De Museo de la Solidaridad a Museo Internacional de la Resistencia
Si buena causa requiere buenas obras, un tanto a la zaga, me creo, le van ¨¦stas a aqu¨¦lla en el caso de la exposici¨®n que paso a comentar, aun reconocida la generosidad de los concurrentes. Buena causa, en efecto, me parece el Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende, que el pasado lunes abri¨® simult¨¢neamente sus puertas en cinco galer¨ªas madrile?as, sitas o confluyentes en ese estrat¨¦gico enclave de la calle de Claudio Coello, convertido, de un tiempo ac¨¢, en algo as¨ª como el emporio de la manifestaci¨®n del arte de cada d¨ªa. Optima causa, y obra no tan buena, ni tan bien secundada en cualidades art¨ªsticas su rebosante cantidad.El actual museo itinerante cuenta ya con casi siete a?os de historia, debi¨¦ndose buena parte de su iniciativa a unos cuantos espa?oles, compa?eros en esto del escribir y del criticar, y viniendo a dar en su situaci¨®n presente merced a contradictorias razones y motivos harto dolorosos. Fue Jos¨¦ Mar¨ªa Moreno Galv¨¢n (acompa?ado por V¨ªctor M¨¢rquez, C¨¦sar Alonso de los R¨ªos, Carlos Castilla, Mario Pedrosa.... en aquella visita a Chile que se denomin¨® Operaci¨®n Verdad), quien, en 1970, propuso al presidente Allende la creaci¨®n de un museo internacional, a t¨ªtulo de solidaridad y apoyo a su pol¨ªtica constituicionalmente revolucionaria y para disfrute cultural del pueblo chileno.
Museo de la Resistencia Salvador Allende
Galer¨ªas: Multitud, Juana Mord¨®, Rayuela, El Coleccionista y Aele.
La iniciativa no tard¨® en tomar cuerpo. En menos de dos a?os se lograron reunir cerca de novecientas obras, con favorable acogida por parte de artistas iberoamericanos, italianos, franceses, ingleses... y masiva participaci¨®n de espa?oles. Museo de la Solidaridad se llam¨® la naciente y espont¨¢nea instituci¨®n, que el d¨ªa de la inauguraci¨®n oficial (mayo de 1972) el siempre recordado Salvador Allende defini¨® como ?un acontecimiento internacional que inaugura un tipo de relaci¨®n in¨¦dita entre los creadores de la obra art¨ªstica y el p¨²blico ( ... ), noble forma de contribuci¨®n al proceso de transformaci¨®n que el pueblo de Chile ha iniciado como medio de afirmar su soberan¨ªa, movilizar sus recursos y acelerar el desarrollo material y espiritual de sus gentes?.
Homenaje y apoyo
Al poco tiempo vino el pinochetazo y con el la tragedia desp¨®ticamente impuesta a un pueblo que aspiraba s¨®lo a eso: afirmar su soberan¨ªa y promover un orden social m¨¢s equitativo. Se nos hace hoy milagroso recordar que en tan breve tiempo cobrara tal alcance y reconocimiento internacional la gesta de Allende y los mejores de sus compatriotas. El dictador Pinochet dio al traste con todo (incluidas las vidas de los mejores) y no tuvo el menor escr¨²pulo en quedarse (?para qu¨¦?) con aquel Museo de la Solidaridad que los artistas del mundo hab¨ªan colmado como homenaje y apoyo a lo que ¨¦l vino cruentarnente a desmantelar.El Museo de la Solidaridad ha pasado hoy (fuera de Chile y bajo la advocaci¨®n de Salvador Allende) a ser Museo Internacional de la Resistencia. Se han creado, en Am¨¦rica y Europa, comit¨¦s de divulgaci¨®n y ayuda (en Espa?a funcionan dos, uno en Catalu?a y otro en Madrid), al tiempo que empiezan a nacer entidades an¨¢logas en Zaragoza, Pa¨ªs Vasco ... ), y los artistas que contribuyeron con su obra a la fundaci¨®n del Museo de la Solidaridad han vuelto a contribuir (casi duplicado su n¨²mero) a este otro de la Resistencia, cuya marcha itinerante, tras mostrar algunos de sus aspectos en Francia, abri¨® sus puertas en Barcelona el pasado 16 de julio, y acaba ahora de abrirlas en Madrid.
