Novela superhist¨®rica con personaje de ultratumba
La historia ha invadido la narrativa de Carlos Rojas de modo creciente, lo cual es fen¨®meno no demasiado raro en los novelistas a una cierta altura de su carrera y no ser¨ªa dif¨ªcil hallar ejemplos para que el caso de Rojas no quedase sin compa?¨ªa. Las f¨®rmulas para lograr esta hibridaci¨®n suelen variar y ser personales, y la de Carlos Rojas estriba en tomar un personaje hist¨®rico -¨²ltimamente, siempre contempor¨¢neo, como Aza?a o Hitler, que han sido los ejes de sus novelas anteriores-, datos y documentaci¨®n hist¨®rica y narrarlos mediante procedimientos novelescos en rasgos de descripci¨®n, expresi¨®n, estilo y en la porci¨®n conjetural que dentro de la falsilla, cabe dentro de la mirada omnisciente del novelista.No resulta dif¨ªcil pensar que explorada a trav¨¦s de la figura de Aza?a la guerra espa?ola, de la de Hitler el fascismo in genere, Carlos Rojas haya querido cerrar el tri¨¢ngulo con la personificaci¨®n duplice de los que representan en la misma ¨¦poca la contradicci¨®n humana, dial¨¦ctica, vital de Stalin y Trostsky, tan complementarios para la contemplaci¨®n del comunismo hist¨®rico contempor¨¢neo. Dentro del campo, no ya conjetural, sino de la ficci¨®n, el autor presenta su novela a trav¨¦s de otro personaje hist¨®rico, Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, como si su vida, en lugar de terminar en 1936 con su ejecuci¨®n en Alicante, se hubiese prolongado para ser interlocutor de Stalin en una serie de conversaciones en que el dictador sovi¨¦tico se explaya, y posteriormente pasara en M¨¦xico a?os de senectud casi sobre los lugares en que se desenvolvieron los ¨²ltimos a?os de Trostky, hasta su asesinato por el espa?ol Mercader.
Memorias in¨¦ditas de J
A. Primo de Rivera. Carlos Rojas. Editorial Planeta. Barcelona, 1977.
As¨ª puede titularse su novela hist¨®rica, o superhist¨®rica, Memorias in¨¦ditas de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera (ganadora por cierto, del Premio Ateneo de Sevilla 1977, porque la narraci¨®n superhist¨®rica ha dado a Rojas dos premios en tres t¨ªtulos) y en ella hemos de distinguir su forma, su fondo hist¨®rico y su construcci¨®n y el cimiento que la sostiene. Este no es otro que el artificio de usar al fundador de la Falange como personaje, en lo cual no s¨®lo sigue la ucronia que ha determinado algunas novelas recientes, sino que, se apoya en el rumor que vivi¨® durante dos a?os en no poco trecho de la zona nacional, de que no hab¨ªa muerto, que la ejecuci¨®n hab¨ªa sido simulada y hab¨ªa sido trasladado a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, rumor que comparti¨® con verosimilitud el propio Franco en Salamanca. La construcci¨®n de la novela de Rojas no carece, pues, de alg¨²n fundamento hist¨®rico, pero se nos antoja artificiosa y arriesgada porque destruye, salvo en el car¨¢cter de presencia en donde s¨®lo un rumor hist¨®rico le puso, el car¨¢cter hist¨®rico real que en el resto de la obra, que est¨¢ basada en la buena documentaci¨®n hist¨®rica del autor, y de acuerdo con la cual Trotsky resulta el m¨¢s arraigado, Stalin m¨¢s problem¨¢tico y Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, un ser fantasmal sin asidero en lo que hab¨ªa sido su vida. Claro es que comparece en calidad de sombra atormentada, de muerto civil o ser ya de ultramundo como si fuese fantasma que agita los soliloquios de Stalin con la excitaci¨®n de su presencia (en la novela el ¨²nico fascista ?vivo? que lleg¨® a contemplar), o aparece sobre los lugares en que vivi¨® Trotsky al final de su vida, rumiando sus recuerdos -como Stalin- y su desquite.
Pero hay que decir que esta hip¨®tesis fantasmal se halla colocada con la soltura que Rojas posee dominando sus dos soportes, el fondo hist¨®rico, que sabe y maneja bien para intentar el vuelo superhist¨®rico y del que conoce su dramatismo intr¨ªnseco y su atracci¨®n sobre la atenci¨®n general, y por otra parte su seguridad en darle forma literaria mediante su estilo expresivo, que ha llegado a ser delgado, flexible, para dar un plano de humanidad al manejo de sus recursos y bases hist¨®ricas gracias a la posesi¨®n del arte de novelar. Por otra parte, la calidad narrativa no pierde pie al ser basada en todo el material intelectual del ensayismo hist¨®rico, porque el novelista atiende siempre a preservar, indemne, exento, el car¨¢cter humano de sus personajes hist¨®ricos y, a la vez, entes de ficci¨®n. La excepci¨®n es Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, sobre quien, consciente o Inconscientemente, arroja solo una luz fantasmal, de ultratumba. Pensamos si en lugar de Memorias in¨¦ditas no se les hubiese podido titular Memorias de ultratumba, pero, claro, el t¨ªtulo ya se te hab¨ªa ocurrido mucho antes al se?or de Chateaubriand y hab¨ªa quedado inservible. Un libro interesante, por supuesto, como lo son los de Carlos Rojas, escritor narrativo intelectual si los hay.
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