Los disfraces del antivasquismo
Consejero general de Navarra, Presidente del Consejo Nacional del PNVResulta curioso comprobar con qu¨¦ vigor han planteado sus reivindicaciones foralistas los enemigos del nacionalismo vasco, invocando f¨®rmulas auton¨®micas a nivel exclusivo de cada regi¨®n hist¨®rica de Alava, Guip¨²zcoa, Navarra y Vizcaya, cada vez que el nacionalismo vasco dejaba o¨ªr su voz en demanda de la autonom¨ªa para todo el pueblo vasco. Para ello empleaban como argumento ¨²nico y definitivo que durante varios siglos los vascos hemos llevado una historia separada, y as¨ª deber¨ªan seguir las cosas. Su argumentaci¨®n tiene la ventaja de halagar el sentimiento de la identidad regional de cada vasco, y ha sido particularmente eficaz en Navarra.
Tras el letargo de su furor foralista durante cuarenta a?os, los agentes, conscientes o inconscientes, del centralismo, en los ¨²ltimos a?os del franquismo empezaron a ofrecer el se?uelo de viejos reinos y se?or¨ªos, de provincialismos insolidarios, como ant¨ªdoto de una conciencia nacional vasca que resurg¨ªa fortalecida, superando cuarenta a?os de represi¨®n especialmente concebida contra el sentimiento nacional vasco.
Parece ser que en Vizcaya y Guip¨²zcoa y, en alguna medida, en Alava el intento de los foralistas-provincialistas ha remitido ¨²ltimamente, rindi¨¦ndose a la evidencia de que all¨ª sus planteamientos est¨¢n definitivamente superados. Esperemos que ninguno de ellos pretenda ahora hacer de caballo de Troya, debilitando los planteamientos auton¨®micos desde adentro. En Navarra, por desgracia, el problema subsiste, agravado. Aunque las fuerzas partidarias de una autonom¨ªa de Navarra en solidaridad con los restantes vascos representen la mayor¨ªa de los votos navarros en las ¨²ltimas elecciones, el fraccionamiento de dichas fuerzas y las leyes electorales, han permitido una mayor¨ªa parlamentaria navarra de los hombres de Su¨¢rez, que adoptan hoy una actitud m¨¢s agresiva que nunca contra todo planteamiento solidario vasco, ofreciendo una vez m¨¢s, como alternativa, un foralismo navarro, alejado de cualquier lazo con el resto de la comunidad vasca.
La historia y sus interpretaciones
En opini¨®n de estos enemigos de Euskadi, los siglos de la historia en que los vascos de los diferentes territorios hemos vivido con nuestras respectivas y diferenciadas instituciones pol¨ªticas, constituyen un precedente inexorable que marca para siempre los rumbos separados que habremos de seguir los navarros, alaveses, guipuzcoanos y vizca¨ªnos.
Es curioso comprobar c¨®mo interpretan la historia estos ilustres paisanos. Cuando se refieren a la fecha de la conquista de Navarra y a la derrota de 1839, resaltan los pactos de Navarra en tales fechas, que determinaron su incorporaci¨®n a la cor6na de Castilla, y su unidad constitucional en el Estado espa?ol. Como si realmente hubieran sido pactos realizados por los navarros, libre y gozosamente, y no hechos de fuerza, aut¨¦nticas irregularidades hist¨®ricas, derivadas de nuestras derrotas militares. El espa?olismo centr¨ªpeto desfigura aqu¨ª la historia.
En cambio, estos ex¨¦getas de nuestro pasado parecen detener el reloj de la historia a mediados del siglo XIV, ignorando que dicho siglo, el siglo que alumbra el mism¨ªsimo concepto de la naci¨®n, sea l¨®gicamente el que produzca la idea nacional vasca, que surge as¨ª en un momento explicable, por una doble raz¨®n: primero, porque es el momento de las nacionalidades; y segundo, porque los vascos est¨¢n reflexionando sobre la profunda crisis de sus instituciones hist¨®ricas, que sirvieron hasta entonces para sus formas de vida y que acaban de serles arrebatadas por la fuerza.
La historia no comienza y se detiene a capricho. Los vascos hundimos nuestras ra¨ªces comunes mucho m¨¢s all¨¢ del siglo XIII, cuando se produce la principal separaci¨®n de los vascos, y es innegable que los ¨²ltimos cien a?os constituyen un precedente fundamental de dicha historia, que evidencia un progreso arrollador de nuestra conciencia nacional. Hay m¨¢s: en todos los aspectos de la vida hay per¨ªodos, a veces breves, que resultan m¨¢s determinantes que otras largas trayectorias hist¨®ricas. Y si el avance tecnol¨®gico ha sido mayor en veinte a?os que en el resto de la historia, si el renacimiento cambi¨® muchos siglos de tradici¨®n cultural, si el episodio de la revoluci¨®n francesa dio un giro a tantos conceptos hist¨®ricos generados a lo largo de siglos, as¨ª los ¨²ltimos cien a?os representan para el pueblo vasco un per¨ªodo hist¨®rico fundamental, que no puede ignorarse, acentuando interesadamente otras evocaciones del pasado para perpetuar la divisi¨®n de los vascos; evocaciones que, eso s¨ª, respetan, como cosa normal, las irregularidades hist¨®ricas que nos han conducido a la unidad constitucional espa?ola.
Fueros s¨ª, estatutos no
As¨ª gritaban los enemigos del nacionalismo hace cuarenta a?os. As¨ª lograron demorar la resoluci¨®n del problema auton¨®mico, sin brindarnos otras soluciones en estos ¨²ltimos lustros.
