La tercera edad, una cruel margaci¨®n social
Cinco meses despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones, en que la problem¨¢tica de la tercera edad ocup¨® un importante lugar en los programas de los partidos pol¨ªticos, se ha hecho el silencio en torno a esta palabra. Para Amando Roca, presidente de la Asociaci¨®n de la Tercera Edad, todo se explica en funci¨®n de la situaci¨®n de desamparo en que viven los ancianos, a pesar de constituir una importante cifra de personas. ?La Administraci¨®n nos maltrata, creo que en crueldad podr¨ªan dar clases al mism¨ªsimo Herodes, y esto es as¨ª porque precisamente los organismos que deber¨ªan defendernos no cuentan con personas de nuestra edad al frente.? Desde la Seguridad Social al Ministerio de Trabaj¨® todo son buenas palabras, y ning¨²n hecho que consignar. ?Somos para la sociedad un mero objeto, y ahora, con la subida de precios, estamos condenados a¨²n m¨¢s al hambre. Ya ni siquiera se puede comprar esa ?carne para el perro? que muchos viejecitos avergonzados ped¨ªan en el mercado para comerla ellos mismos. Ya ni verduras ni frutas, en el pa¨ªs m¨¢s agr¨ªcola de Europa. Y lo tremendo es que todo se queda en promesas. Todos los partidos pol¨ªticos nos apoyan, yo he hablado con representantes de Alianza Popular, del PSP, ayer mismo habl¨¦ con Felipe Gonz¨¢lez, pero nadie levanta la voz por nosotros, todo se queda en buenas palabras. Los diputados lo primero que han hecho es pedirse para ellos un aumento de sueldo. En enero se les subi¨® el sueldo casi un 300% a los sacerdotes, y nosotros seguimos cobrando pensiones de miseria. ?
Un uniforme: el paraguas
La Asociaci¨®n que preside Amando Roca empieza a extenderse por toda Espa?a. Son ya veintis¨¦is las provincias que cuentan con delegaciones, y el n¨²mero total de socios y simpatizantes alcanza el medio mill¨®n de personas El objetivo al que tienden es la creaci¨®n de un Ministerio de la Tercera Edad, integrado y dirigido por personas directamente afectadas por los problemas vitales que supone en nuestra sociedad haber superado la curva de la madurez.Siguiendo el ejemplo de otros grupos m¨¢s o menos marginales, los ancianos se organizan y est¨¢n dispuestos a tomar iniciativas lo suficientemente llamativas como para que su situaci¨®n trascienda de una vez por todas. ?De momento -comenta Amando Roca, periodista jubilado de 74 a?os- ya tenemos un uniforme: el paraguas. Como nuestra indigencia nos impide comprarnos un traje y carecemos de ning¨²n apoyo, nos hemos decidido por el paraguas, para simbolizar de alguna manera nuestra necesidad de ayuda. Adem¨¢s, como el hambre agudiza el ingenio, se puede esperar cualquier reacci¨®n por nuestra parte. No quiero adelantar nada, pero estamos dispuestos a tomar una iniciativa que puede resultar de mucho impacto.?
La falta de atenci¨®n de que es objeto una parte de la poblaci¨®n que va ganando terreno (el a?o 2000 marcar¨¢ una completa nivelaci¨®n en la curva de crecimiento de poblaci¨®n en nuestro pa¨ªs) no se corresponde muy bien con la existencia a diferentes niveles de la Administraci¨®n de personas comprendidas en esta edad. En la propia Asociaci¨®n se encuentran algunos senadores, sin que ello haya significado ninguna mejora en una situaci¨®n que se agrava paulatinamente.
?Es un problema que nos ata?e a todos, incluso los hombres y mujeres de 45 a?os se enfrentan ya con grandes dificultades a la hora de buscar empleo o de hacerse un seguro de vida. Los jubilados que no cuentan con un retiro de 15.000 pesetas como m¨ªnimo no tienen m¨¢s remedio que hacer otros trabajos, en los que son explotados de forma implacable. Aqu¨ª viene mucha gente quej¨¢ndose de los sueldos que reciben, y yo lo m¨¢s que puedo hacer es limitarme a escucharles. Por ejemplo, el cr¨¦dito que necesitamos para la peque?a ciudad que se proyecta construir en M¨¢laga en terrenos que nos han sido regalados, s¨®lo se nos conceder¨¢ una vez iniciadas las obras, porque, ?qui¨¦n puede prestar dinero para devolver en veinte a?os a personas de setenta a?os??
