Una tragedia andina
De Miguel Littin, conocido auto de Acias de Marusia y profeta del nuevo cine chileno, nos llega ahora su primer largometraje. En ¨¦l se narra la peripecia humana de un personaje emparentado en cierto modo con el protagonista de La familia de Pascual Duane, una historia de cr¨ªmenes gratuitos y absurdos que acabar¨¢n si no a manos del verdugo, ante el pelot¨®n de ejecuci¨®n. Analizada desde el punto de vista social y humano. el filme la convierte en historia-documento acerca de las relaciones del hombre con sus semejantes, en este caso dentro de las sociedades a¨²n vigentes con caracteres de puro feudalismo.Cargando el acento en Ia b¨²squeda de un arte popular, pero al tiempo intentando realizar un cine, en su momento moderno, el atutor lleva adelante su relato que, si en la primera parte puede pecar de moroso en ocasiones tras el crimen y la captura del criminal, adquiere inter¨¦s especial. Vienen entonces sus secuencias mejores: la vida en la prisi¨®n, la amistad con los dem¨¢s reclusos, la cara menos amarga de la vida, de un mundo que, sin embargo, cuando ya est¨¢ a punto de interarse, le rechaza brutalmente, poniendo en marcha todo el tinglado siniestro de su sistema judicial. capaz de borrar, de echar por tierra ante el pelot¨®n de ejecuci¨®n, todo cuanto de positivo hab¨ªa creado en el presunto reo.
El chacal de Nahuertoro
Gui¨®n y direcci¨®n: Migue Littin. Fotograf¨ªa: H¨¦ctor R¨ªos. Montaje: Pedro Chaskel. M¨²sica: Sergio Ortega. Int¨¦rpretes: Nelson Villagra, Shenda Roman, Luis Melo. Chile. 1969. Dram¨¢tico. Local de estreno: Duplex 2.
La secuencia de los preparativos para la muerte, el an¨¢lisis de todos cuantos de un modo u otro participar¨¢n en ella, las reacciones de los antiguos compa?eros, la intervenci¨®n de la prensa y la voz apasionada del pueblo, a pesar de haberse visto ya otras muchas veces, cobran relieve inusitado aqu¨ª por su valor aut¨¦ntico, como si aparecieran en la pantalla por vez primera. Deigual modo es digna de elogio la interpretaci¨®n de Nelson Villagra, muy en la l¨ªnea de la m¨¢s reciente de Michel Galabr¨², con cuyo personaje posterior en El juez y el asesino tiene notoria afinidad este chacal del otro lado del oc¨¦ano.
La sobriedad en la exposici¨®n de los hechos salva a este filme de los riesgos del melodrama, al tiempo que le rodea de una belleza formal inmune, como puede comprobarse al paso de los a?os, vigente como la denuncia que supone de un sistema moral caduco, a cuya brillantez no es ajena, por paradoja, esa velada fotograf¨ªa que parece fijar las im¨¢genes de esta tragedia andina, m¨¢s all¨¢ de toda geograf¨ªa, en la lejana noche de los sue?os.
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