El silenciado informe Tinbergen
Hace algunos a?os un informe al Club de Roma titulado ?Los l¨ªmites del crecimiento? plante¨® intensamente en los medios de comunicqci¨®n de masas del mundo industrializado la vieja preocupaci¨®n sobre la agotabilidad de los recursos. Sus perspectivas apocal¨ªptica¨ªs y sus fallos t¨¦cnicos contribuyeron sin duda a que pronto se le relegase tras un debate espectacular, duro y prolongado.Menos suerte ha tenido el¨²ltimo informe al Club, dirigido por el Premio N¨®bel de Econom¨ªa profesor Jan Tinbergen, sobre la reestructuraci¨®n del orden ¨ªnternacional. Y ello a pesar de haberse preparado en un per¨ªodo en el que las peticiones de los pa¨ªses subdesarrollados en torno al establecimiento de un nuevo ordenamiento de la econom¨ªa mundial han venido coloreando casi todas las conferencias internacionales. El a?o pasado se anunci¨® la aparici¨®n del informe y r¨¢pidamente se hicieron unos cuantos res¨²menes del mismo, pero fuera del c¨ªrculo de interesados y de las revistas especializadas apenas si se encendi¨® el debate.
No es dif¨ªcil aducir posibles explicaciones: el informe constituye una clara denuncia de las numerosas injusticias, desigualdades y contradicciones que promueve la actual ordenaci¨®n de la econom¨ªa mundial, en la que un grupo muy reducido de pa¨ªses y de empresas multinacionales controla en gran medida las actividades que en ella se dan cita, ya sean de car¨¢cter econ¨®mico, t¨¦cnico o militar.
A este grupo se contrapone una mayor¨ªa de pa¨ªses marginados que apenas si participan en ¨¦l resultado del proceso econ¨®mico mundial: m¨¢s de cien naciones con casi las tres cuartas partes de la humanidad pero que no disponen de m¨¢s de un 18% del producto mundial.
En este mundo dividido, Ia desigualdad en la distribuci¨®n de la riqueza y de la renta no hace sino agrandarse, el n¨²mero de analfabetos aumenta, el paro crece tanto en t¨¦rminos absolutos como relativos, la situaci¨®n alimentaria es dram¨¢tica, el endeudamiento internacional de los pa¨ªses pobres no deja de subir (con la excepci¨®n de unos cuantos exportadores de petr¨®leo), el volumen de la ayuda p¨²blica al desarrollo desciende en t¨¦rminos reales y la carrera de armamentos agota innumerables recursos humanos y financieros.
El futuro, dejado a s¨ª mismo, discurrir¨¢ por los canales del conflicto larvado que plantean naciones con poder muy desigual para lograr una nueva distribuci¨®n de los recursos disponibles. Y en este conflicto un factor importante estriba en s¨ª los pa¨ªses industrializados utilizar¨¢n su potencial econ¨®mico y tecnol¨®gico para ampliar a¨²n m¨¢s sus propios m¨¢rgenes de expansi¨®n, imponiendo a los subdesarrollados una limitaci¨®n estricta en sus necesidades de crecimiento.
Han quedado muy atr¨¢s las visiones optimistas de los a?os cincuenta y sesenta cuando se supon¨ªa que la expansi¨®n continuada en las econom¨ªas industrializadas provocaba grandes efectos impulsores para los pa¨ªses a¨²n no industriafizados. La experiencia ha sido diferente y, en la opini¨®n de los autores del informe, concluyente: un futuro digno para todos s¨®lo puede alcanzarse tras una dr¨¢stica reestructuraci¨®n del orden internacional.
Quiz¨¢ sea tal conclusi¨®n la que, en alguna medida, ha inducido a que el informe se haya recibido con escasa alharaca: aducir que el crecimiento de los pa¨ªs es subdesarrollados va vinculado a una reducci¨®n o, por lo menos, a una reorientaci¨®n del crecimiento y del nivel de vida de los pa¨ªses industrializados implica favorecer la politizaci¨®n de las relaciones econ¨®micas internacionales y, sobre todo, la necesidad de poner al descubierto los mecanismos generadores de desigualdad, injusticia y opresi¨®n. Sin duda, una direcci¨®n poco conveniente.
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