El Gobierno de Portugal se enfrenta a los intermediarios mayoristas
El Gobierno portugu¨¦s ha decidido fijar precios m¨¢ximos para la venta al consumidor de las frutas m¨¢s corrientes, como naranjas, melones, uvas, peras y manzanas, y limitar los m¨¢rgenes de beneficios de los intermediarios y mayoristas.
La Direcci¨®n General de Abastecimientos y Precios ha reconocido que, unos d¨ªas despu¨¦s de la entrada en vigor de los precios obligatorios, ¨¦stos no son respetados. La uva de mesa, cuyo precio oficial es de unas cuarenta pesetas el kilo, escasea o aparece a precio doble o triple. El peque?o comercio se justifica acusando a los mayoristas.Las autoridades amenazan con multas y con ventas directas al consumidor y los comerciantes de Oporto acaban de anunciar que, en tales circunstancias, no tienen m¨¢s remedio que decretar el boicot a la venta de frutas.
Para las amas de casa que asisten impotentes, pero no calladas al alza vertiginosa de los precios alimentarios, esto no es m¨¢s que un nuevo episodio de la guerra sorda, pero sin cuartel, iniciada hace a?os, por el poderoso clan de los intermediarios y distribuidores.
Con el turismo y la concentraci¨®n, sobre las playas del Sur, de centenares de miles de veraneantes nacionales y extranjeros, el comercio interno portugu¨¦s ve agravarse todas sus debilidades estructurales. Atomizado, mal equipado y servido por una red de transportes y distribuci¨®n dominada por una aut¨¦ntica mafia, cuyos poderes parecen haber crecido y multiplicado despu¨¦s del 74, es una aut¨¦ntica selva propicia a todas las guerras de guerrilla: guerra de la leche, guerra del pescado, guerra de la carne, y ahora, guerra de la fruta.
Los resultados econ¨®micos est¨¢n a la vista: el consumidor paga cada vez m¨¢s caro, sin tener nunca la seguridad de un abastecimiento regular. Los peque?os productores ven sus ingresos menguar en raz¨®n de crisis c¨ªclicas de sobreproducci¨®n, artificialmente creadas.
Pero no es ¨²nicamente el af¨¢n de lucro lo que dicta la conducta de los ?tiburones? del comercio y de la distribuci¨®n. El descontento de los consumidores y productores produce abundantes dividendos pol¨ªticos. Es, sin duda, el argumento m¨¢s contundente de todos aquellos que atacan al Gobierno por incapaz y demag¨®gico. Ya se habla inclusive de corrupci¨®n.
El Gobierno, consciente del peligro de la situaci¨®n, intenta evitar que los sindicatos, por un lado, y los gremios, por el otro, capitalicen a favor de las oposiciones de izquierda y derecha, respectivamente, el descalabro del comercio interno. Trata de estimular las cooperativas de productores y consumidores e intenta echar mano de una de las estructuras heredadas del r¨¦gimen corporativo: las juntas nacionales (de la fruta, de los productores pecuarios, del vino, etc¨¦tera), organismos creados por Salazar para regular y controlar el mercado,
Pero, de facto, estos organismos, lejos de trabar la actividad de los intermediarios, hace decenas de a?os que se han convertido en poderosos instrumentos de los mismos. Antonio Barreto, en la toma de posesi¨®n de los nuevos presidentes de la Junta Nacional de Frutas, ha prometido medidas dr¨¢sticas para acabar con los par¨¢sitos, moralizar al sector y potenciar la venta directa.
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