?La Iglesia "caballo de Troya "del centro?
La pol¨¦mica que en las p¨¢ginas de EL PA?S sostienen el profesor Jos¨¦ Luis L. Aranguren Y el profesor Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Patino, provicano general de la Di¨®cesis de Madrid, da lugar a reflexiones de una enorme actualidad y a matizaciones completamente nuevas en el tratamiento del problema cat¨®lico en Espa?a.Creo sinceramente que tanto Aranguren como Patino simplifican excesivamente el planteamiento, a fuerza de tipificar demasiado dos actitudes contrarias: la confesional y la laica. Verbalmente, al menos, ambos parecen estar de acuerdo en que, en nombre de la misma fe cristiana, se supere el confesionalismo. A¨²n m¨¢s, Aranguren llega a ?suscribir la bella alerta de Patino de que la Iglesia no deber¨ªa renunciar a crear su propia cultura?. Quiz¨¢ la diferencia, por parte de Aranguren, es que ¨¦l concibe la. cultura cristiana, no como una realidad ?custodiada, intangible, inmutable?, sino como una especie de contracultura, ?incesantemente creada y recreada desde fuera del poder?. Pero uno y otro admiten que a una fe determinada. corresponde una cultura determinada: con ello queda desdibujado el pluralismo cultural que trajo consigo la primera proclamaci¨®n del Evangelio, y que se plasm¨® en el agudo conflicto que desgarr¨® dos tipos culturales (incluso de dimensi¨®n religiosa) diferentes: jud¨ªos y griegos. La soluci¨®n de San Pablo fue la de negar el monopolio del Evangelio a cada una de las dos culturas, en cuyo seno podr¨ªa desarrollarse sin m¨¢s la din¨¢mica evang¨¦lica.
Cuando a lo largo de los siglos del cristianismo se ha ido identificando con un determinado tipo de cultura, ha perdido autom¨¢ticamente su universalismo y se ha visto obligado a pactar con la cultura, cuyo color hab¨ªa asumido, compartiendo con ella el poder en una u otra forma.
El Concilio Vaticano II, en la Constituci¨®n sobre la Iglesia y el mundo, reconoce expresamente esta aterritorialidad de la Iglesia respecto de todas las parcelas hist¨®ricas de la cultura humana.
Ahora bien, lo que Aranguren reprocha a Patino es que su ?requiem por un poder pol¨ªtico de la Iglesia espa?ola? no deja de ser una bella frase, quiz¨¢ un sue?o ut¨®pico, al que no corresponde desgraciadamente la realidad. Para ello, Aranguren ataca frontalmente lo que ¨¦l llama el taranconismo, seg¨²n el cual la influencia de la Iglesia se ejercer¨ªa, en un futuro inmediato, a trav¨¦s de una sutil y disfrazada colaboraci¨®n con el suarecismo, donde la jerarqu¨ªa tendr¨ªa colocados hombres-clave, como los ministro de Educaci¨®n y de Justicia, ambos procedentes de la Santa Casa (Asociaci¨®n Cat¨®lica Nacional de Propagandistas).
?Qui¨¦n lleva la raz¨®n? A mi modesto entender, ninguno y... ambos a la vez. Y me explico. Tanto Aranguren como Patino parten, como por inercia, del presupuesto de una Iglesia monol¨ªtica, cuya jerarqu¨ªa forma un conjunto sinf¨®nico y que tiene un influjo decisivo y cuasi m¨¢gico en el pueblo fiel. Pero hoy, doce a?os despu¨¦s del fin del Concilio Vaticano II, la estructura de la Iglesia es muy diferente. Existe una Conferencia Episcopal, algo parecida a un parlamento democr¨¢tico: con su derecha, su centro y su izquierda. Adem¨¢s, la influencia de la jerarqu¨ªa en los fieles es muy relativa, como contradictoriamente lo reconoce el propio Aranguren, cuando afirma que ?de todos modos, tales electores se habr¨ªan tomado por s¨ª mismos tal libertad, como se toman la de usar medios anticonceptivos; entre la izquierda, lo menos que hay que decir es que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica tiene muy poco prestigio?.
Yo creo que no se trata de que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica haya perdido prestigio (aunque esto es tambi¨¦n muy cierto), sino de que la base eclesial est¨¢ superando r¨¢pidamente el complejo ed¨ªpico de amor-odio frente al Papa, los obispos y los curas, reduciendo su actitud a una postura relativizadora, como aparece en los documentos de las primeras comunidades cristianas, sobre todo en el Nuevo Testamento.
Por otra parte, no creo mucho en el taranconismo. La actitud del presidente de la Conferencia Episcopal ha sido de ruptura con la que tradicionalmente hab¨ªa seguido la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica. Me consta que en el Vaticano no estaban contentos con esta postura, ya que all¨ª se volv¨ªa a pensar en un partido cat¨®lico a imagen y semejanza de la DC italiana. Tambi¨¦n me consta de los cabildeos de pasillos, llevados a cabo por algunos obispos y altos dignatarios de la Iglesia espa?ola con los que, procedentes de la Santa Casa, o forman parte del actual Gobierno o por lo menos siguen teniendo relevancia en el espacio mayoritario del actual poder.
En todo caso, estoy de acuerdo con Patino y Aranguren en una cosa: en el riesgo constante de un enfeudamiento de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica en la maquinaria del poder, que, hoy por hoy, se llama ?Centro?. Pero, sin embargo, actualmente dentro de la Iglesia hay muchos m¨¢s espacios de libertad, desde donde ejercer con cierta eficacia esa denuncia prof¨¦tica, que propugna Aranguren, y que, en principio, tambi¨¦n defiende Patino.
Porque, si no fuera as¨ª, ?c¨®mo Podr¨ªa hablar yo mismo con plena sinceridad, sin que mi emplazamiento de hombre de Iglesia sufra ning¨²n cambio substancial?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.