²mero de plazas de hospitalizaci¨®n, lo cual redundar¨ªa en un incremento del n¨²mero de ingresos y en una mejora global de la situaci¨®n.?
El centro diabetol¨®gico, que ocupa un edificio de cuatro plantas en la calle de Infanta Mercedes, 40, recibe tambi¨¦n enfermos de pago, adem¨¢s de un elevado n¨²mero de enfermos procedentes de la Seguridad Social. Existen conciertos parciales con varias entidades (RTVE, Organizaci¨®n Nacional de Ciegos, bancos), en los cuales se estipula una serie de contraprestaciones de atenci¨®n, por parte del Instituto, y pago, por parte de las entidades. Respecto a este tema, el doctor Pallardo afirma que los pactos han sido realizados sin ning¨²n tipo de apoyo.
El director del Instituto califica de inadmisible el hecho de que se estime como ruinoso un centro que atiende a una clientela numerosa, pues sus dependencias de hospitalizaci¨®n y consulta permanecen ocupadas plenamente durante todo el a?o. En l¨ªneas generales, la ocupaci¨®n del Instituto se mantiene al 95% de enero a diciembre, incluida la etapa estival y los dem¨¢s per¨ªodos de vacaciones.
Con todo, asegura un enfermo, el poner en peligro la existencia, de un centro como ¨¦ste, que ha tratado con tanto ¨¦xito a tantos diab¨¦ticos o ha contribuido a sacarles de la marginac¨ª¨®n social en la que muchos est¨¢bamos, no se justifica en t¨¦rminos econ¨®micos.
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