Rito de palabras en el Senado
O esto es aquel famoso contraste de pareceres, ?recuerdan?, o a m¨ª me lo parece. El caso es que el Senado est¨¢ constituido y trabado, como un ciempi¨¦s, por grupos mixtos e independientes, cada uno con su palabra, con su receta de polvos de la madre Celestina en porciones de quince; y cuando los senadores se poner, en fila india, uno detr¨¢s de otro, en ordenada concurrencia de criterios, dispuestos a relatarnos el doloroso s¨ªndrome de la madre patria, el recinto toma el aire de un espect¨¢culo por skets, una sucesi¨®n de diagn¨®sticos que deber¨ªan estar separados por un fragmento de Brahms.De pronto se levanta un seriador y te lleva de paseo al campo con la cosa ecol¨®gica mediante un elogio pastoril del espliego y la retama sin nada de cemento; despu¨¦s llega otro con un arduo problema de Derecho Constitucional; aparece despu¨¦s un tercero que trae amarrado en el folio un an¨¢lisis econ¨®mico o un precipitado de pol¨ªtica o un filtro de urbanismo o un remedio para la crisis energ¨¦tica o la llave de la puerta falsa del Mercado Corn¨²n. Y cuando un orador ya te ha subido en vuelo sin motor hacia los cielos de Plotino, en ese rnomento baja otro capotando y te sumerge en una cuesti¨®n de industria conservera. Y el Senado coge sucesivamente un aire de aula o de lonja de pescado, de quir¨®fano o de sociedad excursionista, seg¨²n el pr¨®cer que predique.
As¨ª fue aproximadamente la sesi¨®n de ayer. Los senadores llegaron dispuestos a coritarnos todo cuanto les duele y los ocho grupos parlamentarios vaciaron el malet¨ªn de la cirug¨ªa a la vista del p¨²blico. Sobre el gen¨¦rico moscard¨®n de los males que afligen a la Patria destac¨® la voz de tres oradores. Por la Entesa dels Catalans, con talante de pol¨ªtico vegetariano habl¨® Josep Benet, un hombre p¨¢lido y huesudo, con temblores de creyente, que se abras¨® all¨¢ arriba en la zarza ardiente de la, Generalitat. Y habl¨® como un libro prohibido, de aquellos que compr¨¢bamos en Perpi?¨¢n o en Biarritz. Lo de siempre: libertad, amnist¨ªa y estatuto de autonom¨ªa, pero lo importante era el tono de voz lacerada de este misionero catal¨¢n, los balbuceos y los tr¨¦molos de la convicci¨®n. Dijo las cosas m¨¢s verdaderas y por ello, como es l¨®gico, fue el menos aplaudido.
Justino Azc¨¢rate, por la Agrupaci¨®n Independiente, recit¨® la ep¨ªstola moral a un Fabio democr¨¢tico para que use con buenos modales el sacramento de la libertad. Con acento ultramarino y seseo venezolano enton¨® un c¨¢ntico pacifista, un tanto herbolario, seg¨²n la acreditada escuela de Giner de los R¨ªos, de modo que el hombre arranc¨® desde la escuela de p¨¢rvulos y termin¨® reclamando el Guernica de Picasso, despu¨¦s de lanzar amorosamente el nombre de Aza?a en medio de la clientela, que vino a caer justamente al lado de Fern¨¢ndez Miranda.
Y en seguida, el senador Iglesias Corral, un mixto galaico, que sube y se embala recitando un Grande es Dios en el Sina¨ª de la crisis pesquera, toda una perorata de conservas en aceite y autonom¨ªas. Con ademanes de tribuno antiguo y el rostro iluminado por la brasa del verbo este se?or le ha puesto al Senado el coraz¨®n en un pu?o al describirles una apocalipsis gallega, un cuadro escatol¨®gico de sardinas en escabeche y barcos fantasmas que est¨¢n varados a la espera del juicio final que se celebra en Bruselas.
El resto ha sido un insulso peloteo en medio del campo.
Mientras tanto, Xirinacs, de pie, sigue guardando la vi?a de la amnist¨ªa, aunque su actitud ya ha sido asimilada por los senadores. Puede que el cura decida ahora hacer el pino o la flor de loto. Nunca se sabe. Y as¨ª hasta conmover las entra?as del m¨¢s rudo.
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