Ordenadores contra naranjas/1
Ha llegado el momento de que las opciones pol¨ªticas sean protagonistas del planteamiento de las alternativas de acci¨®n que se presentan en los aspectos fundamentales de la vida espa?ola. Por ello consideramos necesario contribuir al prop¨®sito de despertar la inalienable responsabilidad que tienen los partidos pol¨ªticos, Gobierno y Oposici¨®n, en la confecci¨®n de una pol¨ªtica nacional sobre la inform¨¢tica, congruente con las posibilidades de nuestro pa¨ªs.Es preciso comenzar se?alando la importancia del tema: apoy¨¢ndose en los informes de los m¨¢s importantes organismos internacionales, puede afirmarse que, junto a la energ¨ªa y el transporte, las claves para el desarrollo econ¨®mico y social son las industrias del tratamiento y transmisi¨®n de la informaci¨®n, as! como el dominio de las t¨¦cnicas implicadas en su utilizaci¨®n: en definitiva, el dominio de la inform¨¢tica.
La posici¨®n de un pa¨ªs moderno en el ?ranking? internacional depende, cada vez m¨¢s, de su participaci¨®n en estas industrias y de la utilizaci¨®n adecuada de sus recursos inform¨¢ticos. Concretamente, no podremos continuar siendo mucho tiempo la d¨¦cima potencia industrial del mundo en base, solamente, a nuestra presencia en los sectores tradicionales. Del mismo modo, nuestro pa¨ªs no puede permitirse el lujo de ver c¨®mo crece indefinidamente el saldo negativo de la balanza comercial en este sector con su tremenda factura pol¨ªtica. Sirva el siguiente dato para medir la magnitud de esta sangr¨ªa: las importaciones de material inform¨¢tico en el pasado 19 76 equivalen, en valor, a las exportaciones totales de nuestras naranjas. Y a¨²n hay m¨¢s: el valor del parque inform¨¢tico instalado en Espa?a rondar¨¢, para 1978, los 100.000 millones de pesetas, y en su totalidad es importado. Teniendo en cuenta el potencial multiplicador de estas cifras, que inducen un gasto anual tres veces superior al consumo en equipos, y la trascendencia cualitativa de estos gastos, el control de este sector es vital desde todos los puntos de vista imaginables: estrat¨¦gico, social, econ¨®mico, educacional, cient¨ªfico-tecnol¨®gico, pol¨ªtico... La prueba de ello es que todos los pa¨ªses industrializados, o en v¨ªas de desarrollo, tienen planes inform¨¢ticos combinados con pol¨ªticas tecnol¨®gicas, de investigaci¨®n, formaci¨®n e industria les. Desde Estados nidos al Zaire.
La inform¨¢tica es uno de los mercados m¨¢s fuertemente intervenidos y protegidos en pa¨ªses como Estados Unidos, Inglaterra o Jap¨®n. El Mercado Com¨²n, respecto a la libre circulaci¨®n de estas t¨¦cnicas y productos, pierde su sentido al referirse a la inform¨¢tica. No parece razonable que exista, a priori ning¨²n escr¨²pulo para intervenir y regular este mercado, ni entre los partidarios de concepciones de mercado libre, ni, l¨®gicamente, entre aquellos que desean un modelo econ¨®mico con una fuerte participaci¨®n del sector p¨²blico. A pesar de todo esto y de las numerosas recomendaciones emanadas tanto de la ONU como de la OCDE y CEE, as¨ª como del IBI (Oficina Internacional para la Inform¨¢tica, a la que Espa?a pertenece), para que todos los pa¨ªses se definan en materia de pol¨ªtica inform¨¢tica, nuestros pol¨ªticos, hasta este momento, salvo la honrosa excepci¨®n, fallida, incluida en el no nato IV Plan de Desarrollo, han optado por la pol¨ªtica del suicidio: no tener ninguna pol¨ªtica.
