Vicente Ripoll¨¦s, un precursor olvidado
Un breve y excelente art¨ªculo, publicado en Las Provincias por Francisco de P. Garc¨ªa Sabater, sobre Vicente Ripoll¨¦s, me incita a recordar -sin necesidad de centenario redondo- la figura de uno de los notables de nuestra musicolog¨ªa, tan estimado por su maestro Felipe Pedrell. Cuando quien inici¨®, en un sobrehumano esfuerzo personal, el renacimiento espa?ol contempor¨¢neo se lanza a la tarea de redescubrir la m¨²sica de Victoria a sus compatriotas, desde una monumental edici¨®n impresa, ?c¨®mo no?, en el extranjero, encuentra escaso eco en la Espa?a finisecular y zarzuelera. ?S¨®lo a usted -escribe Pedrell a Ripoll¨¦s en- diciembre del 97- en toda Espa?a le ha llamado la atenci¨®n el estudio de Victoria. ?Qu¨¦ alientos para emprender la publicaci¨®n de sus obras! ?No le parece??Sin embargo, el mismo Ripoll¨¦s afirma, en 1924 (Bolet¨ªn de la Sociedad Castellonense de Cultura, tomo quinto, tercer cuaderno) que Pedrell se enga?aba o, al menos, exageraba en este asunto. ?Aparte la semilla por ¨¦l esparcida en Catalu?a -escribe- que ya, por entonces, hab¨ªa granado espl¨¦ndidamente en Millet y su Orfe¨® Catal¨¢, en la Capilla San Felipe Neri, en la de San Pedro, regida por M¨¢s y Serracant, obra suya directa era tambi¨¦n la Capilla de Manacor y como hijos espirituales suyos en el arte sagrado pod¨ªan considerarse los esp¨ªritus selectos de Vicente Goicoechea. Francisco P¨¦rez de Vi?aspre, Luis Villalba, Federico Olmedo, Juan Bautista Guzm¨¢n, Jos¨¦ Mar¨ªa Ubeda, Jos¨¦ Alfonso, Miguel Ru¨¦ y otros ahora no recordados. Seguramente que todos ellos sufrieron m¨¢s o menos intensamente el contagio del lirismo pedrelliano; lo que ocurri¨® fue que, por ser yo el m¨¢s joven, impetuoso e inexperto, me adelant¨¦ a comunicar al maestro, para consuelo suyo y expansi¨®n leg¨ªtima de mis entusiasmos, los sentimientos que tan maravillosamente hab¨ªa hecho brotar en mi alma.?
Es importante la alusi¨®n a las relaciones Pedrell-Ripoll¨¦s en torno a Victoria, ya que, desde el primer momento, el m¨²sico castellonense fue devoto auxiliar y colaborador de su maestro tortos¨ª. As¨ª informa puntualmente de las ediciones victorianas que conoc¨ªa o de los fondos por ¨¦l hallados, en cualquiera de los centros religiosos en que sirvi¨®, de obras del gran abulense. Por otra parte, Ripoll¨¦s hizo interpretar bajo su direcci¨®n lo mejor de la polifon¨ªa de Victoria del mismo modo que abord¨® y estudi¨®, en profundidad inhabitual para la fecha, los ?madrigales? de Francisco Guerrero. Todo ello en su doble condici¨®n de m¨²sico y sacerdote, pues, como indica Garc¨ªa Sabater, supo alternar ?su carrera eclesi¨¢stica con el culto al arte musical, la eterna armon¨ªa desonidos que se conjuga en el proceso r¨ªtmico del tiempo?.
