Entre la Vida y la muerte
Fiel a su cita de a?os anteriores, ha llegado el turno al cine sueco, viejo conocido de San Sebasti¨¢n, aunque en esta ocasi¨®n venga representado por un realizador finland¨¦s. Su tema no aporta novedad alguna salvo ciertas circunstancias de escasa entidad.
Se trata de la emigraci¨®n de sus compatriotas a Suecia. Los problemas son los habituales en cualquier otro meridiano: frustraci¨®n, matrimonios rotos, incomprensi¨®n y cierta dosis de racismo. Los finlandeses buscan en su pa¨ªs vecino un trabajo que el suyo les niega, en tanto los suecos, pueblo af¨ªn y, por tanto, hermano de cultura y recursos superiores, aprovechan tal exceso de mano de obra para mostrar su general desd¨¦n por ellos.Un narrador al principio del filme lo explica sobre el fondo animado de una legi¨®n de obreros que desfila camino del trabajo. Con tal imagen hubiera sido suficiente, pues el resto del Filme sobra, sin a?adir gran cosa. Reacciones y an¨¦cdotas, personajes y conclusiones resultan cuando menos pueriles y a veces gratuitas, en tanto la interpretaci¨®n a?ade poco al personaje en su viaje devuelta a casa.
El realizador asegura que su filme no ha sido comprendido por los suecos. La verdad es que no hay mucho que aprender, todo en ¨¦l resulta demasiado visto y, por tanto, claro, hasta sus buenas intenciones, pero el camino del infierno, como se sabe, se halla repleto de ellas y el de su joven y macizo emigrante, sembrado de intelectuales desde?osos, pescadores cazurros y mujeres a quienes su f¨ªsico atrae, incluida su hermana, por supuesto. Tambi¨¦n hay alcohol en abundancia y sobre todo un subterr¨¢neo escepticismo que parece minarlo todo, no s¨®lo a los emigrantes y que no se llega a saber si se debe a la cosecha del realizador o es fruto nada m¨¢s de una deformaci¨®n constante por parte del espectador.
Intimismo superficial
Hace relativamente poco tiempo el p¨²blico espa?ol pudo conocer a trav¨¦s de la televisi¨®n uno de los mejores filmes de Sydney Pollack, Danzad, danzad, malditos; m¨¢s tarde, y en la pantalla grande, Jerem¨ªas Johnson y Los tres &as del Condor, entre otros. Dedicado luego a un cierto tipo de cine comercial de altos vuelos con estrellas cotizadas, hoy su carrera parece apuntar decididamente por los caminos de un intimismo superficial aliado allos grandes espect¨¢culos.
La f¨®rmula empleada en esta ocasi¨®n para su ¨²ltima obra, de m¨¢s de dos horas de metraje, no evidencia, sin embargo, un ¨¦xito. La verdad es que le sobra al menos la mitad, casi siempre reducida a meros di¨¢logos en los que un Al Pacino un tanto narcisista, y su compa?era, enferma de un mal incurable, a lo Love story, charlan acerca de la muerte, en la que el uno piensa y de la que la Mujer trata de olvidarse.
Basada muy de lejos en una novela de Erich Maria Remarque, re¨²ne en s¨ª los elementos habituales en tal tipo de adaptaciones: viaje a Italia, estancia en Par¨ªs, amor a base de dos mujeres, la una capaz de organizar la vida de un piloto de coches, la otra caprichosa, neur¨®tica, sentenciada, perteneciente a una rica familia florentina. Lo que da de s¨ª tal combinado administrativo en dosis interminables por el realizador y el guionista Alvin Sargent es una historia aburrida con circuito del Jarama incluido, que si en un principio parece ir mostr¨¢ndonos la azarosa y dura vida de los pilotos de f¨®rmula uno, acaba por llevarnos a una Italia para turistas cinematogr¨¢ficos.
Las habituales frases sobre la vida y la muerte, el amor entre los protagonistas no m¨¢s all¨¢ de la pura epidermis no consiguen emocionarnos debido en parte a que en ning¨²n momento llegamos a identificar al personaje con el actor que le representa. Ni Al Pacino es un piloto de carreras de hoy, ni parece interesarse por su oficio y riesgo, salvo alguna que otra observaci¨®n a sus mec¨¢nicos. En cuanto a Marta Keiler, que parece haberse abonado a este tipo de espect¨¢culos, desde Marathon Man y Domingo negro, repite aqu¨ª en sordina sus trabajos habituales.
Babelia
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