A Sergio Vilar
Me env¨ªas tu ¨²ltimo libro, ?Carta abierta a la oposici¨®n?, con una dedicatoria tan expl¨ªcita, querido Sergio Vilar, me aludes en ¨¦l tan insistentemente que casi ser¨ªa una groser¨ªa no responderte. Y quiero hacerlo p¨²blicamente para que mis lectores sepan que el an¨¢lisis de la actual realidad pol¨ªtica espa?ola que haces de manera directa y coloquial, es imprescindible para quien de verdad quiera estar al tanto del apasionante momento que estamos viviendo.Yo no te conoc¨ªa, Sergio, cuando llegaste a mi casa, har¨¢ quiz¨¢ diez a?os -es horrible mi escasa memoria cronol¨®gica-, con un magnetof¨®n bajo el brazo. Preparabas tu libro ?La oposici¨®n a la dictadura? y quer¨ªas entrevistarme. Ten¨ªas menos rigor mental que hoy y mucha menos madurez pol¨ªtica. A tu edad, diez a?os son muchos a?os y no pasan en balde para quien es inteligente y sabe aprovecharlos. Eran perceptibles en ti ciertas fobias, casi obsesivas, que iban acompa?adas, dichosamente, de gran lucidez. Me fuiste simp¨¢tico quiz¨¢ porque no pretend¨ªas serlo y ten¨ªas una cierta torpeza. Charlamos varias veces, fuimos a los toros, como t¨² dices, y comimos spaguetti, y aunque nos tratamos poco e intermitentemente, siempre fue con afecto y respeto mutuo. No eras todav¨ªa miembro del PC. Debo apresurarme a decirte, para ser justo, que tu militancia y tu exilio ayudaron, muy favorablemente, a tu espl¨¦ndida maduraci¨®n intelectual.
Desde Par¨ªs me fuiste escribiendo algunas cartas, las precisas para que no perdi¨¦ramos el contacto y para que supiera de ti, de tus proyectos y de tus realidades, y me mandabas tambi¨¦n todo lo que ibas publicando. Yo contestaba, quiz¨¢ poco generosamente, pero contestaba, tus misivas calientes de amistad, prietas de amor a nuestro maltratado pueblo. Por fin regresaste, aunque sigues residiendo habitualmente en Par¨ªs. Pero yo no quer¨ªa hablar de ti, sino responder a las preguntas que me planteas, puesto que perentoriamente me emplazas a que as¨ª lo haga.
Dices que pedir¨¦is al Rey que me nombre ?Vigilante Supremo de la Derecha del Reino?. Yo, querido Sergio, te agradezco mucho la confianza, pero pienso que el Rey no debe nombrarme nada. Tan firmemente lo pienso que el mayor motivo de agradecimiento, entre otros muchos, que debo a don Juan Carlos es que no me haya hecho senador digitalmente. El Rey, que es muy inteligente, sabe que yo no puedo acceder a un cargo mas que por elecci¨®n popular y que yo no podr¨ªa sentarme en las Cortes sino por el voto ciudadano, voto que sin duda hubiera obtenido sin la intervenci¨®n y el veto del Gobierno de Su Majestad, con la complicidad de alguno que ya ha cobrado ahora sus dracmas o denarlos. Ser mon¨¢rquico de verdad, Sergio, y ser amigo del Rey, no son dos t¨¦rminos id¨¦nticos ni mucho menos.
Adem¨¢s, t¨² ya sabes que a la derecha de los intereses no le inspiro confianza: soy independiente econ¨®micamente y no percibo ni emolumentos ni sobres, ni prebendas de ning¨²n tipo. Como decimos los catalanes, ?qui paga mana?; es l¨®gico, pues, que prefieran colocar a hombres pagados que sean sensibles a sus presiones o indicaciones. Conoces perfectamente la interrelaci¨®n entre banca y ministerios para que yo te la se?ale ahora.
En cuanto a la derecha franquista, es imposible de civilizar. Civilizaci¨®n y franquismo, querido amigo, son t¨¦rminos antag¨®nicos. El franquismo, con sus dos alas combinadas por debajo, es un club cerrado muy poderoso todav¨ªa, cuyos mandos, pol¨ªticos y econ¨®micos, no ser¨¢n m¨¢s de cuatro o 5.000 personas, pero poseen un poder extraerdinarlo. Es un clan cerrado y excluyente en el que no caben personalidades independientes no manipulables que si, para crear una imagen de cambio, son aceptadas moment¨¢neamente, ser¨¢n, con rapidez, expulsadas o eliminadas de la direcci¨®n del club. La din¨¢mica interna del franquismo es tr¨¢pica porque, pese al intento de incorporar valiosas incrustaciones, no pude salir de s¨ª mismo. El pasado liga a muchos de sus hombres con v¨ªnculos insuperables. Un pasado de represiones inconfesables y de secuestro del poder p¨²blico en favor de una minor¨ªa privilegiada, y otro pasado, m¨¢s reciente, de corrupciones administrativas y econ¨®micas de enorme volumen e importancia.
Con que, ya ves, los toros que me echas a la plaza cuando me pides que sea ?Lidiador General para que la manada de la derecha no se desmande?. No te lo reprocho. Y te agradezco las amables palabras que me dedicas en muchas p¨¢ginas del libro, y m¨¢s a¨²n las l¨ªneas llenas de respeto y simpat¨ªa que dedicas al conde de Barcelona. ?Viste la retransmisi¨®n por Radiotelevisi¨®n Espa?ola, el d¨ªa 14 del pasado mes de mayo, de su ejecuci¨®n, quiero decir de la renuncia a sus derechos? Fue escalofriante. Don Juan de Borb¨®n, aunque visiblernente emocionado, dio pruebas de una gran entereza mientras se cumpl¨ªa la sentencia de garrote vil pol¨ªtico que hab¨ªa dictado, muchos a?os antes, un tribunal compuesto por Franco, Carrero y Laureano, por la acusaci¨®n de insumisi¨®n y antifranquismo. ?Me permites que te lo diga, amigo Sergio Vilar? Mientras muchos de los amigos y colaboradores del difunto almirante seguramente contemplaban la macabra escena de la eliminaci¨®n del conde de Barcelona con una sonrisa c¨ªnica en los labios, otros ten¨ªamos en el rostro una expresi¨®n rid¨ªcula porque intent¨¢bamos contener nuestra emoci¨®n. Pasaban por nuestra memoria cuarenta a?os de esfuerzos, de calumnias, de ataques, de heridas, de traiciones que hab¨ªa sufrido una de las figuras m¨¢s nobles de la historia reciente, don Juan de Borb¨®n, por defender a la Monarqu¨ªa de la contaminaci¨®n fascista.
Adi¨®s, querido Sergio, hasta pronto. Quedan muchas preguntas pendientes de respuesta, lo s¨¦. Ya te las contestar¨¦ otro d¨ªa. Mientras tanto, sigue so?ando y organizando tus suenos, que se asemejan cada d¨ªa m¨¢s a los m¨ªos. (O los m¨ªos a los tuyos, poco importa.) All¨¢ donde est¨¦s, mi abrazo y mi amistad.
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