El XVIII en Valencia
Si el nombre de Vicente Ripoll¨¦s est¨¢ hoy olvidado, lo que no es raro en nuestra amn¨¦sica Espa?a, mantiene vigencia una de sus m¨¢s interesantes aportaciones: el estudio hist¨®rico y musicol¨®gico y la transcripci¨®n de obras originales de Rabassa, Pradas. Fuentes y Francese Morera. incluido en eI volurnen sobre El villancico y la cantata del siglo XVIII en Valencia. Este g¨¦nero de ?cantatas?. cap¨ªtulo significativo de la historia musical espa?ola, suele ser objeto de interpretaci¨®n frecuente, siempre a partir del trabajo realizado por Ripoll¨¦s. En el orden informativo y desde su sentimiento afectivo hacia la tierra que le vio nacer, Ripoll¨¦s public¨® una obra, M¨²sicos castellonenses, en la que da noticia de casi noventa autores de los siglos XVII al XX, investigaci¨®n que obtuvo en 1935 el premio en los ?Jocs Florals? organizados por ?Lo Rat Penat?. Como miembro de la Sociedad Internacional de Musicolog¨ªa congresos de musica sagrada (Madrid, Barcelona, Colonia), o en el celebrado en la capital catalana el a?o 1936, dedicado a materias tan amplias como generalizadas. S¨®lo las dos obras aludidas, muy particularmente, la que redescubri¨® autores como Pradas y Rabassa, capaces de definir y enriquecer los perfiles de nuestro barroco musical, bastar¨ªan para conceder a Ripoll¨¦s un puesto de honor en la musicolog¨ªa espa?ola, como ya antes se lo hab¨ªa concedido Henri Collet y despu¨¦s Jean Aubry en sus estudios sobre la'm¨²sica de Espa?a.
Esquema de una vida
Ripoll¨¦s nace en Castell¨®n, en noviembre de 1867 y muere en 1943. Fue su primer maestro el director de la Escolan¨ªa de la Parroquia de Santa Mar¨ªa don Francisco Pach¨¦s. Como Pedrell y tantos otros nuestro m¨²sico fue ni?o de coro, ?escol¨¢?, y entr¨® en contacto con la m¨²sica religiosa al tiempo que se adentraba por los caminos del solfeo y aprend¨ªa a ta?er el viol¨ªn. Cuando se traslada a Tortosa, a fin de seguir la carrera eclesi¨¢stica, trabaja la armon¨ªa y la composici¨®n con don Roque Domingo, formaci¨®n que ampliar¨¢ en Valencia con un profesor y compositor, si no olvidado, no exactamente estimado: Salvador Giner, autor de poemas sinf¨®nicos cuando Strauss no hab¨ªa iniciado lacreaci¨®n de los suyos. Em 1893 ocupa el puesto de maestro de capilla en Tortosa y.dos a?os despu¨¦s pasa al Colegio del Corpues Christi valenciano con el mismo cargo. El a?o 1902 tendr¨ªa singular relieve en la carrera de Ripoll¨¦s y P¨¦rez, pues asiste en Madrid a los cursos de estudios superiores dictados en el Ateneo por Felipe Pedrell. De la experiencia saldr¨ªa notablemente enriquecido y clarambnte orientado el m¨²sico castellonense, antes de su marcha a Sevilla para ocuparse de la capilla en la Iglesia Patriarcal. La vuelta a su pa¨ªs, el reino de Valencia, data de 1909, cuando ejerce magisterio coral y te¨®rico en el seminario en el que cre¨® la Schola Cantorum, que habr¨ªa de conquistar un notable prestigio. En Valencia, llevado quiz¨¢ de su esp¨ªritu efusivamente rom¨¢ntico, hace escuchar las grandes obras religiosas de Schumann y Liszt, sin por ello abandonar ?a atenci¨®n a lo que siempre fue su materia dilecta: nuestra polifon¨ªa.
Al lado de su tarea Como compositor, mantuvo siempre -y en primer plano- su inquietud investigadora, historiogr¨¢fica y cr¨ªtica. No s¨¦ si existe alg¨²n cat¨¢logo completo de los trabajos de Ripoll¨¦s en edici¨®n local o en alg¨²na publicaci¨®n especializada de las ?inencontrables?. De no ser as¨ª, merecer¨ªa la pena intentarlo y en cualquier caso falta la divulgaci¨®n de una tarea consistente y digna de admiraci¨®n y respeto: el que se merece Vicente Ripoll¨¦s, uno de los ilustres precursores de la actual musicolog¨ªa.
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