Las residencias, un lujo casi inservible
A pesar de la inexorable realidad de la vejez, todo da la impresi¨®n de que la sociedad no cuenta con ella. El anciano, si no a los sesenta, s¨ª a los setenta a?os, comienza a ser una carga en la familia, su imagen empieza a deteriorarse y la falta de recursos econ¨®micos le coloca en una situaci¨®n angustiosa que agudiza los signos f¨ªsicos de su declive. La etapa de calma, de bien ganado descanso despu¨¦s de una vida de trabajo que podr¨ªa significar la vejez, es hoy una perspectiva amarga, sin salida, sin sitio para la dignidad. La Asociaci¨®n de la Tercera Edad no est¨¢ en contra de las residencias de ancianos pero considera que el dinero invertido en ellas es su dinero, el de los dos millones y medio de mayores con dificultades econ¨®micas y que son ellos quienes debieran administrarlo.Los Ayuntamientos, seg¨²n Amando Roca, debieran disponer de un despacho o un local independiente para uso de los ciudadanos de la Tercera Edad, porque ellos est¨¢n directamente entroncados con el municipio, la familia en suma.
Si a un nivel te¨®rico todos estamos de acuerdo en apoyar estas reivindicaciones, en ver desaparecer de una vez las m¨ªseras pensiones de dos mil pesetas, los ancianos vendiendo chucher¨ªas en las esquinas o en los bares, lo cierto es que en la pr¨¢ctica son otras las preocupaciones inmediatas de la mayor¨ªa y de la propia Administraci¨®n. En otros pa¨ªses se ha estudiado este problema con anterioridad y se ha intentado integrar a otros niveles a la poblaci¨®n de jubilados, que en muchos casos no se resignan a convertirse en un trasto in¨²til. En Francia o Alemania las condiciones de protecci¨®n son muy diferentes a pesar de que el problema subsiste.
El utilitarismo que marca la conducta general de la sociedad moderna rechaza todo lo inservible, todo lo que plantea dificultades o no se ajusta por completo a las pautas. Lo normal es lo ¨²nico que tiene sitio en ella pero es tambi¨¦n lo m¨¢s escaso. Si se sumaran las cifras de marginales de todas clases, desde homosexuales, -enfermos siqui¨¢tricos, ni?os, minusv¨¢lidos, ancianos, presos, y se enfrentaran con las de individuos considerados ?normales?, posiblemente sorprender¨ªa verlas aproximarse cada vez m¨¢s.
La sensaci¨®n de haber sido enga?ados de nuevo se apodera de todos los jubilados que esperaban ver cambios inmediatos en una situaci¨®n que no admite demoras. ??Qu¨¦ ayuda puede suponer un anciano con dos mil pesetas mensuales en hogares donde la cifra total de ingresos no supera las 18.000 pesetas? Por el contrario, si las pensiones aumentaran, aunque en s¨ª fueran insuficientes para vivir, podr¨ªan significar una ayuda considerable para la familia, con lo que posiblemente acabar¨ªa esta situaci¨®n de angustia. Si no se hace nada en este sentido esto querr¨¢ decir que realmente nuestra sociedad agoniza.?
Amando Roca sugiere incluso la posibilidad de que las Cortes contaran con una representaci¨®n de ciudadanos de esta Tercera Edad. ?Podr¨ªan ser, por ejemplo, 25 diputados que a?adir¨ªan esa nota necesaria de madurez que dentro de poco se demostrar¨¢ imprescindible. Nosotros podemos ser los moderadores de la sociedad, actuando como papel secante, no para emborronar nada sino para dar mayor nitidez a las cosas. ?
Si la poblaci¨®n espa?ola envejece por momentos, nutriendo as¨ª las cifras de personas mayores de sesenta a?os, cabe preguntarse por qu¨¦ no se aborda por f¨ªn esta problem¨¢tica que afecta cada vez a m¨¢s personas y por qu¨¦ no se tienen en cuenta las reivindicaciones de nuestros. mayores, v¨ªctimas de la incomprensi¨®n y el olvido.
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