Autonom¨ªa para Euskadi, no; restituci¨®n foral por separado para cada territorio hist¨®rico, s¨ª, nos dicen hoy. Y nos quedamos con la preocupaci¨®n de que una vez rechazada una autonom¨ªa compartida con los restantes vascos, nos pudiera pasar lo mismo que hace cuarenta a?os, cuando los enemigos del nacionalismo vasco nos torpedearon los estatutos sin traernos nada a cambio, haciendo, eso s¨ª, triunfar su alzamiento.
Pero tal pol¨¦mica resulta realmente lamentable, porque el nacionalismo vasco, en particular su representante m¨¢s genuino, el Partido Nacionalista Vasco, no plantea procedimientos ni objetivos que est¨¦n re?idos con la reintegraci¨®n foral que ellos, aparentemente, propugnan en estos momentos. Para el Partido Nacionalista Vasco, Navarra como cada territorio hist¨®rico vasco, debe recuperar las cotas de poder foral que en su d¨ªa le fueron arrebatadas por la fuerza. Con base en las mismas desde su propio ser pol¨ªtico, desde su propia soberan¨ªa, Navarra, Alava, Guip¨²zcoa y Vizcaya establecer¨ªan v¨ªnculos confederativos, que no implican subordinaci¨®n mutua, y que, incluso podr¨ªan ser susceptibles de rescisi¨®n voluntaria si la confederaci¨®n no marchara a gusto de todos. Nuestros enemigos dicen que esto, tampoco, ya que no admiten justificaci¨®n alguna para que Navarra establezca lazos con el resto del pa¨ªs... S¨®lo los directos con Madrid, que, por lo visto, jam¨¢s han mermado personalidad y autonom¨ªas...
La confederaci¨®n, v¨ªa conciliadora
Es evidente que pretender establecer una separaci¨®n absoluta entre Navarra y el resto del Pa¨ªs Vasco, significa apuntar a una soluci¨®n intransigente que sumir¨ªa, en el caso de prevalecer, en la m¨¢s peligrosa de las frustraciones a esa masa creciente de navarros que han recobrado su conciencia de pertenencia a la comunidad vasca y est¨¢ dispuesta a luchar por un marco pol¨ªtico consecuente. Como podr¨ªa resultar igualmente frustrante para los que sustentan las tesis contrarias, una constituci¨®n pol¨ªtica para Euskadi, rabiosamente unitaria, en el momento hist¨®rico actual. Un pueblo que, guste o no guste, se enfrenta con esta situaci¨®n necesita encontrar una v¨ªa conciliadora. Lo contrario es conducir a Navarra a una confrontaci¨®n desastrosa e irremediable.
Navarra, si todos nos ponemos de acuerdo en el procedimiento, al igual que las restantes regiones vascas, puede renegociar con el Estado la devoluci¨®n de su autonom¨ªa foral. Desde este poder pol¨ªtico recuperado por v¨ªa pactada realmente (no como esos otros pactos-mito que nos han conducido a la situaci¨®n actual), es perfectamente posible establecer v¨ªnculos confederativos, cuya intensidad podr¨¢n discutir quienes no sienten, por la raz¨®n que sea, la fibra vasca, pero no rechazar de plano.
Rechazar de plano esta v¨ªa, es plantear nuestro futuro a una sola carta, dependiente de los resultados de un plebiscito frustrante, que las generaciones j¨®venes se encargaron de replantear seg¨²n les haya ido en el juego... No admitir que puedan institucionalizarse pol¨ªticamente, en v¨ªa confederativa, las relaciones de Navarra con el resto del Pa¨ªs Vasco, salvada la personalidad y autonom¨ªa propia de cada uno, es puro antivasquismo.
Porque no podemos juzgar de otra manera a quienes han ensalzado en tantas ocasiones el pacto-ley que arrebat¨® a Navarra su condici¨®n soberana de reino y hoy se oponen a que un distrito universitario u otras entidades administrativas tengan su capitalidad en Pamplona, mientras han aceptado impert¨¦rritos nuestra dependencia de la Universidad de Zaragoza o de la Capitan¨ªa General de Burgos.
Una cosa est¨¢ clara: si todos nosotros estuvi¨¦ramos de acuerdo en el empe?o, y Madrid aceptara el juego, ser¨ªa perfectamente posible potenciar la personalidad y autonom¨ªa de Navarra, mantener el procedimiento de pactar previamente con el Estado nuestra recuperaci¨®n foral, establecer sobre esta base una confederaci¨®n vasca y asentar su capitalidad en Pamplona, que dio nombre a nuestro viejo reino.
Nuestra propia divisi¨®n ser¨¢ la que permita a las autoridades del Estado jugar con ofertas auton¨®micas insuficientes o carentes de bilateralidad, que podr¨¢n ser aceptadas en un momento dado por puro pragmatismo pol¨ªtico, sin que, al menos el Partido Nacionalista Vasco, renuncie a sus objetivos hist¨®ricos que siempre pasar¨¢n por recuperar para todos los vascos, como m¨ªnimo, las cotas de libertad que les fueron arrebatadas a partir de 1939. Claro que esta aspiraci¨®n no creo que pueda ser compartida por algunos de nuestros parlamentarios. Cuando el senador Del Burgo citaba el otro d¨ªa una frase de Leizaola extra¨ªda de no s¨¦ qu¨¦ contexto, para combatir la idea de Euskadi, yo recordaba las siguientes palabras textuales de pr¨®logo de la obra de Del Burgo Ciento veinticinco a?os de vigencia del pacto ley de agosto de 1841:
?La violaci¨®n del pacto-ley de 1841 no se dar¨¢ ni por los navarros ni por el Gobierno de Madrid. Los navarros, porque se conforman con esta singularidad administrativa, vestigio de su antiguo y glorioso reino...?
Triste final para la defensa de nuestra identidad navarra, si todos nos conform¨¢ramos con tan poco.
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