Los resultados de esta postura est¨¢n a la vista:
1. Total descoordinaci¨®n entre los diversos departamentos ministeriales con competencia en ¨¦l tema. -
2. Contratos de transferencia tecnol¨®gica, absurdos, limitadores, est¨¦riles, que constituyen un profundo desgarra para el pa¨ªs.
3.Planteamientos industriales, incompletos escasamente imaginativos, de espaldas a Europa y que traer¨¢n dificultades a la hora de negociar con Mercado Com¨²n, ya, por si, muy sensibilizado respecto al terna, y, que por si fuera poco, no acatan de cuajar en una realidad tangible o, cuanto menos, conocida y definida.
4. Industr de software hu¨¦rfana de atenciones oficiales que, pese a sus grandes posibilidades de desarreglo, apenas existe. Lo que es m¨¢s grave, la ¨²nica empresa del sector con participaci¨®n estatal, dedica la mayor y mejor parte de su actividad a competir como una vendedora m¨¢s de servicios, sin atender apenas al que debiera ser su objetivo b¨¢sico: el desarrollo de sistemas adecuados a las necesidades nacionales y transferibles a otros pa¨ªses de nuestro entorno cultural y comercial, a los que podr¨ªan ser exportados.
5. Actividades de investigaci¨®n nulas, con actitudes desmoralizantes para los escasos cient¨ªficos que han quemado esfuerzos en este ¨¢rea.
6. Ense?anzas de inform¨¢tica constatadas una inminente por alumnos, profesores y profesionales que en estos momentos est¨¢n conociendo fuertes tensiones en su incorporaci¨®n. a la Universidad, presentan graves interrogantes para los restantes escalones educativos y que, en la esfera privada, ha sido fuente de continuos esc¨¢ndalos, como el caso reciente del Instituto Barylan. Las pol¨ªticas comerciales se han, impuesto a los intereses colectivos.
7. Incompatibilidad absoluta, en lo t¨¦cnico y en lo pol¨ªtico, con una lamentable falta de control en las redes de comunicaci¨®n y transmisi¨®n, con redundancias absurdas que averg¨¹enzan a nuestro pa¨ªs ante los organismos internacionales, donde se ha perdido, lamentablemente, lo que en su d¨ªa fue un liderazgo incipiente.
8. Postura en las compras del sector p¨²blico que no ha podido contribuir a la creaci¨®n de una oferta industrial. aut¨®ctona y cuya actitudes s¨®lo ha reunido la virtud de la neutralidad ante las casas comercializadoras. Neutralidad que debiera haber sido beligerancia si hubiera existido una pol¨ªtica. Neutralidad que, finalmente,le ha llevado a ser neutra, incluso para quien debiera ser su beneficiaria: la propia Administraci¨®n.
9. Profesionales inform¨¢ticos aparecidos por efectos del consumo con problemas laborales y de identidad sin el contenido t¨¦cnico en su formaci¨®n que, objetivamente, hubiera sido deseable para ¨¦l pa¨ªs y una legislaci¨®n, anticuada en muchos aspectos, que constituye un grave obst¨¢culo para el avance de las aplicaciones inform¨¢ticas, y que no est¨¢ preparada para proteger al ciudadano del asalto a su intimidad.
Las soluciones a estos graves problemas s¨®lo pueden ser pol¨ªticas y, como consecuencia, deben nacer de los cauces que en una democracia sirven para configurar las grandes decisiones: un debate pol¨ªtico, que recoja los intereses leg¨ªtimos implicados, con todo el rigor t¨¦cnico preciso y con una clara voluntad de acci¨®n.
Como dir¨ªa el valenciano Batiste Esteve i Ximeno (1), el abandono de este compromiso s¨®lo ofrece dos salidas: o exportamos m¨¢s naranjas o compramos menos ordenadores. Posibilidad que hubiera avergonzado a Ram¨®n Verea (2).
(1) ?Inventor -en 1797- del primer aparato din¨¢mico para la organizaci¨®n de la informaci¨®n,
(2) Espa?ol, inventor, en 1878, en Nueva York, de la primera m¨¢quina de multiplicar directa.
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