Viva el perder
Cuatro libros de poemas publicados ¨¢ partir de 1968 y una inquietante novela hacen que un nuevo libro de F¨¦lix de Az¨²a sea recibido con un inter¨¦s que rebasa la mera curiosidad. Tanto su poes¨ªa como su hasta ahora solitaria novela son pruebas suficientes, de la madurez y de la singularidad de una obra muchas veces enigm¨¢tica que ha logrado una coherencia extra?a a su generaci¨®n, que no es otra que la tan tra¨ªda y llevada de los nov¨ªsimos. Desde Cepo para nutria los poemas de Az¨²a se diferenciaban del resto de los poetas del momento y rehu¨ªan de aquel deslumbrante oropel gimferreriano que tanto hab¨ªa marcado a la poes¨ªa de esos a?os y constru¨ªan o destru¨ªan aprovech¨¢ndose de las contradicciones del lenguaje, al que somet¨ªa a distorsiones y rupturas de corte anti-l¨ªricos. En El velo en el rostro de Agamen¨®n (1970) y m¨¢s tarde en Edgar en Stephane, la poes¨ªa de Az¨²a se descolg¨® totalmente del culturalismo que signaba a los nov¨ªsimos y difiri¨® tanto en el tratamiento formal como en el ideol¨®gico. Su concepto del verso est¨¢ ya definitivamente alejado del ideal rom¨¢ntico que a¨²n alienta a algunos de los poetas de su generaci¨®n y una serenidad casi cient¨ªfica contagi¨® Lengua de cal, su pen¨²ltimo libro, en el cual, tras una aparente hosquedad, el poeta jugaba con destreza y perversidad.En Pasar y siete canciones, Az¨²a persiste en sus demonios: toca la confesi¨®n para reducirla a unas cuantas banalidades y poder destruirla despu¨¦s sin ning¨²n remordimiento -apenas un brillo, un suspiro pas¨¦ y se acab¨®-; las palabras tatuadas en los cuerpos dan realidad a esos cuerpos que a su vez donan realidad a las palabras -la plenitud: oro de ahogados, riqueza de na¨²fragos-. Y esos demonios que ayer desbocaban su racional ordenaci¨®n de la poes¨ªa y que ven¨ªan de un mundo cerrado de hospitales de cal y vientos de acuosa destrucci¨®n se entremezclan ahora con los Cantares de Pound sin renunciar al legado de Tales de Mileto. Si hasta hoy F¨¦lix de Az¨²a hab¨ªa perpetrado un camino de equilibrios, en este libro, se entrega a la voracidad del humor m¨¢s seco y a las peripecias culinarias del mejor pastiche. Desfilan en su baile de m¨¢scaras errabundos emperadorez, m¨ªticos m¨¢rtires fusilados al amanecer, ancianos sabios y subjetivos, interrogantes reclutas del 71 y valeroso!sjuegos de espejos que reflejan siempre un abismo, una sonrisa de desd¨¦n o una mueca ambigua y antigua. Tambi¨¦n la historia queda marcada con indeleble caligraf¨ªa en un cuaderno minucioso. ?Y ahora que?, parece insistir el verso consciente de su inutilidad en el espaci¨® hostil e irredento: la respuesta es una sola ?de aqu¨ª a ning¨²n lugar?.
Pasar y siete canciones
F¨¦lix de Az¨²aLa Gaya Ciencia. Barcelona. 1977
?Po¨¦tica del desaliento? La poes¨ªa de Az¨²a no accede al grado ¨²ltimo del. escepticismo porque no se atreve a cruzar ese puente sin retorno, pero tampoco nos deja demasiadas escapatorias. Se niega a dar esperanzas, pero s¨®lo nos concede la duda. ?Para siempre jam¨¢s? son las ¨²ltimas palabras que pronuncia el lector por designio postrero del poeta. Hay que volver entonces al principio, recomenzar el libro una vez m¨¢s y desentra?ar en la lectura azarosa de un verso aislado, de un fragmento cualquiera, el memorial imposible que, pese a las notas a pie de p¨¢gina y a la recapitulaci¨®n final que s¨®lo abundan en el desconcierto, sobrevive a las. ocultaciones y mutilaciones para hacerse grito sin sentido a la hora incierta de la metralla.
Que el cr¨ªtico y el erudito estudien ya estols fonemas. Az¨²a es ya un joven cl¨¢sico, que desde su guarida mira al exterior con rostro fiero.
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