El honorable Tarradellas
LA DESTITUCION por el se?or Tarradellas del se?or Benet como miembro de la comisi¨®n negociadora sobre la Generalitat no es una simple an¨¦cdota pol¨ªtica. El senador Benet es el parlamentario que mayor n¨²mero de votos (m¨¢s de 1.300.000) obtuvo en las elecciones de junio de 1977 en todo el pa¨ªs; el se?or Tarradellas fue designado en 1954 para el puesto que ocupa por los miembros sobrevivientes del Parlamento catal¨¢n elegido en 1936. La raz¨®n por la que el senador ha sido destituido es la de haber expresado p¨²blicamente una opini¨®n acerca de la mala marcha de las negociaciones para el restablecimiento de la Generalitat provisional; opini¨®n que -creemos- se acerca m¨¢s a la simple constataci¨®n de un hecho que a su enjuiciamiento.En repetidas ocasiones hemos se?alado el protagonismo -a nuestro juicio injustificado- asumido por el se?or Tarradellas en la pol¨ªtica catalana, y aceptado, al menos de labios para afuera, por los partidos y organizaciones, aun a costa de resignar en una personalidad err¨¢tica e imprevisible -a caballo entre el estilo gaullista y las ma?as peronistas- la direcci¨®n de su propia estrategia. El viraje dado por el se?or Tarradellas el pasado mes de junio, interrumpiendo su prolongado exilio para abrazarse en Madrid con el se?or Mart¨ªn Villa y proclamarlo su amigo, y su evidente connivencia con el partido del Gobierno para capitalizar en provecho de la UCD y en el suyo propio la autonom¨ªa de Catalu?a, desplazando a la izquierda catalana del papel, hegem¨®nico que las urnas le hab¨ªan concedido, parec¨ªa una prueba suficiente de que los personalismos y las maniobras enturbiaban la sinceridad de los objetivos. Sin embargo, cuanto m¨¢s grave e injustificable es un error mayores son las resistencias a reconocerlo; y los parlamentarios catalanes pasaron por el aro y respaldaron, a toro pasado, las actuaciones del presidente de la Generalitat en el exilio. El ¨²ltimo paso dado por el se?or Tarradellas pone de nuevo a los parlamentarios entre la espada y la pared. No aceptar la decisi¨®n del se?or Tarradellas equivaldr¨ªa a romper la ficci¨®n, tan trabajosa y artificialmente montada y defendida, de la luna de miel entre los parlamentarios, y el exiliado de Saint-Martin-le-Beau; y hasta el doctor Frankenstein se sent¨ªa afectivamente vinculado con su monstruo. Agachar la cabeza, ratificar la expulsi¨®n del se?or Benet y elegir a otro parlamentario para sustituirlo salvar¨ªa desde luego las apariencias, pero sentar¨ªa el nefasto precedente de que los propios representantes del pueblo catal¨¢n aprobaran que un senador elegido por 1.300.000 votantes puede ser despojado de parte de sus funciones por el capricho.de quien no ha recibido su mandato de los ciudadanos que hoy viven y trabajan en Catalu?a.En resumidas cuentas, hay un primer perjudicado de todas estas maniobras, de estos enfrentamientos subterr¨¢neos que despu¨¦s se niegan a la luz del d¨ªa hasta que estallan de manera irreprimible como ahora. Y este perjudicado se llama Catalu?a, una Catalu?a democr¨¢tica y aut¨®noma, cuyos ciudadanos han votado en este sentido de manera un¨¢nime y ejemplar.
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