Aliento colectivo
Esta es la buena causa, y tales la solidaridad y aliento colectivo con que aqu¨ª y fuera de aqu¨ª ha contado del lado de escultores y pintores. ?Y las obras? Reconocida y elogiada la generosidad de los artistas, masivamente concurrentes, dif¨ªcilmente puede decirse que la calidad haya corrido feliz pareja con la cantidad. Desde la consideraci¨®n propiamente est¨¦tica (y ¨¦sta es cr¨ªtica de arte) de ning¨²n modo puede pasar inadvertida o exenta de valoraci¨®n una exposici¨®n como la de nuestro caso, integrada por no menos de 150 participantes: una de las m¨¢s nutridas, en consecuencia, de cuantas entre nosotros suelen celebrarse. Dejarla en el desv¨¢n de las intenciones equivaldr¨ªa a hurtar al p¨²blico un hecho poco com¨²n.El orden alfab¨¦tico, de otro lado, con que se reparten los nombres en el cat¨¢logo y las obras en las cuatro antedichas galer¨ªas, nos trae la resonancia de artistas consagrados y menos consagrados, y la ausencia, tambi¨¦n, de otros m¨¢s j¨®venes que han probado fidedignamente sus armas en el horizonte vanguardista. Sin salir ni entrar en porqu¨¦s, se echa muy de menos entre tan nutrida concurrencia, la representaci¨®n, salvo excepci¨®n contada, del neoabstraccionismo y de la nueva figuraci¨®n.
Se me dir¨¢ que es actitud puntillosa citar generaciones y aquilatar tendencias estil¨ªsticas en el comentario de una exposici¨®n cuyas caracter¨ªsticas apuntan a otros derroteros. De acuerdo, siempre y cuando los artistas se hubieran atenido a un tema com¨²n, directamente alusivo al caso que se trata de divulgar ante la conciencia de los visitantes. Pero no es as¨ª. Cada qui¨¦n presenta una obra cualquiera, simplemente representativa de su estilo, exenta por completo de particulares referencias a la tragedia de Chile. Y las pocas que con ella se relacionan d¨¦bense a artistas que siempre han ce?ido su expresi¨®n pl¨¢stica a asuntos de denuncia, testimonio y compromiso.
Una muestra, en fin, cujada de lagunas y harto abundosa en obras de las llamadas menores, que, pese al holgado centenar de participantes, es, por fortuna, relativo exponente del arte espa?ol contempor¨¢neo. Su mismo montaje y distribuci¨®n alfab¨¦tica en las cinco galer¨ªas que han cedido desinteresadamente sus locales, tienen sus pros y sus contras: la de mayores dimensiones se ve parad¨®jicamente sobrecargada, en tanto abunda el espacio en otras de ¨¢mbito m¨¢s reducido, saliendo claramente beneficiada, aunque sea por azar, aquella a la que,- por orden de contig¨¹idad, le han correspondido la ?s? y la ?t? (Saura, Serrano, T¨¢pies, Teixidor...)
El mayor atractivo, o la nota m¨¢s coherente entre la manifestaci¨®n art¨ªstica y el ¨ªndice testimonial, para m¨ª, lo han constituido esas dram¨¢ticas labores populares que, bajo el intencionado t¨ªtulo Bordados de la vida y de la muerte, van dando noticia, con emocionada sencillez, de la triste suerte de los fusilados, encarcelados, desaparecidos, sometidos a tortura o inhumanamente reducidos a campos de concentraci¨®n. Peque?os testimonios en que la aguja, en manos de mujeres del pueblo, cose y descose un acontecer luctuoso. Mujeres del pueblo chileno que, en los llamados talleres de la arpillera, han tejido la triste historia de su pa¨ªs.
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